Gabriel Jiménez Emán 1950 |
Inundación
Una mañana, la mujer de Tesalio lo despertó para decirle:
–Mi amor. Estamos inundados.
–No importa– respondió Tesalio entre dientes, dando vueltas en la cama y sin poder abrir los ojos.
–Sacamos el agua y asunto arreglado.
–Es imposible– replicó ella. –Estamos en el mar.
–Ah, entiendo– dijo Tesalio sin abrir los ojos.
Y se ahogaron.
Leído en http://www.mentesalternas.com/2011/02/cuentos-cortos.html
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