Como sucede cada vez que su liderazgo y poder son amenazados, Elba Esther Gordillo dijo a sus cercanos para que transmitieran el mensaje: “Tranquilos, no hagan nada”. “La Maestra”, poderosa dirigente del Sindicato más grande en América Latina, recurrió a su método y los juntó para evaluar el desafío y analizar la reacción política que asumiría. Le llevó varias reuniones revisar la reforma educativa que propuso el presidente Enrique Peña Nieto, donde el contenido no era el fondo de la preocupación, sino las formas que envolvieron la iniciativa. Si en lo primero estaba de acuerdo, lo segundo fue lo que prendió la alerta y provocó el despliegue de una estrategia.
Como tantas veces en el último cuarto de siglo, se le volvió a exigir a su capacidad política de sobrevivencia. En la víspera del anuncio del gabinete de Peña Nieto, “La Maestra” tomó su avión privado en San Diego, donde vive buena parte de su tiempo, a Toluca. Tenía programada una reunión con el aún Presidente electo para concluir un largo proceso de negociación de posiciones que habían comenzado su yerno, Fernando González, y el responsable de la educación en el equipo de transición, Aurelio Nuño. Pero horas antes, la cancelaron de la oficina de Peña Nieto. Hubo molestia, pero por la falta de atención, pues a la principal preocupación que tenía, si en efecto Emilio Chuayffet sería el secretario de Educación, le habían dado garantías de que no.
Cuando el nombre de Chuayffet fue incluido en el diario 24 Horas días antes entre quienes se perfilaban para el gabinete, sus cercanos descalificaron la información como rumor, y expresaron extrañeza y preocupación de que se concretara el nombramiento como interlocutor de los maestros, quien una década antes había roto lanzas con “La Maestra”, cuando ambos eran diputados priístas y se disputaban el liderazgo en San Lázaro, que a la sazón tenía Gordillo. Cercanos a “La Maestra” aseguran que cuatro días antes del anuncio del gabinete, el responsable de la política, Miguel Ángel Osorio Chong, le afirmó que Chuayffet no sería el secretario de Educación.
“La Maestra” impulsaba a la recién reelecta directora del Politécnico, Yoloxóchitl Bustamante y, decían en su entorno, tampoco vetaría a Enrique del Val, si él fuera designado, que entendía como una posición del rector de la UNAM, José Narro —con quien mantiene una relación fluida y cordial— y de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior. Las garantías que aseguran ofreció Osorio Chong, habían matizado la cancelación de la reunión, un ambiente que se tornó en cisma cuando Chuayffet, en efecto, fue designado titular de Educación.
Política profesional y fogueada, “La Maestra” no mostró el golpe recibido. Invitada a Palacio Nacional el 1 de diciembre para el primer acto de Peña Nieto como Presidente, llegó temprano, muy bien vestida. Discreta, se sentó en donde la ubicó el protocolo, sin privilegios ni distinciones, en la fila donde estaban los líderes sindicales. Tan pronto como llegó a su silla, no volvió a pararse. Saludó a quien se acercó a saludarla, que fueron pocos, y escuchó muy atenta el discurso de Peña Nieto, en particular cuando se refirió a la reforma educativa que ella, con la cabeza y el cuerpo hacia adelante, asentía en todos sus puntos. Ya lo conocía, por lo que no hubo sorpresas. Lo único que debió haberle llamado la atención fue que la parte más ovacionada del discurso fue la reforma educativa y, de ese segmento, lo más estruendoso fue cuando se refirió al final de las plazas heredadas, que de lograrse impactará en el corazón político del control magisterial. Tanto aplauso, tan fuerte, enmarcaba el mal ambiente político que la rodea.
Gordillo es valorada en privado, como una política confiable, pero marginada en público. La sentaron a metros enfrente de los gobernadores, que no se acercaron a saludarla, aunque varios de ellos le hablaron posteriormente por teléfono inquietos, ante la posibilidad de que como reacción, comenzaran las movilizaciones de los maestros en sus estados. No las habría, tranquilizó, pero no todos le creyeron. La disidencia del magisterio, la Coordinadora, anunció que ellos sí harían movilizaciones. “Ahí está —dijo un alto funcionario federal—, ya empezó a moverlos”. El funcionario federal hablaba sin información fresca, pero sobre los antecedentes: en el último año, respaldó a los líderes de la Coordinadora y cuando fue necesario para sus acciones, los financió.
“La Maestra” salió de Palacio Nacional por la puerta por donde se retiraron los grandes. Sin prisa, con sonrisas, se dejó fotografías. Lanzó besos y palabras cariñosas. Fue el último acto público en el que se le vio. Como es su comportamiento político, se volvió a encerrar en su casa y ordenó a todos en el Sindicato guardar silencio. Los dirigentes cancelaron entrevistas y conferencias de prensa; esperarían a que se diera la posición oficial del Sindicato. Ahí, para quienes leen las partes finas de la política, se dio la primera respuesta clara.
El posicionamiento respaldaría la reforma educativa y dirían que el SNTE ya había propuesto todos los temas fundamentales —lo que es cierto en términos generales—, pero si el Presidente no hablaba con la maestra, ella no hablaría con el Secretario de Educación. La posición oficial ante Chuayffet fue presentada por el secretario general del Sindicato, Juan Díaz. Cada quien escoge a sus interlocutores. Si ella no lo fue de Peña Nieto, tampoco Gordillo sería del secretario de Educación.
“La Maestra” regresó a la hibernación política. “No caerá en provocaciones”, dijo uno de sus cercanos. “Esperará”.Viejas tácticas, ya conocidas. Como en el pasado, por sus acciones y actitudes, la maestra debe estar calculando que una reforma de esta envergadura requerirá de tiempo para ser aprobada en al menos la mitad de los congresos estatales para que se modifique la Constitución y albergue la reforma, que generará tensiones entre los maestros y escale al ámbito político. “Piensa que la necesitarán y la llamarán”, dijo una persona que conoce sus formas de jugar ajedrez. Entonces, sólo entonces, dará el paso hacia adelante y acudirá al llamado para ayudar.
Su escenario, que las realidades de la política la vuelvan a hacer una pieza necesaria para la gobernabilidad y se modifiquen los términos de la negociación. Por el momento, el escenario es negativo para ella, como ha sido muchas veces en el pasado y el tiempo le dio la razón. ¿La tendrá una vez más ahora? Nadie puede predecirlo.
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