A juzgar por su trayectoria desde que inició labores en Imevisión, Carmen Aristegui Flores tuvo (en algún momento) una ruptura fuertemente ideologizada y entonces ya no aspiró a ser periodista, sino heroína de la lucha de clases.
Hoy muchos la conocen como la “periodista incómoda” o como la “portadora de la verdad”. Pero muy pocos saben que en 1987 ella trabajó en la Secretaría de Información y Propaganda del CEN del PRI, bajo las órdenes de Dionisio Pérez Jácome; que un año después participó en la campaña presidencial de Carlos Salinas de Gortari y que en aquellos tiempos nunca se destacó por enfrentar al gobierno en turno.
Aristegui promocionaba las ventajas que obtendría nuestro país con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, durante sus intervenciones en Monitor Financiero, programa del señor Efrén Flores.
Entonces, ¿qué pasó con Carmen? Lo mismo se pregunta la columnista Fátima Ibarrola, quien este 17 de marzo publicó al respecto:
Por ser tema de interés general, no podemos dejar pasar el caso “Carmen Aristegui Vs. MVS”. Conocí a Carmen a finales de los 80´s, principios de los 90´s, co-conducía el programa Monitor Financiero de Efrén Flores en Imevisión, era una muchacha abocada a empaparse en los temas financieros, leía siempre, en todo momento.
Luego estuvimos en el noticiero matutino Imevisión Informa junto a Javier Solórzano. Fue cuando Carlos Salinas vendió frecuencias y bienes de lo que era Corporación Mexicana de Radio y Televisión convertida en TV Azteca. Ante nuestro despido por parte del dueño de Elektra, cada quien tomó su camino. No sé en qué momento Carmen tomó una posición crítica ante los gobiernos en turno, pues no seguí su carrera, pero siempre reconocí su capacidad para ir en ascenso y teniendo un nicho de radioescuchas y televidentes muy amplio…
El extrañamiento de Ibarrola, antigua compañera, no debería sorprender pues Aristegui en dicha época era tan complaciente (cual reportera de espectáculos) que incluso entrevistó a Emiliano Salinas, hijo de Carlos Salinas, proyectándolo como promesa de la juventud mexicana. Así lo atestigua el autor Alberto Tavira con su libro “Los Salinas. Retratos de los Cachorros del Poder”, presentado en noviembre de 2014:
En sus primeras apariciones públicas como habitante de la residencia oficial de Los Pinos de 1988 a 1994, en entrevista realizada por una también joven Carmen Aristegui, el muchacho de apenas 17 años muestra los primeros indicios de cierta conciencia social: “Yo estoy contento con la juventud mexicana. Y algo que me gusta mucho es que siento que la juventud está participando más en la vida política del país”, dijo Emiliano junto a un padre sonriente y orgulloso por lo que acababa de decir su hijo.
De nuevo la pregunta: ¿qué pasó con Carmen? Nadie excepto ella misma sabe, pero si bien es cierto que luego del 2000 recibió mejores ofertas de trabajo, su desempeño como periodista de medios electrónicos empezó a cambiar drásticamente. Desapareció la ética que en abril de 1995, Aristegui expresaba a José Antonio Fernández de la Revista Telemundo:
- Fernández: ¿Se vale que un conductor esté del lado de un partido político o hay que ser objetivos?
- Aristegui: Yo creo que no se vale estar del lado de un partido político. Puedes tener una preferencia ciudadana, pero el mayor reto es que no pervierta tu oficio porque estará en perjuicio de tu propia actividad.
- Fernández: ¿Al público no le gusta que tomes partido?
- Aristegui: No, definitivamente no, porque te vuelves totalmente predecible. Se pierde el encanto del periodismo... se vuelve proselitismo.
Jajajaja, ¡quién la oyera decir eso!
Quién hubiera imaginado que esa incipiente reportera de temas políticos (pues fue alejándose cada vez más de los financieros) pugnaría en lustros ulteriores por algo que ella denomina “el derecho a la suspicacia”.
Y así perdió su rigor periodístico. Pues cuando fungía como entrevistadora complaciente con los Salinas, al menos respetaba uno de los principios básicos del periodismo que es informar sin apasionamientos y sobre todo, sin alterar los datos recabados para imprimir un sesgo.
Ahora Carmen Aristegui es el vivo ejemplo de lo que no debe hacer un/una periodista. Olvidó que hacer periodismo no es hacer diatriba. Olvidó que no es lo mismo criticar que calumniar; que no es lo mismo investigar un asunto que especular sobre ello.
Pero lo peor que pudo hacer con su trabajo diario fue contaminarlo con ideologías políticas, particularmente marxistoides. Aristegui a todas luces aplica la máxima allendista:
La objetividad no debería existir en el periodismo porque el deber supremo del periodista de izquierda no es servir a la verdad, sino a la revolución.
