jueves, 20 de marzo de 2014

José Woldenberg - Cadena de medios públicos

La reforma de las telecomunicaciones ha empezado a rodar. Aunque aún falta la legislación secundaria, el Ifetel ha tomado una serie de resoluciones que al final del camino deben arrojar un terreno más competitivo tanto en la televisión como en la telefonía. Si así sucede, estaremos ante los efectos de una reforma estratégica, que supondrá no solamente una mayor competitividad y por ello ofertas diferenciadas para los consumidores, sino además ante una operación que mermará el poder político de los "agentes preponderantes". Porque su rol no ha sido solamente el de empresas hegemónicas, sino el de actores con altos grados de presión y chantaje.

Por supuesto que como todas las reformas no refundará el país. No es una varita mágica. Apenas instrumento para reequilibrar las relaciones de poder y ofrecer a los públicos una mayor diversidad de opciones. Pero solo desde el maximalismo más pedestre se pueden menospreciar esos logros. Aunque también, en el caso de los medios de comunicación puede darse, en relación a su calidad, una competencia a la baja. Ya sucedió con TV Azteca en su pique con Televisa: que buscando el mínimo común denominador de la audiencia se ha prohijado una espiral de degradación y estulticia.





Por ello, resulta importante el recordatorio que integrantes del Instituto de Estudios para la Transición Democrática, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, el Festival Internacional de Cine Documental del DF, periodistas y académicos dieron a conocer el 18 de marzo. Plantean la necesidad de crear y fortalecer una auténtica cadena pública de medios. Se trataría de ir más allá de las televisoras de nicho (como los canales 11, 22 y TV UNAM, que tan buenas cuentas han dado y cuya experiencia debe ser incorporada al nuevo proyecto), para intentar lograr una cobertura nacional, masiva. Es la otra gran promesa de la reforma en la materia que por lo pronto no ha aparecido con la misma fuerza en la escena pública, pero que es el complemento necesario para que las transformaciones en curso atiendan a los muy diversos públicos y sirva también para reequilibrar las relaciones de poder en ese terreno.
Se trataría de medios públicos; no gubernamentales. Es decir, no de correas de trasmisión de las necesidades y hasta caprichos de los titulares de los ejecutivos o los congresos, sino de espacios con "autonomía técnica, operativa, de decisión y gestión", como ya lo apunta la reforma constitucional.


Medios que nos ayuden a aclimatar entre nosotros los valores y principios de la convivencia democrática, capaces de reproducir los debates de manera informada y desde una perspectiva ilustrada, donde se encuentren erradicados los resortes denigratorios y discriminadores y las supercherías que todos los días borran lo poco o mucho que la escuela intenta inculcar en los niños y jóvenes, y en donde convivan "las más variadas expresiones culturales y artísticas". El documento lo dice mejor: "La televisión pública es fundamental en la democracia contemporánea. Al estar respaldada en recursos fiscales, sin quedar supeditada a prioridades comerciales, tiene condiciones para producir y difundir contenidos de calidad. Nutrida por criterios como la diversidad cultural, el profesionalismo informativo, el respeto a las audiencias, la equidad de género y la innovación y la experimentación, la televisión pública de calidad es un derecho de los ciudadanos".

Para ello, como se apunta en el texto multicitado, se requiere que el Congreso termine su tarea; que el Presidente presente al Senado los candidatos que deberán presidir el "Organismo Nacional de Radiodifusión Pública"; que el Senado inicie el proceso de consultas para integrar el Consejo Ciudadano del ONRP; que el Instituto Federal de Telecomunicaciones "asigne frecuencias suficientes para la cobertura nacional de las cadenas públicas de radio y televisión"; y que tanto el Ejecutivo como el Congreso se comprometan con la provisión de recursos suficientes para hacer realidad esa potente cadena pública.

Una cadena que deberá crear y vigorizar opciones de "nicho", es decir, para públicos específicos; pero que también debe estar obligada a generar contenidos de calidad masivos. No se parte de cero. La experiencia de los canales 11, 22 y TV UNAM está ahí y esas expresiones deben ser fortalecidas. De no suceder, lo que podemos seguir observando es una espiral hacia lo peor, porque supuestamente el nivel de la mayoría es tan precario que solo pueden ser exitosos contenidos contra ilustrados

Leído en http://www.criteriohidalgo.com/notas.asp?id=226867


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