Si los padres fundadores del Partido Acción Nacional vieran de lo que son capaces sus choznitos, seguro gritarían desde ultratumba: ¡que con su PAN se lo coman!
Y es que hoy, como nunca, se manifiesta no sólo una nueva crisis interna –cosa eventual en cualquier partido–, sino una muestra pública de miseria intelectual y política que tal vez marcará al PAN para siempre. Porque hoy por hoy, el partido representativo de la derecha sigue en su proceso de deterioro cada vez más acelerado y del que parece no haber escapatoria. Así el PAN cava su propia tumba. No se requiere del catastrofismo para pronosticar que, de seguir así, el Partido Acción Nacional podría estar reducido a partidito, si no es que a la extinción total en tres elecciones más. Digamos que para el 2018.
Hoy son muchos los que postulan que la debacle se debe sobre todo a la pérdida de la Presidencia en 2012. Y por supuesto que ha sido un factor notable, pero hay que reconocer que la descomposición inició 12 años antes. Precisamente desde que el PAN ganó la Presidencia en el 2000 y encarnó multiplicados todos los males del PRI que tanto había criticado como oposición a lo largo de décadas: Fox y la señora Marta instalaron en Los Pinos la versión de Los Beverly de Guanajuato; hicieron un Gobierno bicéfalo donde ciertamente la frivolidad, la negligencia y la estupidez siempre venían multiplicadas por dos; luego quisieron dejar sucesor con Santiago Creel y tuvieron que ceder ante Felipe Calderón; ante el hecho consumado, perpetraron una elección de Estado en la que el indeseable se impuso al aborrecible –AMLO– haiga sido como haiga sido.
Luego Calderón prolongó las trapacerías foxistas con un gobierno de cuates y de cuotas, de tardes sin fin y con el añadido de una guerra contra el narco que se inventó para legitimarse, intimidar a todos sacando al Ejército a la calle y demostrar quién mandaba. Entre los dos gobiernos dilapidaron más de 200 mil millones de dólares de excedentes petroleros en tan sólo 10 años. En ese mismo lapso engordaron al triple la alta burocracia e hincharon los bolsillos de sus parentelas e incondicionales. Al mismo tiempo aumentaron en 5 millones el número de pobres. Para no quedarse atrás, Calderón también quiso imponer un sucesor en la personita de un señor Cordero dócil y fiel, el mismo que –desconectado siempre de la realidad– dijera que cualquier familia mexicana podría ser feliz con 6 mil pesos de ingreso mensual. En una historia que parecía repetirse, Calderón hubo de reconocer el resultado interno que hizo candidata a Josefina Vázquez Mota. Con una diferencia, su mecha corta nunca le permitió asimilar lo que consideró un agravio imperdonable: que no se le permitiera seguir mangoneando al PAN como lo había hecho en sus primeros años en la Presidencia.
Con estos antecedentes, lo asombroso es que haya quien se extrañe del estrepitoso fracaso que llevó a los panistas no sólo al tercer lugar en la presidencial, sino al enflaquecimiento en el Congreso y a un alarmante raquitismo en la víspera de las elecciones en 14 estados el próximo 7 de julio.
El pleito entre Gustavo Madero y Ernesto Cordero no es sino la consecuencia de la historia reciente. Pero hay otros factores: nadie en el PAN ha querido reconocer lo indiscutible, desperdiciaron su oportunidad con dos pésimos gobiernos; la sociedad les ha pasado una factura tan justiciera como inevitable.
Fuente: El Universal 22 mayo 2013
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