La renuncia del ingeniero Cuauhtémoc
Cárdenas a su militancia en el Partido de la Revolución Democrática
trascendió los medios de comunicación y el llamado círculo rojo para
convertirse en una noticia con impacto social genuino: según una
encuesta, por lo menos 8 de cada diez mexicanos se enteraron de su
decisión.
Entre la población en general, un 57% consideró que
el ingeniero Cárdenas actuó correctamente. Más sorprendente aún es que
el 45% de los perredistas y el 74% de los morenistas apoyaron que dejara
el partido que fundó y del cual fue motor e inspiración durante dos
décadas decisivas en el devenir democrático nacional.
Más allá de las cifras, queda claro que la figura del tres veces candidato a la Presidencia de la República se había convertido en estos años en un líder moral no solo del PRD, sino de un amplio sector de mexicanos politizados y comprometidos con cambiar a México. Se trata, además, de un testimonio que se agradece porque deja un precedente valioso y una enseñanza: por encima de la lealtad a unas siglas partidistas, está la lealtad a la patria.
En este sentido, la acción de Cárdenas Solórzano significa no solo una renuncia al PRD, sino además que una de las figuras más respetadas y valoradas positivamente dé la espalda al sistema de partidos.
Vemos —como mostró y demostró la estampida de panistas dignos y honestos durante el sexenio pasado— que estas instituciones cuentan cada vez con menos figuras de manos limpias y reconocida honestidad, capaces de mirar a la cara al electorado.
Ahora no solo en las jornadas electorales, sino en la vida interna de los partidos, en su quehacer gubernamental y en su escasa interacción con la sociedad, los ciudadanos advierten que se van convirtiendo cada vez más en siglas sinsentido carentes de los ideales, la altura de miras y la visión de Estado que en lustros anteriores pudieron presumir. Se trata de una señal de alerta para los partidos, de un “renovarse o morir” urgente y necesario.
Pero, sobre todo, estamos ante una bandera que ondea en el horizonte de 2015: México avanza hacia las elecciones intermedias con partidos cada vez más huecos y más alejados de una sociedad a la que solo los proyectos cívicos y los líderes comunitarios de conocida probidad pueden ver a la cara, sobre todo cuando sus consciencias no están atadas por ideologías ni militancias, pero sí son guiadas por un genuino sentido de servicio.
Más allá de las cifras, queda claro que la figura del tres veces candidato a la Presidencia de la República se había convertido en estos años en un líder moral no solo del PRD, sino de un amplio sector de mexicanos politizados y comprometidos con cambiar a México. Se trata, además, de un testimonio que se agradece porque deja un precedente valioso y una enseñanza: por encima de la lealtad a unas siglas partidistas, está la lealtad a la patria.
En este sentido, la acción de Cárdenas Solórzano significa no solo una renuncia al PRD, sino además que una de las figuras más respetadas y valoradas positivamente dé la espalda al sistema de partidos.
Vemos —como mostró y demostró la estampida de panistas dignos y honestos durante el sexenio pasado— que estas instituciones cuentan cada vez con menos figuras de manos limpias y reconocida honestidad, capaces de mirar a la cara al electorado.
Ahora no solo en las jornadas electorales, sino en la vida interna de los partidos, en su quehacer gubernamental y en su escasa interacción con la sociedad, los ciudadanos advierten que se van convirtiendo cada vez más en siglas sinsentido carentes de los ideales, la altura de miras y la visión de Estado que en lustros anteriores pudieron presumir. Se trata de una señal de alerta para los partidos, de un “renovarse o morir” urgente y necesario.
Pero, sobre todo, estamos ante una bandera que ondea en el horizonte de 2015: México avanza hacia las elecciones intermedias con partidos cada vez más huecos y más alejados de una sociedad a la que solo los proyectos cívicos y los líderes comunitarios de conocida probidad pueden ver a la cara, sobre todo cuando sus consciencias no están atadas por ideologías ni militancias, pero sí son guiadas por un genuino sentido de servicio.
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