Por los servicios a la patria michoacana, visionario y
emocionalmente inteligentísimo, al comisionado Alfredo Castillo le
tendrían que dar por lo menos un crédito blando de Grupo Higa. O un
financiamiento del banco del góber Duarte de Chihuahua. O un
BMW con alas de murciélago, como el que usó don Raúl Salinas de Gortari,
con el cual nos humilló con su aplomo de papaloy de verdad.
Cuando uno creía que el hermano incómodo había superado la crisis de la
edad, su síndrome de Peter Pan supera cualquier fantasía de chavorruco en éxtasis.
Es una lástima que el gobierno federal haya caído en la provocación del “círculo rojo” para quedar bien con los sospechosistas que todo lo politizan, para finalmente darle crank a tan distinguido y fino licenciado. Sobre todo porque estoy seguro de que en cualquier momento le iba a echar la culpa a Hipólito Mora y al doctor Mireles de la muerte del fiscal Niesman en Argentina, ahora que en una jugada de Capablanca, aparentemente inspirada en la lógica irrebatible de Murillo Karam, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha dicho que el caso es un compló contra de su gobierno al ritmo de “no tengo pruebas, pero lo sé”.
Si te late es tuyo, si no, nunca lo fue.
Sería de esperar que dada su popularidad y notable talento debidamente acreditado en los casos Paulette, la explosión de Pemex y la Lady Profeco —ahí donde ha prosperado la justicia poética—, don Alfredo siga los pasos de ese enorme politólogo llamado Cuauhtémoc Blanco que, con el apoyo del PSD (¿todavía existe?), es precandidato para la alcaldía de Cuernavaca, una ciudad que a fuerza de cuatemiñas y albures por supuesto dejará de ser la de la “eterna balacera”.
Sí, aunque Lagrimita diga que hay improvisados usurpando funciones.
Por vía de mientras, el hombre se fue con toda dignidad (al menos no le aplicaron la melodramática terapia de choque que el demócrata Navarrete le dio a Encinas) diciendo que en la vida hay aciertos y errores, que ya lo juzgará la historia (la oficial, sin duda, lo absolverá), con la tranquilidad del trabajo realizado por los michoacanos que cada vez viven en una tranquilidad tipo Suiza.
¡Y sin agarrar a La Tuta!
jairo.calixto@milenio.com
www.twitter.com/jairocalixto
Es una lástima que el gobierno federal haya caído en la provocación del “círculo rojo” para quedar bien con los sospechosistas que todo lo politizan, para finalmente darle crank a tan distinguido y fino licenciado. Sobre todo porque estoy seguro de que en cualquier momento le iba a echar la culpa a Hipólito Mora y al doctor Mireles de la muerte del fiscal Niesman en Argentina, ahora que en una jugada de Capablanca, aparentemente inspirada en la lógica irrebatible de Murillo Karam, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha dicho que el caso es un compló contra de su gobierno al ritmo de “no tengo pruebas, pero lo sé”.
Si te late es tuyo, si no, nunca lo fue.
Sería de esperar que dada su popularidad y notable talento debidamente acreditado en los casos Paulette, la explosión de Pemex y la Lady Profeco —ahí donde ha prosperado la justicia poética—, don Alfredo siga los pasos de ese enorme politólogo llamado Cuauhtémoc Blanco que, con el apoyo del PSD (¿todavía existe?), es precandidato para la alcaldía de Cuernavaca, una ciudad que a fuerza de cuatemiñas y albures por supuesto dejará de ser la de la “eterna balacera”.
Sí, aunque Lagrimita diga que hay improvisados usurpando funciones.
Por vía de mientras, el hombre se fue con toda dignidad (al menos no le aplicaron la melodramática terapia de choque que el demócrata Navarrete le dio a Encinas) diciendo que en la vida hay aciertos y errores, que ya lo juzgará la historia (la oficial, sin duda, lo absolverá), con la tranquilidad del trabajo realizado por los michoacanos que cada vez viven en una tranquilidad tipo Suiza.
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