La Asamblea General de Naciones Unidas aprobó este martes el primer Tratado global sobre Comercio de Armas. No es poca cosa el asunto.
Se trata del primer instrumento, jurídicamente vinculante, con reglas básicas para el comercio internacional de armas convencionales, que incluye armas pequeñas y municiones.
La votación ha sido calificada como histórica. México jugó un papel relevante.
El documento, de 15 páginas, establece los criterios y obligaciones entre los países que venden armas y los que las compran en un mundo que gasta 70 mil millones de dólares al año en este tipo de armamento. La cifra, claro, se toma con reserva porque se da por sentado que hay una cifra real oculta. Quienes venden y quienes compran armas no son muy afectos, que digamos, a informar sobre sus transacciones.
Falta ver cómo se aterriza, con futuros mecanismos, lo que en el Tratado se establece como las principales restricciones para la venta. El país vendedor deberá abstenerse de realizar la venta si tiene conocimiento o indicios de que las armas, municiones o componentes en cuestión se utilizarían para cometer o provocar actos de genocidio, crímenes contra la humanidad o bien ser desviadas para el uso de la delincuencia organizada o el terrorismo. Vamos a ver qué mecanismos y supervisiones se establecen para determinar cuándo un país es sospechoso de que las armas que pretende comprar podrían ser usadas con tan aviesos propósitos.
Lo relevante del asunto es que se establecen los criterios generales y los principios jurídicos vinculantes que pretenden regular en todo el mundo el comercio de las armas, colocando como centro los derechos humanos.
Después de ganar la votación, se abre a firma de los gobiernos a partir del 3 de junio y vienen después los mecanismos de ratificación de los países. Ahí se pueden ir otros dos años.
Estados Unidos, el principal comerciante de armas en el mundo, votó a favor a pesar de que la poderosa Asociación Nacional del Rifle se opuso y anticipó que hará lo necesario para evitar que sea ratificado en el Congreso.
Hace unos días, el Tratado parecía entrar en una recta de descarrilamiento cuando los tres países que votaron en contra –Siria, Corea del Norte e Irán– evitaron, durante la conferencia preliminar para el borrador del documento, el consenso que permitiera su aprobación. El embajador Juan Manuel Gómez Robledo, jefe de la delegación mexicana, contó que fue México quien propuso abandonar la idea del consenso para que el Tratado fuera sometido a votación. La utilización del consenso, si bien práctica común en Naciones Unidas, no es algo que se encuentre establecido, en ningún lado, como una práctica obligatoria. Quedó casi como parte de los usos y costumbres a raíz de una iniciativa promovida por Estados Unidos hace algunos años pero que, en esta ocasión, fue liberada para dar paso a una votación que abrió la puerta al pleno de la Asamblea. Ahí fue aprobado por 154 naciones, con el voto en contra de los tres mencionados y con 24 abstenciones. Las primeras informaciones hablaban de 23, pero después se corrigió un voto. Venezuela marcó a favor de forma equivocada y después solicitó corregir para manifestar su abstención. Se sumó a los países del Alba sin aprobar ni rechazar el Tratado. China y Rusia, dos de las potencias productoras de armas, también optaron por la abstención.
No se necesita mucha ciencia para saber por qué los tres que votaron en contra lo hicieron así. Corea del Norte y Siria ya cargan, de por sí, con sendos embargos de armas por el tema nuclear. Siria envuelta en una espiral de revueltas, protestas y represión sería seguramente sujeto, inmediato, a prohibiciones para adquirir armamento convencional.
Varios organismos de derechos humanos han emitido comunicados para subrayar la importancia de la votación.
Amnistía Internacional afirma que cada año mueren en el mundo cerca de 500 mil personas en hechos de violencia armada. Se calcula que circulan 875 millones de armas de fuego a las que se suman entre 8 y 10 millones de armas nuevas cada año.
Si entra en vigor el Tratado, habrá sucedido algo importante. La monstruosa cantidad de armas que circulan y con las que se cometen todo tipo de crímenes y la ausencia de parámetros mínimos para su comercio global bajo la perspectiva de los derechos humanos, hasta ahora, es motivo suficiente para dar la bienvenida al Tratado.
Fuente: Reforma 05-04-13
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