La política nacional despide un hedor fétido, hediondo, insalubre, insano y maloliente. La cloaca que estuvo azolvada durante los 70 años de la “Dictadura Perfecta” y que inexplicablemente no se atrevió a abrir el panismo para incrementar su capital político al desprestigiar a una oposición priísta históricamente podrida, presenta fisuras por donde escapan abundantes vapores mefíticos propios de la avanzada descomposición moral del gobierno y de la comunidad. El enrarecimiento del ambiente no debe sorprender a nadie. Un sistema engangrenado desde su fundación en 1929, un auténtico aborto republicano, una sociedad carcomida por la corrupción, exhibió evidentes señales de intensa putrefacción a partir del oprobioso maximato encabezado por Calles y sus famosos “peleles”, de los cuales la historia nacional dejó cuenta y razón para toda la posteridad.
Llevamos más ya casi 9 décadas de observar el enriquecimiento inexplicable de la inmensa mayoría de los funcionarios públicos que, junto con sus familias, han entendido el tesoro público como un botín personal sin que nadie, ni los propios contribuyentes, los primeros afectados, se hayan atrevido a denunciar la cadena de peculados por temor a una represalia que propiciara la exhibición de los muertos que cada mexicano parece tener guardados de cara a la pared en un closet. Delatar los fraudes cometidos por presidentes, secretarios de Estado y gobernadores se entiende como el desacato a las reglas del juego adoptadas implícitamente por gobierno y gobernados. ¿Por qué oscura razón la sociedad no protesta cuando los políticos sustraen, en su propio beneficio, los ahorros de la nación?
Con tal de mantenerse a toda costa en el poder la autoridad enajenó ilícitamente sus facultades a los particulares a cambio de cuantiosos sobornos. Es decir, tú me dejas robar y eternizarme en el poder y yo te permito evadir al fisco y te vendo mis poderes públicos dentro o fuera de la ley. Al compartir funcionarios y particulares las mieles de la impunidad se evitó el escándalo, sí, pero no se detuvo el envenenamiento del organismo nacional que hoy apesta para la indignación y vergüenza de todos nosotros.
México está lleno de “Montieles”, de “Fideles Herreras”, de “Gober´s Preciosos”, de “Ulises Ruiz”, de “Moreiras”, de “Ratis Gonzalez”, de “Romeros Deschamps”, de “Elbas” para ya ni hablar de la interminable cadena de bandidos que han gobernado a este país desde antes de los años del alemanismo y sus 40 ladrones.
No debe sorprendernos el hedor de la política ni el tufo que despide la apertura de la cloaca ni la impunidad ni la riqueza ilícita conocida: debe sorprendernos, por contra, la apatía nacional durante las últimas 9 décadas de asistir a los desfalcos públicos como si se tratara de bienes ajenos a nosotros. Debe sorprendernos una nación que escasamente luchó desde el maximato hasta nuestros días por la aplicación de la ley, por el Estado de Derecho. Debe, en fin, sorprendernos nuestra alarmante tolerancia, nuestro abandono durante las últimas 9 décadas.
Y ahora sale el SAT con la publicacción de listas de los evasores fiscales. ¡Bravo! ¿Y cuando saldrán las listas de los políticos corruptos que jamás han presentado, claro está, una declaración de impuestos…? ¿Simetría tributaria? Urge publicar las listas con los nombres de los estafadores del tesoro público… ¡Ja!
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