jueves, 30 de octubre de 2014

Héctor de Mauleón- Zambrano y Abarca en el Sanborns


Se vieron el lunes 29 de septiembre, un día antes de la huida de José Luis Abarca Velázquez, en el Sanborns de Miguel Ángel de Quevedo y División del Norte.

El entonces alcalde de Iguala, y el diputado federal Sebastián de la
Rosa, llegaron a esa cafetería minutos antes de la cita que tenían acordada y pidieron café.




Jesús Zambrano —quien vivía sus últimos días como presidente del PRD—, apareció a las cinco de la tarde. Miró desde lejos a Abarca. Parecía preocupado, aunque mantenía al mismo tiempo un cierto aire de aplomo que le hacía lucir apacible.





Zambrano afirma que desde la mañana del día anterior, domingo 28, a través de diversas personas, mandó decir al presidente municipal de Iguala que —luego de los hechos violentos en que murieron seis personas y desaparecieron 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa—, lo mejor para él y para el partido era que pidiera licencia y se sujetara a investigación.

“Si fue la policía la que arremetió contra esos jóvenes, la responsabilidad inmediata es del alcalde. Que pida licencia en lo que se aclaran las cosas”, mandó decir Zambrano.

Una de las personas con las que el líder perredista se comunicó fue el diputado federal Sebastián de la Rosa. “Convence al alcalde de que pida licencia”, le dijo. De la Rosa se comprometió a pasar el mensaje.

El lunes en la mañana, el legislador llamó al celular de Zambrano: “Presidente, dice Abarca que te quiere ver. ¿A qué hora puedes recibirlo?”.

Zambrano dijo que a las cinco.

Zambrano afirma que al cortar la llamada se comunicó con el todavía entonces gobernador Ángel Aguirre. Habían mantenido comunicación constante desde el sábado 27, en que los hechos trascendieron a la prensa nacional. Le dijo: “Ángel, voy a verme con Abarca para decirle que tiene que separarse del cargo”.

Según Zambrano, Aguirre contestó:

“Coincido. Debe ser una cosa inmediata”.

Esa misma mañana, al salir de una diligencia en la PGR —había ido a interponer una denuncia contra la Sedesol “por manejos anticipadamente electorales en la delegación Venustiano Carranza”—, Jesús Zambrano condenó los hechos de Iguala ante un grupo de reporteros y les declaró que Abarca debía pedir licencia para facilitar las investigaciones. “Es probable que hable de esto con él en las próximas horas”, les dijo.

Esa tarde, en el Sanborns, él también pidió café.

“¿Cómo están las cosas, presidente, qué me puedes decir?”, le preguntó al alcalde.

Abarca repitió lo que esa misma tarde le había dicho a Joaquín López Dóriga: que estaba brindando con su esposa durante un evento del DIF, que comenzaron a bailar al ritmo de La Luz Roja de San Marcos, que como a las 21:30 se fue a un restaurante por invitación de sus hijos y su esposa, que no se enteró de la actuación de la policía hasta que lo llamó su secretario particular para informarle que había unos estudiantes de la Normal de Ayotzinapa que se habían llevado unos camiones y que había disparos. Dijo que estuvo en comunicación constante con la policía, dando órdenes de que no cayeran en una provocación.

Zambrano lo interrumpió: “Oye, presidente, ¿sabes que nadie te va a creer eso? No puedes decir que no tienes responsabilidad. Aunque fuera por omisión tuviste responsabilidad”.

Sebastián de la Rosa afirma que Abarca había llegado a la reunión con la idea de obtener respaldo total del PRD: “Nos insistió mucho que era inocente. Negó una y otra vez haber ordenado que agredieran a los estudiantes”.

Jesús Zambrano, dice de la Rosa, se impacientó:

“Lo que debes hacer de inmediato es presentar tu solicitud de licencia ante el cabildo y sujetarte a la autoridad ministerial. Si no lo haces, te lo adelanto: yo voy a promover que haya un juicio de procedencia para que te separen del cargo”.

Abarca dijo:

“Te reitero, presidente, que no tuve ninguna responsabilidad. Di la orden de que los contuvieran, no de que los reprimieran y esa fue la información que me dijeron, que habían acatado”.

Zambrano se levantó. Habían pasado unos 25 minutos. Cuenta De la Rosa:

“Nos quedamos Abarca y yo un rato más, para acordar la hora en que él iría al cabildo a solicitar licencia. Lo vi desconcertado. Dijo que iba a empezar a redactar su solicitud de licencia. Nos despedimos”.

Al día siguiente, Abarca presentó en el cabildo un documento en que solicitaba licencia por 30 días. Antes de que terminara la sesión, llegó al ayuntamiento un grupo de agentes de la PGR. Preguntaron por Abarca, pero éste ya no se encontraba en el lugar.

Ha pasado más de un mes, y no se le ha encontrado en ningún lado.

/@hdemauleon/
/demauleon@hotmail.com/


Fuente: http://www.eluniversalmas.com.mx/columnas/2014/10/109543.php

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