¿Debe pedirle perdón a los mexicanos el presidente Enrique Peña Nieto por todo lo que está pasando en el país?
Como
presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos debe
ofrecernos una disculpa por la violencia, inseguridad, corrupción e
impunidad que se han apoderado de gran parte de México?
¿Nos debe una disculpa el jefe del Poder Ejecutivo por el estancamiento económico que ha causado su política fiscal?
¿Y por los fallidos sistemas educativo y de procuración de justicia?
¿Y por los supuestos conflictos de interés que han manchado la imagen de su familia?
¿Y por una lista interminable de fracasos que tienen postrada a la Nación?
Muchos están exigiendo precisamente esto: que por medio de un mensaje que se difunda por todos los medios de comunicación el presidente Peña Nieto nos pida perdón por la mala situación en que se encuentra el país.
Es indudable que como presidente de la república es responsable de mucho de lo que pasa en México, pero no de todo.
Para bien del país, desde el sexenio de Ernesto Zedillo empezó a diluirse el poder metaconstitucional que sin límites habían ejercido los presidentes mexicanos. Poder que les permitía manejar a su antojo los poderes Legislativo y Judicial, meter las manos en un multimillonario fondo secreto del cual nunca tuvieron que rendir cuentas, remover a gobernadores según les conviniera, manipular a los sindicatos de empresas paraestatales, públicas y privadas, darle órdenes al gobernador del Banco de México, endeudar excesivamente al país, inventar políticas económicas irracionales, despilfarrar recursos públicos en planes y programas inútiles, llevar al país hacia la derecha, hacia la izquierda o hacia donde se les ocurriera, tolerar y muchas veces lucrar de las actividades de narcotraficantes y otros delincuentes organizados, ordenar la represión violenta de disidentes, cometer crímenes de Estado y, por si lo anterior no fuera suficiente, enriquecerse ilícitamente.
Y así como cada presidente en turno usó y abusó de ese poder metaconstitucional, también abusaron de su poder gobernadores, presidentes municipales, legisladores, jueces, magistrados y ministros y funcionarios de todos los niveles de gobierno.
El poder metaconstitucional de los presidentes murió cuando empezó el sexenio de Vicente Fox pero lo que no se acabó fueron los errores, malas decisiones, despilfarros, negocios, corruptelas y abusos del poder que siguieron y siguen cometiendo un gran número de funcionarios. Lo peor es que muchos de ellos, quién sabe cuántos, no conformes con lo que de por sí se embolsan ilegalmente, se han aliado de alguna manera u otra con narcotraficantes y otros delincuentes.
En resumen. No sólo el presidente de la república es responsable de lo que pasa en el país. Son responsables todos y cada uno de sus antecesores en el cargo. Son responsables todos y cada uno de los gobernadores y quienes los antecedieron en sus gubernaturas. Son responsables todos ellos por no haberle puesto un alto a la corrupción e impunidad que se volvió parte del sistema político mexicano. Son responsables todos y cada uno de aquellos funcionarios que hayan extorsionado a alguien por el motivo que sea o que, aprovechándose de su cargos y sus influencias, hayan favorecido a familiares, amigos y socios con contratos y negocios que no merecían.
Y al final de cuentas somos responsables la mayoría de los mexicanos porque de alguna manera u otra toleramos o aceptamos que la situación llegara hasta donde ha llegado. Mientras nuestra economía personal y familiar no resultara muy afectada no nos quejamos. Mientras recibiéramos algo del sistema nos callamos. Mientras el grupo social, económico o político al cual perteneciéramos obtuviera alguna prebenda nos dimos por satisfechos.
Casi todos somos responsables y si de pedir perdón se trata, casi todos tenemos que pedirlo. Los unos a los otros.
Desafortunadamente, ofrecer disculpas no servirá para nada si no se empiezan a hacer, desde ahora, los cambios que tiendan a eliminar los abusos del poder y la corrupción e impunidad que han llevado a México al deplorable estado en que se encuentra.
