lunes, 22 de julio de 2013

Raymundo Riva Palacio - La fragilidad de Camelot

Camelot es la síntesis de la magia y la leyenda, el castillo desde donde el Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda libraron las batallas más difíciles contra los bárbaros, en una de las épocas de mayor oscuridad en el Reino Unido. Arturo se convirtió en la esperanza de un pueblo saqueado, vulnerable y derrotado, al que inyectó esperanza. Aún se debate si Camelot existió o no, pero ha sido inspirador de líderes. En noviembre de 1963, una semana después del asesinato de John F. Kennedy, su viuda Jacky llamó a quien había sido el cronista presidencial, Theodore H. White, y le pidió escribir un ensayo sobre su esposo en la revista Life. En él, Jacky recuerda al presidente una noche en la Casa Blanca escuchando el musical de Broadway Camelot, de donde sacó su frase favorita: No lo olviden/hubo una vez un lugar/que por un breve instante de luz fue conocido como Camelot.




Dos años después, un intelectual cercano a Kennedy, Arthur M. Schlesinger, escribió su laureado libro A Thousand Days (Los Mil Días), donde reforzó la metáfora que había creado White. Schlesinger dibujó los tres años de la Presidencia y con muchas verdades escondió momentos clave del mandato de Kennedy, que de no haber sido asesinado, difícilmente habría llegado a ser uno de los líderes más queridos e idolatrados en su país y el mundo. Recordó su talentosa campaña para la nominación y la victoria sobre Richard Nixon en las elecciones presidenciales. Y el fiasco en Bahía de Cochinos, cuando después de autorizar la invasión a Cuba se retractó en plena acción y provocó la muerte de decenas de personas. Justificó su pasividad en la lucha por los derechos civiles de los negros, y soslayó su mala política económica que paralizó al país. Pero el libro ganó un Pulitzer y Kennedy es hoy inmortal.

Camelot es hoy una metáfora de figuras idílicas cuyo carisma esconde la realidad, y permite trazar analogías en la historia contemporánea. En México, como en los Estados Unidos de Kennedy, la economía está paralizada y la desaceleración afecta a todos los sectores. Ha bajado el empleo, la recaudación, la inversión y el desarrollo. Ha subido el desempleo y la desesperación. Más de 150 protestas sociales se han registrado en 16 estados en los primeros meses del nuevo gobierno, y lainseguridad en las calles sigue en niveles que transmiten angustia y miedo. El gobierno es del PRI, que presumía que sabía manejar la economía y dar gobernabilidad, dos pilares que, hasta ahora, setambalean.

El Camelot mexicano es de promesas incumplidas, satisfechas en la retórica -reformas educativas, de telecomunicaciones, de transparencia-, pero truncas ante la ausencia de leyes secundarias. Se anuncian reformas energética y política, que polarizan y confrontan. En México se asoma el quiebre ante distintas visiones de nación, y las tensiones en su corpus incrementan su tirantez. Los líderes de los partidos con quienes el gobierno quiere caminar por la vía reformista, están debilitados y sin el consenso necesario para poder marchar junto al gobierno. Dentro del mismo partido del gobierno, tampoco hay consensofácil para ir a la velocidad que se les pide.

El Camelot mexicano tiene a su propio dirigente, Enrique Peña Nieto, que como Kennedy, encabeza una Presidencia que no sufre de tormentas. A Kennedy no le dio tiempo para demostrar el talento para navegar a puerto seguro. Peña Nieto tiene toda la oportunidad por delante. Al país lo destraba con las dosreformas madre, la energética y la política. Su divisa de cambio es poderosa, y se apoya en supragmatismo. Necesita la reforma energética para relanzar la economía en el corto plazo y colocar finalmente ruedas al desarrollo. Sin márgenes ahí para pactar, en la reforma política está su oportunidad.

Lo que le pide la oposición es el final del presidencialismo mexicano a cambio de una política de inclusión y equilibrios, con rendición de cuentas. A él ya no le afectaría nada; ya es Presidente. Si entrega la reforma política a la oposición, el PRI y sus posibles sucesores no estarán a gusto con él, pero la historia lo recompensará. Si lo hace, Peña Nieto podrá pedir a cambio el apoyo para la reforma energética. Por más rechazo que pueda haber, en la política se cede para avanzar. Si sus adversarios son profesionales, lo respaldarán y ganarán con él. No habrá perdedores, y Peña Nieto tendrá su Camelot, pero no el de los mil días, sino el de un sexenio y, quizás, la inmortalidad histórica, por las buenas razones.

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