La economía no nos da una visión romántica de la vida. Pero... puede lograr una enorme aportación al bienestar de la gente”.
Gary Becker
Gary Becker, quien falleció este 3 de mayo, estaba convencido de que podemos entender conductas individuales o sociales, como la discriminación, el crimen, el matrimonio o el divorcio, con los instrumentos de la economía. Muchos se sintieron ofendidos. El profesor de la Universidad de Chicago, sin embargo, ganó el Premio Nobel en 1992 por explicar conductas sociales con mediciones económicas bajo la idea de que los individuos siempre “buscan maximizar su bienestar”, por lo menos “tal y como lo perciben”.
Su primer trabajo fue La economía de la discriminación racial, originalmente su tesis de doctorado y después un libro. Becker mostró que la discriminación racial tiene un costo porque implica la contratación de trabajadores que no son los mejores. Cuando la discriminación se ejerce contra minorías, como en los Estados Unidos de los años cincuenta, el costo recae fundamentalmente sobre las minorías; pero cuando se ejerce contra la mayoría, como en la Sudáfrica del apartheid, se reduce la productividad y se afecta toda la economía. El especialista encontró, por otra parte, que la competencia económica reduce la discriminación.
Becker consideró también el tema del crimen desde el punto de vista económico porque los criminales no tienen “motivaciones radicalmente diferentes a los demás”. Empezó a estudiar el tema porque una vez llegó tarde a la Universidad Columbia de Nueva York para el examen oral de un estudiante. Mentalmente calculó si le convenía estacionarse en un lugar prohibido o manejar hasta un lugar legal y llegar tarde al examen. Optó por estacionarse en el lugar prohibido (no le pusieron infracción).
Al profundizar sobre el tema llegó a la conclusión de que los criminales toman en cuenta las posibilidades de ser castigados antes de cometer un delito. Más que la severidad del castigo, lo que les preocupa es el nivel de impunidad. Por eso subir las penas sirve de poco o nada. Becker también señaló que para las comunidades es en general más eficiente castigar los delitos con multas que con cárcel.
Becker desarrolló el concepto de capital humano, hoy tan común, para las inversiones en educación y capacitación. Su posición es que las decisiones en educación o salud se toman bajo criterios de costos y beneficios. Cuando Becker hizo esta propuesta en la década de 1950 fue acusado de reducir a los humanos a simples máquinas.
En su Tratado sobre la familia de 1981 aplicó las mismas herramientas económicas y llegó a la conclusión de que las decisiones de contraer matrimonio o divorciarse son fuertemente influidas por los beneficios que perciben los individuos. Encontró, por ejemplo, que los ricos se divorcian menos que los pobres por el costo económico. Incluso la decisión de tener hijos está marcada por el mayor o menor beneficio.
El racionalismo económico de Gary Becker lo llevó a sugerir que para asegurar una adecuada provisión de órganos para trasplantes había que ponerles precio. De la misma manera sugirió que la política migratoria más racional para los países prósperos sería subastar las visas de trabajo y residencia.
Becker propuso también la legalización de las drogas. Con un argumento económico demostró que “un impuesto monetario generaría una mayor reducción en producción e incremento en precio que una aplicación óptima de la ley en caso de que el bien sea ilegal”.
Becker dio una luz de racionalidad a una ciencia que antes era eminentemente especulativa. El “modelo de decisión racional” que propuso quizá “supone demasiada racionalidad”, dijo en su discurso del Nobel, pero es “un antídoto” a quienes “no le conceden a la gente suficiente racionalidad”.
Subsidios por hijos
Quizá no sea políticamente correcta la declaración de Rosario Robles de que no se dará el programa Oportunidades a las mujeres que tengan más de tres hijos. Pero es verdad que los subsidios por el número de hijos han generado un incentivo perverso para que las familias más pobres tengan más hijos.
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