Los ciudadanos debemos exigir esos cambios y los poderosos deben realizarlos porque, si insisten en mantener las cosas como están, todos saldremos perdiendo mucho.
¿Nos debe una disculpa el jefe del Poder Ejecutivo por el estancamiento económico que ha causado su política fiscal?
¿Y por los fallidos sistemas educativo y de procuración de justicia?
¿Y por los supuestos conflictos de interés que han manchado la imagen de su familia?
¿Y por una lista interminable de fracasos que tienen postrada a la Nación?
Muchos están exigiendo precisamente esto: que por medio de un mensaje que se difunda por todos los medios de comunicación el presidente Peña Nieto nos pida perdón por la mala situación en que se encuentra el país.
Es indudable que como presidente de la república es responsable de mucho de lo que pasa en México, pero no de todo.
Para bien del país, desde el sexenio de Ernesto Zedillo empezó a diluirse el poder metaconstitucional que sin límites habían ejercido los presidentes mexicanos. Poder que les permitía manejar a su antojo los poderes Legislativo y Judicial, meter las manos en un multimillonario fondo secreto del cual nunca tuvieron que rendir cuentas, remover a gobernadores según les conviniera, manipular a los sindicatos de empresas paraestatales, públicas y privadas, darle órdenes al gobernador del Banco de México, endeudar excesivamente al país, inventar políticas económicas irracionales, despilfarrar recursos públicos en planes y programas inútiles, llevar al país hacia la derecha, hacia la izquierda o hacia donde se les ocurriera, tolerar y muchas veces lucrar de las actividades de narcotraficantes y otros delincuentes organizados, ordenar la represión violenta de disidentes, cometer crímenes de Estado y, por si lo anterior no fuera suficiente, enriquecerse ilícitamente.
Y así como cada presidente en turno usó y abusó de ese poder metaconstitucional, también abusaron de su poder gobernadores, presidentes municipales, legisladores, jueces, magistrados y ministros y funcionarios de todos los niveles de gobierno.
El poder metaconstitucional de los presidentes murió cuando empezó el sexenio de Vicente Fox pero lo que no se acabó fueron los errores, malas decisiones, despilfarros, negocios, corruptelas y abusos del poder que siguieron y siguen cometiendo un gran número de funcionarios. Lo peor es que muchos de ellos, quién sabe cuántos, no conformes con lo que de por sí se embolsan ilegalmente, se han aliado de alguna manera u otra con narcotraficantes y otros delincuentes.
En resumen. No sólo el presidente de la república es responsable de lo que pasa en el país. Son responsables todos y cada uno de sus antecesores en el cargo. Son responsables todos y cada uno de los gobernadores y quienes los antecedieron en sus gubernaturas. Son responsables todos ellos por no haberle puesto un alto a la corrupción e impunidad que se volvió parte del sistema político mexicano. Son responsables todos y cada uno de aquellos funcionarios que hayan extorsionado a alguien por el motivo que sea o que, aprovechándose de su cargos y sus influencias, hayan favorecido a familiares, amigos y socios con contratos y negocios que no merecían.
Y al final de cuentas somos responsables la mayoría de los mexicanos porque de alguna manera u otra toleramos o aceptamos que la situación llegara hasta donde ha llegado. Mientras nuestra economía personal y familiar no resultara muy afectada no nos quejamos. Mientras recibiéramos algo del sistema nos callamos. Mientras el grupo social, económico o político al cual perteneciéramos obtuviera alguna prebenda nos dimos por satisfechos.
Casi todos somos responsables y si de pedir perdón se trata, casi todos tenemos que pedirlo. Los unos a los otros.
Desafortunadamente, ofrecer disculpas no servirá para nada si no se empiezan a hacer, desde ahora, los cambios que tiendan a eliminar los abusos del poder y la corrupción e impunidad que han llevado a México al deplorable estado en que se encuentra.
Los ciudadanos debemos exigir esos cambios y los poderosos deben realizarlos porque, si insisten en mantener las cosas como están, todos saldremos perdiendo mucho.
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