La discusión actual en materia educativa se centra en el problema de los jóvenes que no tuvieron acceso en este periodo escolar a la educación superior.
El rector de la UNAM, José Narro Robles, señala que son vergonzosas las cifras del país en rezago y cobertura educativa, demandando a la próxima Administración que le dé prioridad al hecho de que 7 de cada 10 jóvenes no ingresan a la universidad por falta de opciones y oportunidades al no ser aceptados en instituciones públicas.
Según sus declaraciones, es urgente transformar el sistema en un país donde 10 millones de mexicanos no tienen completa la primaria y 16 millones y medio no concluyeron la secundaria.
Por su parte, Felipe Calderón expresa que en su gobierno se ha avanzado en cobertura educativa con la creación de 140 nuevos centros de educación superior y mil 100 nuevos planteles de bachilleratos. Y gracias a esta infraestructura se logra que cada año 120 mil ingenieros egresen de los planteles, beneficiando al sector industrial o de manufacturas que ha redituado en empleos y en competitividad para México.
Dos perspectivas y puntos de vista diversos: el rector clama por ampliar la cobertura, al tiempo que urge a mejorar la calidad de la educación; el Presidente defiende su propuesta, pero llama la atención el énfasis en la graduación de 120 mil ingenieros, pues con ello no sólo se dejan de lado otras carreras, sino que se alienta el argumento de que la competencia y productividad es lo que se considera y evalúa como exitoso, lo cual tampoco garantiza la apertura al empleo y con la crisis económica mundial cada vez estaremos más limitados.
Hay consenso sobre el gran rezago educativo que vive el país, pero la solución no debe estar centrada en la técnica como medida de eficiencia, esto llevaría a la formación de robots, de seres adaptados a un mundo manipulable, a una educación vinculada al crecimiento económico y al éxito financiero, al consumismo y la mercadotecnia, como sucede en la actualidad.
¿Cuánto tiempo más seguirá esta estrategia? El mundo está consciente de la necesidad de un cambio de modelos, entre ellos el educativo, que ya no responderá al futuro.
A la luz de la mirada técnica quedan fuera la formación de la ciudadanía, la solidaridad y el respeto de los unos a los otros, el pensamiento crítico y el saber humanístico. Son estas preocupaciones las que llevaron a la filósofa estadounidense de la Universidad de Chicago, Martha C. Nussbaum, a preguntar por qué la democracia necesita las humanidades.
La tesis de Nussbaum, en su libro Not for Profit, es que las artes y las humanidades juegan un papel central en el desarrollo de la democracia, y alerta sobre la crisis silenciosa que como epidemia, desde hace tiempo, se ha apoderado de las naciones al descalificar el poder de la filosofía y la literatura como agentes capaces de formar el pensamiento crítico que permite a las personas la independencia de sus acciones, el cuestionarse su entorno, la resistencia ante lo impuesto, y la empatía para ponernos en el lugar del otro, la comprensión y compasión, el cultivo de la mirada interior, cualidades necesarias para una sociedad democrática.
Invitada por una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos para que expresara su opinión respecto al impacto de la educación, la filósofa habló del rol de las artes y las humanidades en la universidad y cómo influyen en la formación de ciudadanos democráticos, así como la importancia de estas materias para lograr una sociedad más responsable.
El comité universitario se sorprendió y dijo: "Qué extraño, nosotros hemos discutido solamente cómo la universidad contribuye científica y tecnológicamente alrededor del mundo, porque es lo que le importa a nuestro presidente del Consejo, pero tomaremos en cuenta su punto de vista" (Not for Profit, p. 15).
Así funciona el sistema educativo a nivel internacional y se lo debemos al discurso de la globalización: todo se mide, calcula y cuantifica, menos lo que verdaderamente nos hace humanos.
El objetivo de las naciones, de acuerdo con este enfoque, consiste en el desarrollo económico, y no es que se quiera negar la importancia de lo económico y de la técnica, pero en el mundo se empieza a extrañar la presencia de la educación humanista, la formación de la sensibilidad hacia las relaciones entre razas y pueblos, religiones y géneros.
Si queremos que los estudiantes ingresen a la educación universitaria para mejorar las estadísticas y evaluaciones, todo está perdido; si se trata de su formación, hay esperanzas.
Cada vez son mayores los criterios utilitarios que presionan a la juventud. Abramos otras opciones de realización y empleo que tengan relación con las artes y las humanidades, única vía para lograr jóvenes críticos, éticos, autónomos, capaces de liberar a las generaciones del discurso tecnológico y los intereses económicos, y generar una verdadera democracia en la sociedad.
Fuente: http://www.reforma.com/editoriales/nacional/669/1337031/default.shtm
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