martes, 6 de mayo de 2014

Eduardo Ruiz Healy - Cuarón y su influencia

Les guste o no a muchos, Alfonso Cuarón es un hombre influyente. Durante años ha trabajado duro hasta consolidarse como uno de los grandes directores de cine del mundo y ganar un buen número de reconocimientos a su labor artística.

Este año ganó como mejor director por su película Gravity, los siguientes premios: Oscar, Globo de Oro, BAFTA, AFI, Saturno, Austin Film Critics Award, AACTA, Critics Choice Award, COFCA, CFCA, CEC, DFWFCA, DGA, Empire, KCFCC, Kinema Junpo, ALFS, LAFCA, OFCS, PGA, PFCS, Robert, SDFCS, SFFCC, TFCA, FFFDA, George Méliès, WAFCA, y Zapatilla de Oro.
Y, como cualquier hombre influyente, usa su poder como le place y tiene sus admiradores y detractores. Por eso, sus acciones públicas son bienvenidas por unos y recibidas con hostilidad por otros.







Hace unos días, el 28 de abril, Cuarón armó una gran discusión al formularle 10 preguntas al presidente Enrique Peña Nieto sobre las leyes secundarias de la Reforma Energética. Sus cuestionamientos los hizo después de que el presidente afirmó que la oposición a sus reformas se debe a que la gente no está bien informada sobre ellas y que “no han faltado los grupos que en oposición a estas reformas han generado desinformación y de ahí que algunos lleguen a comprar (estos argumentos) o, con no suficiente información, simplemente no conozcan el alcance y el sentido de las reformas”.


Muchos defendimos el derecho de Cuarón de preguntarle lo que le preguntó a Peña Nieto. Su derecho es el que tiene cualquier mexicano de cuestionar a sus gobernantes sobre asuntos de importancia, como es el de la reforma energética.

Dije en esa ocasión que una cosa es el derecho de Cuarón y otra que el presidente esté obligado a contestarle. A pesar de no tener obligación alguna de hacerlo, el gobierno de Peña Nieto respondió las 10 preguntas, para unos bien y para otros mal, el 30 de abril al enviar al Senado las nueve iniciativas de la reforma energética para crear o reformar distintas leyes y ordenamientos, las llamadas leyes secundarias.

Ayer Cuarón de nuevo alborotó el gallinero al pedirle al presidente, nuevamente en público, que se realicen y transmitan por TV tres debates en donde reconocidos expertos discutan sobre lo bueno y lo malo de la multicitada reforma.

Y, como hace algunos días, se escucharon las voces a favor y en contra de su solicitud.
Creo que uno o más debates públicos, si están bien organizados y reúnes a expertos en la materia, nunca estarán de más.

Quienes buscan descalificar a Cuarón lo acusan de seguir las instrucciones de quien manda sobre un grupo político opuesto a las reformas, lo que a mí me tiene sin cuidado alguno. Como mexicano, el cineasta tiene todo el derecho de inclinarse por alguna ideología.

Hay quienes dicen que Cuarón no puede opinar al respecto porque vive desde hace muchos años en el Reino Unido. Que yo sepa, vivir en el extranjero no le resta derechos a ningún mexicano mientras mantenga su ciudadanía.

Otros aseguran que como él no paga impuestos en nuestro país no tiene derecho de opinar. Quienes esto pregonan olvidan que entre México y el Reino Unido existe un convenio fiscal que grava los ingresos que una persona obtiene en alguno de los dos países.

Esto con el fin de que se evite una doble tributación. Estoy seguro que Cuarón paga sus impuestos en aquellos países en donde obtiene ingresos. Si no lo hiciera, ya nos hubiéramos enterado.

Siento que las críticas contra el multigalardonado mexicano no vienen al caso. Quienes las hacen aparentemente extrañan el pasado reciente del país, en donde cuestionar al presidente y otros altos funcionarios era casi un crimen de lesa majestad.

Afortunadamente ese México dejó de existir, a pesar de aquellos que lo añoran.

Los derechos de Cuarón son los de cualquier mexicano pero, aceptémoslo aunque tal vez no nos guste, por ser un mexicano influyente puede obtener más respuestas que el resto de los mortales.




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