viernes, 10 de enero de 2014

Juan Villoro - Si hubiere...

Hacienda ha decidido exhibir a los causantes morosos. La pregunta es: ¿quién exhibe a Hacienda?

Es loable que se dé a conocer a quienes se encuentran al margen de sus obligaciones. Pero la confusa aplicación de la ley ha transformado una buena medida en un problema.

Uno de los seis motivos para ser exhibido es calificar como “ilocalizables”. ¿Qué significa esto? Lo lógico es que se trate de personas que se han dado a la fuga y no se presentan a donde se les cita. Con literalidad burocrática, el SAT consideró “ilocalizables” a quienes no fueron hallados en su domicilio fiscal un día cualquiera. Esto provocó que en la lista aparecieran personas que están al corriente con Hacienda y pueden ser fácilmente ubicadas, entre ellos figuras públicas como José Woldenberg, cuyo domicilio fiscal es, además, el lugar donde vive. Basta que un mensajero se equivoque o una notificación se pierda para que alguien califique como “ilocalizable”. ¿Hay criterio más pedestre?





Hay un tema aún más grave. La ley también prevé que se exhiba a quienes no pagaron porque el Ejecutivo les canceló o condonó su adeudo. Se trata de una medida esencial para transparentar el tráfico de influencias.

Pero el SAT entendió la ley de dos maneras distintas. Para decidir quiénes eran los “ilocalizables” usó un criterio retroactivo. En cambio, para analizar a los causantes perdonados por el gobierno sólo se tomó en cuenta lo ocurrido a partir del 1o. de enero de 2014, es decir, prácticamente nada.


De acuerdo con Diana Bernal, titular de la Procuraduría de Defensa del Contribuyente, el SAT ha actuado mal en ese punto. La ley estipula que se nombre públicamente a quien hubiere recibido la condonación o la cancelación de sus cuentas pendientes. Hay países donde una ley sólo entra en vigor después de ser revisada por la Academia de la Lengua. Eso garantiza que sea comprensible y esté libre de ambigüedades. Pero en México el lenguaje legal no es una forma de comunicar sino de encubrir. El tiempo verbal hubiere se esparce generosamente para facilitar diversas interpretaciones. Pero significa que eso ya sucedió. ¿Por qué, entonces, el pasado sólo llega al 1 de enero?
Quienes fueron favorecidos con no pagar impuestos ahora son favorecidos con un manto de silencio. Defensor de la impunidad, el priísta Emilio Gamboa ha pedido que se acabe con las listas. La peor solución sería ésa, la de hacer que la transparencia a medias que se ha logrado regresara al ocultamiento.
La situación no sería tan apremiante si los demás contribuyentes no tuviéramos el agua al cuello. Una persona que en Estados Unidos paga 23 por ciento de impuestos y en España 21 por ciento, en México paga 30 por ciento. A cambio, recibe servicios públicos muy inferiores.
Las disposiciones de Hacienda se modifican casi todos los años, enloqueciendo a contribuyentes y contadores. Ninguna de esas alteraciones toca la sensatez. Pensemos, tan sólo, en la relación que tenemos con los recibos de honorarios y las facturas.
El peor cliente del mexicano es el propio gobierno. Para cobrarle hay que entregar hasta 12 documentos. La remuneración puede llegar ocho meses después. Sin embargo, esto no convierte en moroso al gobierno. Su lema podría ser: “Subsídiame para que te pague”.
En cambio, si compras algo eso no significa que obtengas una factura. En otros países, la nota de compra o el voucher de la tarjeta sirven para comprobar el gasto.
Dediqué mi artículo de la semana pasada a la picaresca de mendigar facturas. Agrego otro detalle: cada empresa tiene su propia política de facturación. En algunos casos debes esperar tres días hábiles para entrar al sitio web de la compañía; en otros, sólo dispones de tres días hábiles. Las combinaciones son tan variadas como las marcas. Estar pendiente de los distintos momentos de facturación es un calvario de medio tiempo, cuando no una causa perdida (hay páginas de internet donde, al solicitar factura, recibes este mensaje eterno: “La consulta en curso no ha podido ser realizada debido a un problema del sistema”).
La globalización ha llevado a una definición fiscal de la identidad: somos de donde pagamos impuestos. El dramaturgo Heiner Müller vivía en Alemania Oriental, pero sus obras también se representaban con éxito en Alemania Occidental. Cuando le preguntaron por qué prefería la RDA, contestó: “Su declaración de impuestos es más fácil de llenar”.
Una política fiscal abusiva pone a prueba el sentido de la pertenencia. El SAT ha logrado que vivir en México sea una declaración de patriotismo.



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