miércoles, 26 de diciembre de 2012

Ricardo Alemán -Luna de miel


Enrique Peña Nieto cumple apenas 24 días al frente del Gobierno Federal y —acaso por eso— vive la cresta de su popularidad. Y es que más allá de rencores y malos humores de los malquerientes de su gestión, lo cierto es que Peña Nieto vive una verdadera luna de miel con amplios sectores sociales: clases bajas, medias y pudientes; clase política, empresarial, religiosa y, sobre todo, con sectores financieros y empresariales allende las fronteras. 
A muchos sorprendió gratamente que su Gobierno arrancara con dos reformas inéditas que, sin mayor sobresalto, aprobó el Congreso de la Unión —la reforma laboral y la de transparencia financiera—; para otros resultó esperanzador el discurso de arranque de Gobierno, que mostró un marcado énfasis en la política social, además de un Gobierno abierto a los opositores. 
A los especialistas de la política, la empresa y las finanzas entusiasmaron los objetivos trazados en el Pacto por México, mientras que los dueños del capital global —que recorren el mundo en busca de mejores condiciones para invertir— se dijeron alentados por las reformas laboral, educativa, por la estabilidad económica y por los nuevos esquemas propuestos en la lucha contra el crimen y la violencia. 




Y si no fuera suficiente, la prensa internacional regaló un aplauso generalizado a la capacidad del PRI y de la izquierda mexicana, por dar un paso fundamental en la reforma educativa propuesta por Peña, que avanza rumbo a una nueva educación. 
Esa misma prensa global empieza a construir en el mundo la imagen y la percepción de un México que se moderniza y de un presidente mexicano que por su empuje transformador pronto podría dejar atrás el fenómeno que en su momento significó el brasileño Lula da Silva. 
Y en efecto, como lo califica la prensa extranjera, el Gobierno de Enrique Peña Nieto arrancó “a toda velocidad”. Pero también es cierto que, como escribió The Economist, una vez que arrancó a un ritmo feroz, “el presidente Peña no puede darse el lujo de bajar la velocidad”. Y precisamente aquí es donde aparece el problema. ¿Por qué? Porque si bien el Gobierno de Peña Nieto vive la cresta de su popularidad y goza de las mieles de la esperanza por un nuevo gobierno —literalmente está pasando por la luna de miel de su gestión— también es cierto que tarde o temprano esa luna de miel llegará a su fin y que Enrique Peña Nieto enfrentará la cruda realidad. 
Gracias a la habilidad y la experiencia del priísmo en el Congreso, de buena parte de sus bien calificados colaboradores —muchos de los cuales son experimentados exgobernadores— y de un inocultable romance con buena parte de la prensa nacional y foránea, Peña Nieto puede cruzar sin sobresaltos los primeros 30, 60 e incluso los primeros 90 días de su gestión. Pero también es cierto que frente a la magnitud de los problemas y el tamaño de los retos —sean internos, sean externos— no existe garantía de nada.  Y viene a cuento porque ya son evidentes en la economía mexicana los signos de la crisis financiera global y las repercusiones de la inestable economía del vecino del norte. Además, el llamado gabinete de seguridad del Gobierno de Peña Nieto no ha sido exigido, hasta ahora, en materia de violencia y crimen organizado. Si acaso conoció una probadita del tamaño de las corruptelas y de la penetración criminal, en el caso del asesinato del criminal motejado como “El Bocinas” en un hospital privado. 
Pero sin duda que el mayor reto para el Gobierno de Peñas Nieto será de política doméstica. ¿Por qué? Porque son muchas las evidencias —y más las presiones— de distintos grupos políticos escudados en la derecha y la izquierda partidista que están listos para lanzar una embestida contra el naciente Gobierno de Enrique Peña Nieto. 
Resulta que en el PAN —y a partir de los primeros días de enero— prácticamente iniciará la guerra civil para destronar al presidente del partido, Gustavo Madero, a quien los calderonistas pretenden crucificar y quemar en leña verde por pactar con el Gobierno de Peña a espaldas de Felipe Calderón. Y si el grupo de Calderón gana el control del partido azul, Peña Nieto puede despedirse de un aliado fundamental y, claro, del Pacto por México. Incluso podría complicarse todo su andamiaje de reformas estructurales, como la fiscal y la energética. 
Y en el PRD ocurre algo parecido. En cuestión de días los radicales del partido amarillo y los locuaces de Morena se lanzarán contra Jesús Zambrano y contra Miguel Ángel Mancera. Y la luna de miel de Peña Nieto se podría convertir en una experiencia amarga de más de cinco años. Al tiempo. 
Como califica la prensa extranjera, el Gobierno de Enrique Peña Nieto arrancó “a toda velocidad”

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