lunes, 14 de abril de 2014

Jesús Silva-Herzog Márquez - De escuelas y dignidad

Finalmente tenemos la radiografía. El censo educativo ha entregado las placas que dan sentido de magnitud al desastre educativo. Puede entenderse por qué se ocultó durante tanto tiempo esta información. La educación es el mayor fraude de nuestra historia; el fraude cotidiano que se esparce por todo el territorio de México, el fraude más dañino de todos. Oculto durante décadas por la presunción de una cobertura en ascenso y la retórica de un vanidoso Estado cultural, la catástrofe educativa se ha vuelto inocultable.

Casi el 10% de los planteles escolares se resistió al censo. Chiapas, Oaxaca, Michoacán y Guerrero (las entidades que sistemáticamente aparecen en el fondo de las mediciones de rendimiento escolar) cerraron las puertas al estudio solicitada por la SEP. A pesar de ese revelador agujero, el estudio que nos ha entregado el INEGI es valiosísimo. Desde hace años pedíamos esta fotografía. Ahora que la tenemos, debe servirnos para reformar en verdad el sistema educativo. Los datos son escandalosos. En el 14% de las escuelas chiapanecas los niños estudian en pisos de tierra. El 60% de las escuelas de Guerrero carece de baños y de agua potable. Solamente el 6% de las escuelas de Oaxaca tiene una conexión a internet. Hay casi 40,000 personas que cobran como maestros sin dar una sola clase. A más de 30,000 profesores se les permite faltar a la escuela para dedicarse a la vida sindical. El universo de la irregularidad es inmenso. El sistema educativo carga con el peso de casi 300,000 asalariados que no se dedican a actividades docentes.






Hoy se tiene un mapa claro de los arreglos que han subordinado la enseñanza a la política. Ya podemos saber dónde están los engaños y cuánto nos cuestan. Las autoridades tendrán, además, un instrumento para terminar con todos estos abusos y para castigar a quienes de un lado y de otro prostituyeron la educación en México. No puede ignorarse que recordar que el sindicato de maestros ha llegado hasta donde el gobierno federal y los gobierno locales le han permitido llegar. Los abusos sindicales son, antes que eso, indolencia de la autoridad educativa. El censo es un instrumento valiosísimo para terminar con esos abusos. Pero, si queremos entender las raíces del problema debemos escapar de ese diagnóstico fácil y maniqueo que se impuso hace unos años: todos los problemas de la educación se originan en la perversidad de un sindicato que ha impuesto su ley. Reasumir las riendas de la política educativa es el fin (en ambos sentidos) de una reforma de la educación. El fraude a los estudiantes que se exhibe en este reporte va mucho más allá de un sindicato abusivo. El fraude principal lo ha cometido desde hace décadas el gobierno mexicano al dejar en el abandono a las escuelas, a los profesores, a los estudiantes. El fraude es llamar escuela a la reunión de alumnos y maestros que no tiene lo indispensable para acoger el proceso de aprender. Sigue defraudando a millones de mexicanos el gobierno al expedir títulos de primaria o de secundaria sin el respaldo de una educación digna.


Esa es la sombra que aparece al leer el Censo de escuelas, maestros y alumnos. La indignidad del trato original del Estado mexicano. Millones de niños conocen al Estado por su escuela. Lo conocen por su salón de clase y su patio. Por las enseñanzas de sus maestros, por el trato que reciben, por el conocimiento al que acceden, por el baño donde pueden lavarse las manos. En la escuela se adquiere información, pero también algo más: sentido de pertenencia. Ése es el sentido republicano de la escuela y, en particular, de la escuela pública: cultivar una experiencia viva del 'nosotros'. Nuestras escuelas proyectan el mensaje contrario: menosprecio, olvido, exclusión. La reforma educativa no puede ser solamente una reforma política de la educación, la victoria de una burocracia contra un sindicato. Su sentido básico debe ser la inclusión, el aliento al saber y la creatividad. Es inaceptable que nuestros niños estudien sin las condiciones elementales para aprender. Si algo tiene hoy el sentido profundo de una cruzada, es precisamente el de levantar escuelas dignas, el de formar maestros competentes, el de pescar y estimular talentos, el de crear oasis de creatividad en medio de la violencia.



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