Rynosuke Akutagawa 1892 - 1927 |
Apuntes para un viejo amigo
Con amigos |
Probablemente nadie que intente el suicidio, como Reigner muestra en uno de sus cuentos, tiene clara conciencia de todos sus motivos. Los cuales generalmente son muy complejos. Por lo menos en mi caso está impulsado por una vaga sensación de ansiedad, una vaga sensación de ansiedad sobre mi propio futuro.
Aproximadamente
en los últimos dos años, he pensado solo en la muerte, y con especial
interés he leído un relato que trata sobre este proceso. Mientras el
autor se refiere a esto en términos abstractos, yo seré lo mas concreto
que pueda, incluso hasta el punto de sonar inhumano. En este punto yo
estoy moralmente obligado a ser honesto.
En
cuanto al vago sentido de ansiedad respecto de mi futuro, creo que lo
he analizado por completo en mi relato, La vida de un loco, excepto por
el factor social, llamémoslo la sombra del feudalismo, proyectada sobre
mi vida. Esto lo omití a propósito, al no tener la certeza de poder
clarificar realmente el contexto social en el cual viví.
Una
vez tomada la decisión de suicidarme (yo no lo veo en la forma en que
lo ven los occidentales, es decir como un pecado) me resolví por la
forma menos dolorosa de llevarlo a cabo. Excluí, por razones prácticas y
estéticas, la posibilidad de ahorcarme, dispararme un tiro, saltar al
vacío u otras formas de suicidio. El uso de drogas me pareció el camino
más satisfactorio. Y por el lugar, tendría que ser mi propia casa,
cualquiera sean los inconvenientes para mi familia. Como una suerte de
trampolín, al igual que Kleist y Racine, pensé en la compañía de una
amante o un amigo, pero habiendo elevado la autoconfianza, decidí seguir
adelante solo. Y la última cosa a considerar, fue asegurarme una
perfecta ejecución, sin el conocimiento de mi familia. Después de unos
meses de preparación me convencí de la posibilidad de realizarlo.
Nosotros
los humanos, siendo animales humanos, tenemos un miedo animal a la
muerte, la así llamada vitalidad no es otra cosa que fuerza animal. Yo
mismo soy uno de esos animales humanos. Mi sistema parece gradualmente
haberse liberado de esa fuerza animal, teniendo en cuenta el poco
interés que me queda por el alimento y las mujeres. El mundo en el que
estoy ahora es uno de enfermedades nerviosas, lúcido y frío. La muerte
voluntaria debe darnos paz, si no felicidad. Ahora que estoy listo,
encuentro la naturaleza más hermosa que nunca, paradójico como suene. Yo
he visto, amado, entendido más que otros, en ésto tengo cierto grado de
satisfacción, a pesar de todo el dolor que hasta aquí he soportado.
P.S:
Leyendo la vida de Empédocles, me dí cuenta de cuán antiguo es el deseo
de uno de convertirse en Dios. Esta carta, en cuanto a mi concierne, no
intenta esto. Por el contrario, yo me considero uno de los hombres más
comunes. Vos debés recordar esos días, veinte años atrás, cuando
discutimos Empédocles sobre el Etna bajo los árboles de tilo. En esos
tiempos yo era uno de los que deseaba convertirse en Dios.
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