domingo, 24 de marzo de 2013

Sánchez Susarrey- PPM: 31 /DIC /13

Es muy probable que el PPM se agote a finales de año o que, en el mejor de los casos, sobreviva por un tiempo más. Pero difícilmente tendrá los resultados y alcances de estos primeros meses

¿Tiene el Pacto por México (PPM) fecha de caducidad o se puede esperar que siga dando resultados indefinidamente? Imposible dar una respuesta contundente. Pero lo más probable es que, como todo mecanismo político, se agote en determinado momento.

Hacia diciembre, el PAN elegirá su nueva dirección nacional. Aún no se sabe si será por sufragio universal de todos los militantes, como fue aprobado en su última asamblea, o se circunscribirá a los miembros del Consejo Nacional.

Pero independientemente del método, no hay ninguna garantía de que Gustavo Madero vaya a ser reelegido. Cabe incluso la posibilidad de que ni siquiera se inscriba como candidato. Por lo demás, el contexto de esa elección será muy complicado.



Los panistas atraviesan por la peor crisis de su historia. Porque no sólo perdieron la Presidencia de la República, sino extraviaron el rumbo y tienen un severo problema de identidad. Sus mojoneras fundamentales: brega de eternidades y un partido incorruptible, fueron literalmente barridas por los 12 años en el poder.

La mejor muestra del extravío es que siguen machacando con el petate del muerto. En lugar de emprender una autocrítica y mirar hacia adelante, continúan alertando contra el peligro de la restauración o denunciando la inconsistencia de los priistas.

Uno de los efectos colaterales de la detención de Elba Esther Gordillo es haberlos puesto contra la pared. No saben qué decir ni cómo reaccionar. Ernesto Cordero, ex secretario de Hacienda de Calderón, declaró que jamás había detectado ninguna anormalidad.

Felipe Calderón, por su parte, ha guardado un silencio sepulcral y se ha negado a responder preguntas al respecto. Pero las palmas se las llevó La Cocoa, hermana del ex Presidente, quien afirmó que la detención tenía visos de ilegalidad.

Así que no sólo no tienen una explicación que justifique, después de haber estado 12 años en la Presidencia, el no haber emprendido ninguna acción contra los viejos liderazgos sindicales, sino que además escamotean el hecho de que pactaron e hicieron alianzas inconfesables.

A lo que hay que agregar que las eleccio- nes del 7 de julio, que se celebrarán en Aguascalientes, Baja California, Coahuila, Durango, Chihuahua, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas, pintan un escenario complicado y desfavorable.

Todo indica que el próximo 7 de julio dos factores serán determinantes para los resultados: por una parte, la crisis que atraviesa el PAN con la consecuente división y enfrentamiento entre las corrientes "maderista" y "calderonista".

Por otra, la alta probabilidad, si no ocurre algo extraordinariamente malo de ahora al 7 de julio, de que el PRI capitalice la aceptación que ha ganado el presidente de la República.

En el flanco izquierdo las cosas no pintan mejor. La corriente de Jesús Ortega ya dio color y marcó su raya: no al IVA en medicinas y alimentos, no a la inversión privada en Pemex y no a una reforma legal o constitucional para modernizar el sector energético.

Las razones de ese posicionamiento son varias: evitar una confrontación abierta con AMLO; los prejuicios añejos del perredismo que comparten, incluso, las corrientes moderadas; el pavor de dejar un vacío que podría ser llenado por Morena.

Pero independientemente de cuál de ellas tenga más peso, las diferencias en el PRD respecto de la participación en el PPM, con o sin reformas energética y fiscal, son enormes y la fracción lopista se opone frontalmente.

De hecho, la sombra de Morena ya se proyecta sobre las elecciones de 2015 y amenaza seriamente al PRD. Porque si los electores se dividen o, peor aún, se corren masivamente hacia López y su movimiento, la corriente de Nueva Izquierda quedará muy debilitada.

Por todo lo anterior, es muy probable que el PPM se agote a finales de año o que, en el mejor de los casos, sobreviva por un tiempo más. Pero difícilmente tendrá los resultados y alcances de estos primeros meses de su puesta en marcha.

Aún es muy temprano para dilucidar hacia dónde y cómo planteará Peña Nieto las reformas fiscal y energética.

Su dilema es muy simple: o va por cambios profundos, como planteó durante su campaña, o se ciñe a la camisa de fuerza del consenso.

Hasta ahora, si nos atenemos a los discursos, todo indica que optará por el segundo camino. Eso fue, al menos, lo que dijo en la ceremonia de la expropiación petrolera. Su retórica evocó a López Obrador: Pemex no se vende ni se privatiza.

Y eso es también lo que el secretario de Hacienda adelantó respecto a los objetivos de la reforma fiscal en el marco del Pacto por México: "El primero, sin duda, fortalecer la capacidad del Estado mexicano (...) También para tener un sistema más justo, un sistema en donde paguen más los que ganan más (...) y finalmente una reforma que nos dé más competitividad".

Consecuentemente, las opciones del gobierno federal a futuro están acotadas por los dos flancos: a la izquierda, porque el PRD ya adelantó que no se moverá un ápice en lo fiscal y energético; a la derecha, porque el PAN carece de un liderazgo que lo unifique y no hay certeza de que esté dispuesto a forjar una alianza con el PRI en esas materias.

Menos aún, en el entendido que hacia finales de año estará en disputa la dirección nacional de ese partido y el debate girará en torno a la estrategia de Madero. Privará entonces la vieja sentencia: el enemigo de mi enemigo es mi amigo, que traducido al panismo significa: si "el maderismo" fue el impulsor del PPM, hay que echar por la borda al uno y al otro.

Por eso se puede afirmar que aunque el Pacto ha sido un mecanismo efectivo, no lo será indefinidamente. Tiene, como el yogur, fecha de caducidad.

Fuente Reforma

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