En este 2013 el nombramiento de “hombre del año” con más impacto a nivel global fue para un líder religioso: el papa Francisco. Esta distinción —que se otorga desde 1927 por la revista Time— destaca a la persona que influyó más en el mundo entero durante el año que se despide, tanto si fue para bien como para mal.
En este caso fue definitivamente para bien, según se explica en el artículo correspondiente, argumentando que Francisco ha cambiado la imagen de una institución de dos mil años de antigüedad “de manera extraordinaria en un corto tiempo”.
Un honor similar fue concedido al santo padre por otra revista internacional de gran prestigio que se enfoca en defender los derechos de personas con orientaciones sexuales diversas: The Advocate Magazine. En la portada se le ve portando el mensaje “no al odio” y se escribe la que quizá sea la frase más sorprendente dicha por un ministro religioso en muchísimo tiempo: “Si alguien es homosexual y busca al señor con buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”
Que el reconocimiento al obispo de Roma venga incluso de grupos sumamente críticos del Vaticano no es sorprendente para quienes conocen el Evangelio: a pesar de que la iglesia en momentos de su historia ha sido profundamente conservadora, el cristianismo es esencialmente libertador.
En un luminoso mensaje, el papa 266 ha afirmado que “Jesús no está en las ideologías. Cuando un cristiano se vuelve discípulo de una ideología ha perdido la fe, ya no es un discípulo de Jesús, sino un discípulo de su propia actitud de pensamiento. Si la fe se vuelve ideología asusta y aleja a la gente, distancia a la gente entre sí y la distancia de la iglesia”.
Tenemos, pues, un papa que no defiende una ideología, que no puede ser calificado como de izquierda o de derecha, sino que está haciendo algo radical: enseñar a los cristianos a ser cristianos. Un papa concertador, que une a los diferentes, que tiende puentes de tolerancia y entendimiento.
Ha hecho llamados claros, contundentes a amar y respetar a los musulmanes y a los ateos, mientras que por otro lado condena que como sociedad nos hallamos “acostumbrado al sufrimiento de otros” y no seamos capaces de reconocer que el mayor problema de la humanidad es el imperio del dinero y la incapacidad de escandalizarnos ante una crisis humanitaria, cuando son las crisis económicas las que acaparan la prensa.
Independientemente de si se es católico o no, se puede reconocer que hay fuerza y verdad en el mensaje de un hombre que decide combatir con la palabra firme a quienes desprecian al pobre, a la mujer, a la educación, a los sistemas de salud universal, a los homosexuales, a los migrantes, torciendo la religión para convertirla en un bastión de prejuicios e intolerancia.
Ahora que se acaba el 2013, es una ocasión propicia para reflexionar en estos temas, para decidir comenzar el siguiente año no con una visión cerrada por ideologías sino abierta por la tolerancia. No se trata de tener una actitud religiosa, sino humana, compasiva, solidaria. Como sociedad, como pueblo, los mexicanos no podemos tener un mejor propósito para este 2014.
manuespino@hotmail.com
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