Las democracias existen, entre otras cosas, para permitir que todo mundo pueda hacer el ridículo. La afición mexicana ha ejercido este derecho a plenitud en los estadios de futbol con un grito homofóbico. Se trata de una mala costumbre imposible de sancionar. Cuando la alcaldía de Guadalajara trató de multar a quienes usaran malas palabras en el mercado, se encontró con la dificultad de tener una policía lingüística y la imposibilidad de que los vendedores forzaran su lenguaje para ofrecer un “gentil plátano” o un “insigne tomate”.
Los hábitos colectivos no cambian por decreto. El grito de “puto” sólo se suprimirá cuando la fanaticada se avergüence de discriminar al rival. Que eso parezca divertido pone en entredicho nuestra escala de valores. Se trata de algo tan primitivo como el humor de la televisión mexicana, que durante décadas se ha burlado de los personajes amanerados, partiendo del prejuicio de que si alguien parece “joto” eso es obligatoriamente chistoso.
Umberto Eco narra que Umberto Bossi, líder ultraderechista de la Liga del Norte, fue a Roma y se encontró con esta pancarta: “Cuando ustedes aún vivían en los árboles, nosotros ya éramos maricas”. La aceptación de la alteridad sexual es una prueba de civilidad.
Representantes de la Federación Mexicana de Futbol han descartado la importancia del insulto por considerar que forma parte del folclor popular. Eso equivale a decir: “Así somos, ¿y qué?” o: “¡Así semos y a mucho orgullo!”. El agravio debe ser oficialmente repudiado.
Por su parte, la FIFA confirmó que sólo es infalible en su capacidad de evadir impuestos. La multimillonaria organización “no lucrativa” aprovecha todo lo que pueda reportarle ganancias, a tal grado que exigió a los estadios brasileños que volvieran a vender alcohol para permitir que Budweiser vendiera cerveza (si se pueda llamar así a las pálidas aguas amargas de esa compañía).
En el caso de nuestro grito homofóbico, la FIFA intentó intervenir, algo absurdo porque en ningún estadio se legislan sustantivos o adjetivos. Por una vez franca, la Federación se declaró incompetente para fincar responsabilidades. Pero hubiera sido mejor que no interviniera, pues pareció que exoneraba a la afición.
Lo rescatable del incidente es que sirve para medir el grado de sociedad que tenemos. Las malas costumbres sólo cambian cuando la tribu comprende que lleva demasiado tiempo haciendo el ridículo. En mi infancia se consideraba elegante que hubiera escupideras en las oficinas. Hoy eso da asco. Algún día, el grito fatal será relegado al desván de las escupideras.
Pero no sólo en los estadios se abusa de las palabras. Nuestros legisladores son expertos en esconder sus intenciones tras un vocablo que no se entiende del todo. El más reciente es “preponderante”.
Como señaló ayer Reforma, los posibles cambios a la legislación de telecomunicaciones favorecerán aún más a Televisa. Para definir a la empresa que controla mayoritariamente un sector, se comenzó a emplear la palabra “preponderante”. Hubiera sido más lógico decir que determinado grupo es dominante, pero eso desnudaría a quienes concentran más poder, algo que los legisladores no han querido enfrentar.
Un solo término puede matizar y alterar significados políticos. “Preponderar” significa ser más importante o más numeroso, pero la palabra no tiene la misma carga que “dominar”. Una cosa es decir que Kim Jong-un domina Corea del Norte y otra decir que prepondera ahí. En cambio, no hay duda de que en nuestro futbol el grito de “puto” es preponderante.
Después de haber diseñado un estupendo proyecto constitucional para reformar las telecomunicaciones, los legisladores parecen dispuestos a aceptar la retardataria iniciativa que les devolvió el Presidente. ¿Sus ideas carecían de peso o se sometieron a una voluntad preponderante?
Tal vez en el futuro otros abusos se amparen en el mismo término. Hasta ahora, los carteristas pertenecen al gremio de los ladrones. ¿Llegarán a ser vistos como personas con dedos preponderantes? ¿Algo similar pasará con quienes saquean el presupuesto o tienen empresas casi monopólicas?
En este País de las Maravillas las palabras cambian de signo y los ultrajes acaban por parecer virtudes. Para perfeccionar su estrategia, Televisa podría lanzar una telenovela con el título Cuando el amor es preponderante.
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