viernes, 8 de febrero de 2013

Carmen Aristegui - México en WikiLeaks



Para Jo Tuckman.



La noche del martes 18 de enero de 2011, en algún lugar del este de Inglaterra, un reconocido periodista, enviado por el diario mexicano La Jornada, recibía de manos de Julian Assange, fundador de WikiLeaks, una memoria USB que contenía 2 mil 995 cables informativos generados en México y dirigidos al Departamento de Estado de los Estados Unidos con información hasta ese momento confidencial.

La carga explosiva, en términos periodísticos, que aquello podía contener sólo se pudo ir conociendo al paso del tiempo y después de una titánica tarea para extraer de ellos lo que resultara comprensible y relevante para informar a la sociedad mexicana. Los expertos y periodistas que procesaron las primeras informaciones tuvieron que descifrar un largo códice, conseguir claves usadas por el Departamento de Estado y desarrollar metodología para explorar el inmenso material que se tradujo en 9 mil páginas de texto corrido, además de crear una herramienta propia de software para consultar y efectuar búsquedas que permitieran hacer transitables la tareas.







Inició así la participación directa de un medio mexicano en el procesamiento de información y generación de noticias y revelaciones producidas a partir de la filtración más grande de la historia conocida como "WikiLeaks". Se convirtió en el sexto diario que recibía los cables junto con The New York Times, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y El País, quienes ya habían recibido cerca de 400 mil documentos del Pentágono sobre las guerras de Irak y Afganistán.

Después de revelar, durante 18 meses, informaciones obtenidas de esos cables, La Jornada decidió publicar la memoria de esta aventura periodística. El libro coordinado por el periodista Pedro Miguel circula bajo el título México en WikiLeaks. WikiLeaks en La Jornada. Contiene las notas, reportajes y artículos publicados por el diario desde el 11 de febrero de 2011 hasta el 24 de agosto del año pasado.

En el caso mexicano, fueron pocos los medios de comunicación que reprodujeron lo publicado en La Jornada o hurgaron, por cuenta propia, en lo que quedaba liberado para su exploración. Para Pedro Miguel hubo una suerte de cerco de silencio puesto en práctica por los medios mexicanos, que "...optaron por dar la espalda a los hechos contenidos en los cables diplomáticos".

La memoria que hoy circula es una nueva oportunidad para aquilatar periodísticamente lo que ha sido publicado. Como libro reproduce revelaciones que, en un contexto de mayor democracia y rendición de cuentas del que México carece, hubieran producido efectos de mayor alcance que los que aquí tuvimos.

Lo más que llegó a pasar fue la manifestación del enojo de Felipe Calderón ante las revelaciones sobre lo que informaba el embajador Carlos Pascual a su gobierno. Su salida de la embajada lo convierte, tal vez, en la primera víctima directa de WikiLeaks en los cuadros de la diplomacia.

Por la revelación de los cables, se supo que el representante de EU consideraba que las Fuerzas Armadas eran torpes, lentas, burocráticas, con aversión al riesgo. Que el embajador había entregado información al Ejército sobre el paradero del narcotraficante Beltrán Leyva y que éste no reaccionó con prontitud. Que decidió mejor acudir a la Marina, que fue, finalmente, quien realizó el operativo que terminó con la vida del capo en Cuernavaca. Acción que fue opacada por la terrible decisión de los marinos de exhibir el cuerpo semidesnudo del personaje, tapizado de billetes. Aquel dato daba cuenta del alcance de la intervención de la embajada en ese tipo de asuntos.

Con los cables publicados por la prensa internacional supimos que EU tenía un diagnóstico sobre la pésima coordinación gubernamental para combatir al crimen organizado. Que no existían servicios de inteligencia eficaces para realizar acciones específicas. Tenían clarísimo que no había manera de establecerlos, dada la disputa entre el entonces procurador, Eduardo Medina Mora, y el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna. No era muy difícil llegar a esas conclusiones, pero lo anterior, dicho por el embajador de EU, tenía su relevancia.

La memoria de los cables recupera también hechos como cuando "Calderón admitía en privado (concretamente frente a José María Aznar) graves errores estratégicos que se negaba a reconocer en público, o su petición de ayuda a la superpotencia para la pacificación de Ciudad Juárez".

En los cables publicados ya por La Jornada, en fechas posteriores, destaca la enorme contradicción entre funcionarios de EU. Mientras que en los cables Pascual negaba categóricamente que hubiera terroristas internacionales en México, la secretaria Napolitano sugería en su Congreso la existencia de una alianza entre Al Qaeda y los Zetas en territorio mexicano.

Revive asuntos que hoy toman particular relevancia. Sólo por citar alguno: el escrito en enero de 2009, en donde la representación diplomática informaba a su gobierno sobre "...la parcialidad de Televisa hacia Enrique Peña Nieto, así como las prácticas de éste de financiar a empresas encuestadoras para que arrojen resultados a su favor y de pagar a medios de comunicación a cambio de coberturas favorables".

De mucha actualidad, sin duda, ahora que obligaron a The Guardian a firmar un comunicado conjunto con la televisión, so pena de demanda millonaria.

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