sábado, 23 de marzo de 2013

René Delgado- Límite y horizonte opositor


23 Mar. 13

Si las dirigencias de Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática quieren salir bien libradas del Pacto por México, tienen frente a sí dos tareas titánicas: marcarle el paso al gobierno de Enrique Peña Nieto en el compromiso de acotar a los poderes fácticos y darle perspectiva al país, así como contener a los grupos y corrientes dentro de sus propias organizaciones que le apuestan al fracaso del Pacto... y de ellas.

Los dirigentes de ambos partidos se la jugaron al pactar con el gobierno de Enrique Peña Nieto y, por consecuencia, al encorsetar su rol opositor... si esa temeraria acción tiene éxito, Gustavo Madero y Jesús Zambrano se cubrirán de gloria, pero si no, difícilmente sobrevivirán al reclamo de los grupos o corrientes internas que se desbocan por señalarlos como comparsas de una aventura sin destino.


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Como hacía años, el país no registraba un acuerdo multipartidista capaz de impulsar de manera conjunta un proyecto del tipo que suscribieron el gobierno y los partidos Revolucionario Institucional, de la Revolución Democrática y Acción Nacional. Es algo extraordinario, pero se toma como algo ordinario.

Al presidente Enrique Peña Nieto se le alinearon las estrellas, buenas y malas, pero se le alinearon las estrellas para construir un acuerdo de ese tipo. Su mérito estriba en haber leído y descifrado correctamente el signo de los tiempos para derivar de la debilidad de las dirigencias opositoras la fortaleza para encontrar, junto con ellos, un punto de apoyo tanto para lanzar proyectos que el país requiere como también para intentar reposicionarse en conjunto frente a los poderes fácticos que, de tiempo atrás, habían puesto contra la pared a la clase política en su conjunto.

El mérito presidencial y opositor consistió en reconocer ese problema de sobrevivencia y ensayar revertirlo.


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La estrella de Acción Nacional estaba apagada y sin brillo.

Tras el lamentable desempeño en el gobierno a lo largo de 12 años, esa fuerza vive una crisis cuya profundidad aun no alcanza a mesurarse. Su dirigente, Gustavo Madero, requería de un punto de apoyo para resistir y sobrevivir la embestida de los residuos del calderonismo, así como para rescatar del desastre a su partido. Ese apoyo, por absurdo que parezca, lo encontró en el gobierno de Enrique Peña a partir de una operación interesante.

Gustavo Madero advirtió el peligro supuesto en el hecho de que, apenas reconocido como presidente electo, Peña Nieto fincara su interlocución con el presidente saliente, Felipe Calderón. Ante ese peligro, el dirigente opositor radicalizó su postura siendo que el calderonismo ya había extendido su aval al nuevo gobierno. Ahí está la conferencia de prensa de Madero junto con Jesús Zambrano, en que acusaron la compra y coacción del voto por parte del PRI. El dirigente dejó sentir de ese modo al nuevo gobierno un hecho insoslayable: quien se iba era Felipe Calderón, no él. Dicho de otra manera, si el gobierno desconsideraba a la dirección de Acción Nacional resultaría contraproducente tanto para el peñismo como para Acción Nacional.

El peñismo corrigió o, al menos, reequilibró la interlocución con la dirigencia de Acción Nacional y, de ese modo, encontró un resquicio de entendimiento con ella.


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La dirección del Partido de la Revolución Democrática, encabezada por Jesús Zambrano, siempre tironeada por los desencuentros internos, entró después de la elección en una tensión y situación particular.

La distancia tomada por Andrés Manuel López Obrador ante la di- rección de ese partido puso en evidencia que la estructura de esa organización no daba para contener más a las corrientes que cohabitan en ella. La salida del tabasqueño de las filas del perredismo podía quebrar por completo a ese partido, pero a la vez podía liberarlo para bien o para mal del peso de su presencia. Y es que así como López Obrador oxigenaba al Partido de la Revolución Democrática, también lo sofocaba.

Esa circunstancia, la leyeron bien tanto en el gobierno como en la corriente conocida como "Los Chuchos", que tiene la dirección del partido. Sin el lopezobradorismo requerían encontrar un punto de apoyo para sostenerse y, a partir de él, formular una propuesta que los salvara del vacío.

Vino la apuesta, apoyarse en el gobierno y respaldarse en el Pacto por México. En esas está la dirección del perredismo.


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Por la razón que fuese se alinearon las estrellas y vino la idea de integrar en una propuesta con planteamientos tanto del gobierno, el panismo, el perredismo e incluso del lopezobradorismo y, a partir de ella, intentar derivar tres acciones: ampliar respectivamente su margen de maniobra hacia adentro y hacia fuera de sus propias estructuras, reposicionarse ante los poderes fácticos y garantizar el desarrollo de algunas políticas públicas a favor del país: el Pacto por México.

Una idea en la que, increíblemente, participó y bien un operador sin mucha reputación, pero con entrada tanto con el presidente Enrique Peña así como con las oposiciones: el ex gobernador José Murat.

Hoy, del éxito o fracaso de los principales proyectos del Pacto depende la suerte de Madero, de Zambrano y de Peña Nieto. Si la reforma educativa y la de telecomunicaciones no tienen el calado presumido, el efecto será desastroso: la perspectiva del país no cambiará en esas materias y, como añadido, la clase política en vez de reposicionarse terminará por doblegarse frente a los poderes fácticos.

Si ese es el caso, ganará el divisionismo en el PAN -no necesariamente, el calderonismo- y el lopezobradorismo, en la ruta de constituirse en nuevo partido, terminará por vaciar al PRD. El gobierno de Enrique Peña Nieto se verá, a su vez, en un serio problema ante los poderes fácticos, a los que, desde el primer día de su gestión, les dejó saber que intentaría domesticarlos.


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Si, por el contrario, esas reformas salen bien o de manera aceptable, el gobierno se habrá consolidado como también las direcciones de los partidos opositores, se fortalecerán esas organizaciones y, quizá, puedan plantearse otros desafíos.

Sin embargo, el Pacto tiene un límite y un horizonte. La reforma petrolera y la hacendaria muy probablemente marquen el límite de la participación conjunta del gobierno y las oposiciones y las elecciones de este año marquen su separación para fijar su horizonte. No quedan, pues, muchos días... y, entonces, las oposiciones tienen que comenzar a hacer el balance de la interesante aventura en la que se embarcaron.

Fuente: Reforma 23 marzo 2013

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