lunes, 27 de mayo de 2013

Tambor batiente - Denise Dresser

Carlos Slim criticado. Carlos Slim abucheado. Carlos Slim acorralado. Y no en el país al cual expolia sino por un grupo de jóvenes estadounidenses con el coraje moral que tanta falta hace aquí. Jóvenes que alzan carteles y hacen preguntas difíciles y no aceptan el statu quo. Ejerciendo derechos ciudadanos; ejercitando músculos cívicos; dando lecciones de aquello que los mexicanos deberían hacer pero no hacen. Por temor. Por falso nacionalismo. Por genuflexión ante un poder que perciben como omnipresente. Y sin embargo allí, en un encuentro público en Nueva York, Carlos Slim fue reducido a su verdadero tamaño. Un hombre que no sabe cómo defender, explicar, o justificar las prácticas monopólicas en las que sigue incurriendo.




Y se trata de desacreditar al movimiento argumentando que ha sido financiado por Ricardo Salinas Pliego, o por otros intereses oscuros que quien mantener las cosas tal y como están.






De lo que se trata es de minar, enturbiar, mancillar la reputación de quienes – por motivos legítimos – han decidido alzar la voz en lugar de cerrar la boca. Alzar la voz contra las tarifas, y el servicio, y el redondeo, y la compra obligatoria del seguro, y el dinero sobrante en las tarjetas pre-pagadas que ya no alcanza para hacer una llamada más. Prácticas abusivas, prácticas, rapaces, prácticas ante las cuales el consumidor mexicano vive en la más absoluta indefensión.



La organización “Dos Países, Una Voz” fue específicamente fundada – según sus organizadores – en Estados Unidos para crear conciencia sobre la influencia desmedida de Carlos Slim en México. Desde entonces, el grupo ha sido sometido al hostigamiento incesante, incluyendo una nota sacada de Bloomberg News donde se atribuía su fundación al Grupo Salinas. Ricardo Salinas tiene razones de sobra para intentar desviar la atención a la paja en el ojo ajeno, con el objetivo de esconder la viga en el propio. Para que se regule a uno y no al otro. Para que las prácticas monopolícas de Slim provoquen más indignación pública que las prácticas predatorias de Salinas Pliego.

Pero como la propia organización reitera – y con razón – su campaña no ha sido financiada por el Grupo Salinas ni por cualquiera de sus subsidiarios o afiliados. Su campaña no tiene ninguna relación con el Grupo Salinas y está fundada en el interés legítimo de colocar los reflectores sobre una situación que se ha vuelto escandalosa. La situación de ese consumidor sin voz, sin alternativa, sin protección. Ese hombre invisible. Esa mujer sin rostro. Esa persona que paga – mes tras mes – tarifas telefónicas más altas que en casi cualquier parte del mundo. Ese estudiante que paga – mes tras mes – una cuenta de internet superior a la de sus contrapartes en Estados Unidos. Esa compañía que paga – mes con mes – servicios de telecomunicaciones que elevan sus gastos de operación y reducen sus ganancias. Esa ama de casa que contempla los comerciales de Telmex celebrando que no ha subido las tarifas en los últimos cinco años, cuando han caído en todas partes menos aquí. Miles de personas con contratos de telefonía que no logran cancelar, con cobros inusitados que nadie puede explicar, parados en la cola de Teléfonos de México. Allí parados. Allí varados. Allí desprotegidos. Allí sin opciones.

Y esa es la situación que un ataque pueril a una incipiente organización de la sociedad civil – audaz y pertinaz – no puede ocultar. El hecho de que uno de sus miembros, Andrés Martínez, haya participado en eventos organizados por el grupo Salinas no es razón suficiente para enjuiciar al movimiento. Yo conozco a Andrés Martínez y sé que ha dado conferencias y ha estado presente en cientos de eventos que involucran a compañías del Fortune 500, que no son enemigos de Slim. La racionalidad detrás de la desacreditación sólo sirve para revelar algo que Carlos Slim comienza a sentir. Miedo. Preocupación. Aprehensión.

Porque en contraste a hace 10 años, ya no prevalece el silencio. Porque lo que muchos mexicanos comienzan a entender es quien pierde cuando Slim gana. Quien transfiere riqueza mientras el Sr. Slim la acumula. Porque el perdedor en la construcción del imperio Slim tiene nombre y apellido. Sus datos aparecen en cada cuenta de Telcel y en cada suscripción de Prodigy. El perdedor es el consumidor mexicano. El ciudadano mexicano

La realidad es que Slim está nervioso por los planes regulatorios en México que podrían afectar su monopolio. Está nervioso por la atención creciente que su comportamiento y sus compañías están recibiendo cada vez más a nivel internacional. Y en lugar de contra-atacar con argumentos, intenta matar al mensajero. Intenta manchar al movimiento. Porque si no, tendría que admitir lo que lleva años haciendo: expoliando al pueblo de México. Y quizás la táctica de desacreditación de sus críticos funcione en México. Pero el movimiento en su contra en EU se está preparando para un largo verano de lucha, y el tambor está batiendo con cada vez más fuerza. Batiendo para que el reino de la expoliación llegue a su fin.

Fuente: Reforma 27 mayo 13

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