1 Jul. 13
Lugares donde nadie gobierna. Municipios donde no queda claro quién ejerce la autoridad. Sitios donde las comunidades se arman a sí mismas e imponen castigos como si fueran jueces. Pueblos al margen de la ley donde el Estado de Derecho es una quimera. México está repleto de ellos. Entidades que padecen un brutal vacío de poder que ni los gobernadores ni los presidentes municipales ni las policías locales pueden llenar. Como ha argumentado Edgardo Buscaglia, ahora que México se ha puesto de moda, se nos olvida que la vasta mayoría de los mexicanos enfrenta una lucha diaria por sobrevivir bajo gobiernos locales ausentes o corruptos.
Y como la naturaleza no tolera vacíos, estos espacios han sido llenados por el crimen organizado. México no es excepcional en cuanto a su aparición o su fuerza. Rusia, China e Italia -entre otros- han generado grupos criminales imponentes por el poder que ejercen y la impunidad con la que lo hacen. Pero ninguno de los países mencionados -y este es el punto central de Buscaglia- enfrenta formas extremas de violencia criminal como las que presenta México. El número de homicidios. La cantidad de personas involucradas en el tráfico humano. La persistencia de los secuestros. La omnipresencia de las extorsiones.
Y la complejidad de la situación mexicana no deriva únicamente de la presencia de drogas o armas. Por sí mismas no producen los grados de violencia que padecemos y presenciamos en el país. Diversos estudios demuestran que los grupos asociados con el crimen organizado usualmente tratan de evitar la confrontación con gobiernos centrales fuertes. Prefieren trabajar en la periferia -en mercados locales y regionales-, donde pueden operar con más libertad y asegurar mayores ganancias. Tienden a rehuir la guerra con los gobiernos federales, a sabiendas de que si lo hacen, tienen acceso a otros mercados lucrativos de drogas, donde es posible moverlas sin desatar la violencia o provocar el caos.
La violencia extrema de México más bien tiene que ver con los vacíos de poder que existen y con la corrupción crónica que los hace posibles. Tiene que ver con la complicidad de los gobernadores y los presidentes municipales y las policías locales. Tiene que ver con la ausencia de la presencia federal, incluso. La corrupción crea -como argumenta Buscaglia- enormes incentivos para que los grupos criminales consoliden sus mercados a través de la competencia salvaje, producto de vacíos en la "autoridad". Autoridad inexistente o doblegada, inexistente o comprada. Autoridad que en realidad no lo es.
En el caso controvertido de Michoacán, el estado parece estar totalmente infiltrado por redes tan sofisticadas del crimen organizado como "La Familia". Y sin embargo, nunca se ha podido capturar al medio hermano de Leonel Godoy y los más de 30 presidentes municipales acusados de vínculos con el crimen organizado no pudieron ser procesados por la torpeza del gobierno de Felipe Calderón. En los 12 años del panismo, muchas de las instituciones vinculadas con el autoritarismo fueron desmanteladas. Ahora falta que instituciones democráticas legítimas y estables llenen los vacíos de poder que el PAN dejó tras de sí. El "Pacto por México" incorpora muchas reformas necesarias, pero fracasa en cuanto al tema de la seguridad. El que ya no se hable de la violencia como tema central del gobierno no significa que haya desaparecido. Al contrario, la proliferación de los grupos de auto-defensa demuestra cuán profundo es el problema y cuán lejos está de ser resuelto.
Para todo efecto práctico, el sistema judicial de México está colapsado. Los gobernadores tienen el poder para designar jueces, manipular Ministerios Públicos, decidir si emprenden o no una investigación policiaca. Así aseguran impunidad para sí mismos y para los suyos. Impunidad reforzada por la inhabilidad de México para instrumentar estatutos para combatir el lavado de dinero y la extinción de dominio. Impunidad prolongada por la incapacidad de México para llevar a cabo una reforma judicial que procede lenta e ineficientemente. Alguien está impidiendo que los cambios ocurran y no es difícil saber por qué. A ciertos miembros de la clase política -en connivencia con el crimen organizado- el vacío de poder les conviene. Aprovechan para violar leyes, extorsionar ciudadanos, promover negocios lucrativos, acumular fortunas y usar la violencia como otra forma de hacer política.
Fuente Reforma
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