domingo, 20 de julio de 2014

UN POEMA DE:



Rosario Castellanos Figueroa
1925 - 1974
Destino
Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere
un olvido, una ausencia, a veces menos.
Matamos lo que amamos. ¡Que cese esta asfixia
de respirar con un pulmón ajeno!
El aire no es bastante
para los dos. Y no basta la tierra
para los cuerpos juntos
y la ración de la esperanza es poca
y el dolor no se puede compartir.
El hombre es anima de soledades,
ciervo con una flecha en el ijar
que huye y se desangra.
Ah, pero el odio, su fijeza insomne
de pupilas de vidrio; su actitud
que es a la vez reposo y amenaza.
El ciervo va a beber y en el agua aparece
el reflejo del tigre.
El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve
-antes que lo devoren- (cómplice, fascinado)
igual a su enemigo.
Damos la vida sólo a lo que odiamos
Presencia
Algún día lo sabré. Este cuerpo que ha sido
Mi albergue, mi prisión, mi hospital, es mi tumba.
Esto que uní alrededor de un ansia,
De un dolor, de un recuerdo,
Desertará buscando el agua, la hoja,
La espora original y aun lo inerte y la piedra.
Este nudo que fui (inextricable
De cóleras, traiciones, esperanzas,
Vislumbres repentinos, abandonos,
Hambres, gritos de miedo y desamparo
Y alegría fulgiendo en las tinieblas
Y palabras y amor y amor y amores)
Lo cortarán los años.
Nadie verá la destrucción. Ninguno
Recogerá la página inconclusa.
Entre el puñado de actos
Dispersos, aventados al azar, no habrá uno
Al que pongan aparte como a perla preciosa.
Y sin embargo, hermano, amante, hijo,
Amigo, antepasado,
No hay soledad, no hay muerte
Aunque yo olvide y aunque yo me acabe.
Hombre, donde tú estás, donde tú vides
Permaneceremos todos.
Agonía fuera del muro
Miro las herramientas,
El mundo que los hombres hacen, donde se afanan,
Sudan, paren, cohabitan.
El cuerpo de los hombres prensado por los días,
Su noche de ronquido y de zarpazo
Y las encrucijadas en que se reconocen.
Hay ceguera y el hambre los alumbra
Y la necesidad, más dura que metales.
Sin orgullo (¿qué es el orgullo? ¿Una vértebra
Que todavía la especie no produce?)
Los hombres roban, mienten,
Como animal de presa olfatean, devoran
Y disputan a otro la carroña.
Y cuando bailan, cuando se deslizan
O cuando burlan una ley o cuando
Se envilecen, sonríen,
Entornan levemente los párpados, contemplan
El vacío que se abre en sus entrañas
Y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.
Yo soy de alguna orilla, de otra parte,
Soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,
Gente a quien compartir es imposible.
No te acerques a mi, hombre que haces el mundo,
Déjame, no es preciso que me mates.
Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren
De algo peor que vergüenza.
Yo muero de mirarte y no entender.
Meditación
Hombrecito, ¿qué quieres hacer con tu cabeza?
¿Atar al mundo, al loco, loco y furioso mundo?
¿Castrar al potro Dios?
Pero Dios rompe el freno y continua engendrando
Magníficas criaturas,
Seres salvajes cuyos alaridos
Rompen esta campana de cristal.


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