Resulta que los que prometieron apresar peces gordos no pescaron ni un charal; los que llegaron al poder con el supuesto de tener las manos limpias salieron de él con dichas partes del cuerpo embarradas de lodo -uso este sustantivo para no empezar mi columna con malos olores-.
Aquellos que creyeron que con la salida del PRI de Los Pinos y la alternancia en el gobierno federal se iba a, cuando menos, atenuar la corrupción, ya se percataron que no fue así. (Esperar su erradicación hubiera sido imaginar lo imposible e ignorar que esta práctica forma parte del ADN nacional).
El PRI estuvo fuera de Los Pinos 12 años y a su regreso comprobamos todos que no sólo no se pudo aminorar la pudrición que nos afecta, sino que ésta se incrementó. Son dos los motivos, en mi opinión, del aumento de la putrefacción durante los dos sexenios blanquiazules, a saber:
Uno, la ausencia del presidencialismo provocó que los gobernadores de los estados se constituyeran en señores de horca y cuchillo con licencia -faltaba más- para meterle mano, discrecionalmente, al erario estatal e incrementar la deuda pública -el que venga atrás que arreé-.
Dos, los meones de agua bendita -así llamó a los panistas su fundador- descubrieron que traficar con influencias, cobrar comisiones y enriquecerse con los cargos públicos produce una tranquilidad espiritual que no se alcanza al recibir la Sagrada Eucaristía, con el plus de sentir una seguridad material por la que bien vale la pena olvidarse de principios éticos que sirven para ser oposición pero que ya en el poder estorban.
Un informe de la Auditoría Superior de la Federación nos hace saber que en la construcción de la Estela de Luz -el pueblo la llama el Monumento a la Corrupción, la Estela de Pus, la Estela de Juicio, la Suavicrema y la Estela de Joír- emblema del Bicentenario y el Centenario de la Independencia y la Revolución, inaugurado con 15 meses de retraso- se gastaron 399.2 millones de pesos más de lo presupuestado por “pagos excesivos e inadecuadas tomas de decisiones”. Lo peor es que, con la muerte de Alonso Lujambio, responsable del proyecto en su tramo final, la y los que tuvieron que ver con el proyecto en sus distintas etapas ya se desmarcaron del mismo. Lo que significa que el horrendo memorial carece de padre y no tiene madre.
En otro orden de tranzas, el licenciado César Nava Vázquez, el genotipo blanquiazul por antonomasia: aspecto de monaguillo venido a más o de cura degradado a sacristán, se ha visto embarrado en presuntos actos de corrupción cometidos en Pemex cuando fuera abogado general de la paraestatal. Al parecer, por órdenes de Nava Vázquez, Pemex dejó de cobrar a la empresa Conproca S.A de C.V. más de 12 millones de dólares. ¿Por qué tal generosidad, distinguido don César? No quiero ni pensar que su esplendidez con la precitada compañía tuviera alguna relación con el departamento a precio de ganga que años después usted adquirió en Polanco para convertirlo en la casita de Patylu.
Ahora sabemos que el ente petrolero propiedad de todos los mexicanos le otorgó en lo oscurito, el 25 de julio del 2011, al Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana un crédito blando por 500 millones de pesos, cantidad que, según el líder y modelo de padre de familia, Carlos Romero Deschamps -regaló a su hijo un Ferrari Enzo de 2 millones de dólares-, se destinó a la compra de dos terrenos: uno en Villahermosa, Tabasco, y otro en Atitalaquia, Hidalgo, donde se edificarán -futuro simple que, tratándose de un sindicato, se vuelve hipotético, y relacionándose con el susodicho líder se convierte en atole con el dedo- sendas unidades habitacionales para los trabajadores.
Y ya que hablamos de padres de familia ejemplares que anteponen los deseos y el bienestar de sus hijos a su honorabilidad y prestigio -aunque no tengan ni lo uno ni lo otro-, no podemos dejar afuera -ni de la lista ni de la cárcel- a don Andrés Granier, el exgobernador de Tabasco que terminó su sexenio con anomalías por 23,000 millones de pesos. A su hija Mariana Granier Calles la Comisión Nacional Bancaria y de Valores le congeló 3,000 millones de pesos en cuentas bancarias. Su hijo, Fabián Granier Calles, es propietario de un hotel en Cancún con valor de 50 millones de dólares. Además de poseer predios en la Riviera Maya, un departamento en Miami y una clínica en Mérida, Yucatán.
Algo tiene que hacer el gobierno de Enrique Peña Nieto contra los corruptos depredadores del país que nos enfurecen a los ciudadanos. Como Salomé a Herodes, pedimos la cabeza de, cuando menos, un Juan Bautista de la corrupción que nos sirva de paliativo, salivita o lubricante para la gran copulación llamada reforma hacendaria que nos espera.
A don Jesús Martínez Palillo le enfurecían los políticos corruptos a los cuales maldecía: “Malditos serán y del escusado no harán”. Por si fuera poco martirio vivir sin defecar, a la maldición agregaba una sentencia que hoy hago mía: “Que les metan un paraguas y se los abran adentro”.
Oí por ahí
No fue un asteroide el que cayó en la tierra el pasado 15 de febrero. Fue una piedra que Dios arrojó enojado porque a Él ningún Papa le renuncia.
Fuente: http://eleconomista.com.mx/columnas/columna-especial-politica/2013/02/25/corrupcion-que-nos-enfurece
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