Y vaya que ha servido a las causas izquierdistas de este país, empezando por las lopezobradoristas.
El escritor Marco Levario Turcott ya documentó ampliamente las tropelías periodísticas de la susodicha, en un libro titulado “El periodismo de ficción de Carmen Aristegui” y allí se puede leer un recuento cabal de sus violaciones al código deontológico del periodismo. Pero aún más, sus desencuentros con empresas como Grupo Imagen, W Radio y MVS Radio.
Si analizamos la postura que Aristegui ha adoptado frente a sus empleadores, no es digamos, normal. Ha tratado de imponer sus propias reglas. Algunos dirán que es una periodista fuera de serie, que tiene razones para exigir tanto, etc. En otros países también hay periodistas famosos y muy respetados y no crean los problemas que Aristegui ha dado a sus propios jefes.
¿Qué lleva entonces a Carmen a ser como es?
Primero.- El enarbolamiento de lucha contra algo que en marxismo se conoce como enajenación del trabajo. Esta figura supone que el trabajo es una actividad alienada y alienante, una actividad que es “para otro” porque le pertenece a quien paga el salario. De esta manera es el capitalista el que, con la apropiación del producto trabajado, se apropia de la actividad de sus trabajadores. Además, el objeto (o servicio) producido se vuelve contra su creador puesto que sirve para enriquecer al capitalista y para aumentar su poder sobre el proletario. Así, la actividad productiva se convierte en una actividad realizada bajo “dominación, coerción y el yugo de otro hombre”.
El anterior es un pensamiento enfermo, que siembra conflictos entre un empleado y su empleador porque genera una visión de “abuso” que no siempre existe y le hace creer al trabajador que es víctima eterna de su patrón.
La postura de Carmen Aristegui es evidente: busca tener el control absoluto de su trabajo, pasando por encima de los intereses de quienes la contratan; no se pretende que Carmen sea sumisa, simplemente sensata. Los dueños de W Radio la acusaron en 2008, entre otras cosas, de no respetar los tiempos comerciales, ¡los cuales proveen de ingreso económico a la empresa! ¿Tan difícil es de entender? Y recientemente en MVS fue despedida por utilizar el nombre corporativo (que no le pertenece) para un emprendimiento personal.
Aristegui se sintió dueña de MVS Radio y abusó (ella sí) de la confianza de sus empleadores. Quiso apropiarse de un activo ajeno. Y eso es un acto comunista en todo su esplendor… es un ataque a la propiedad privada.
Y ahora, por si fuera poco, Aristegui declara que “dará la batalla” contra MVS. Aristegui Flores dice que su despido es un atentado contra su “libertad”. ¡¿Qué?! ¿Un atentado contra su libertad para disponer a gusto de lo que no es suyo?
Reitero: eso es un acto COMUNISTA descarado. Pero con fructíferos efectos sociales ya que siempre lo “políticamente correcto”, aunque sea mentira, termina siendo popular y atractivo.
Segundo.- Como expuse al principio, Aristegui decidió, en algún momento de su vida, dejar de actuar como periodista para convertirse en una especie de heroína de la lucha de clases. Una voz que por antonomasia se pone del lado de los pobres y que endulza sus oídos despotricando (selectivamente) contra los ricos y el gobierno, tendrá más simpatías que una voz imparcial. De eso se dio cuenta Aristegui: reditúa más lucrar con el resentimiento que con la prudencia (¡característica sobresaliente del marxismo!). Ergo, es tan querida entre su público. Y repito, entre su público, pues afortunadamente no todo México es público de Carmen Aristegui.
Sus lectores, sus radioescuchas, comparten con ella un lazo afectivo. No racional. Argumentan que Aristegui dice lo que nadie quiere oír, pero el secreto de su éxito es decir lo que sus admiradores quieren oír y de forma perpetua.
Como prueba sólo basta leer “Transición”, libro que Aristegui lanzó con el fotógrafo Ricardo Trabulsi. El articulista Fernando García Ramírez hizo una crítica de esta obra que reúne 26 entrevistas (realizadas por Aristegui) a lo largo de 30 años. Expuso:
El lector, este lector, no agradece la actitud servil de Carmen Aristegui ante algunos de sus entrevistados (…) Con algunos Aristegui es incisiva, suspicaz y severa. A Diego Fernández de Cevallos, por ejemplo, lo cuestiona sobre su desaparición de los medios de comunicación luego de haber ganado el debate de 1994: “¿Y no mientes cuando dices que después del debate no te escondiste?” En cambio, a otros, como a Andrés Manuel López Obrador, a propósito de la aprobación unánime de la llamada “Ley Televisa” pocos meses antes de las elecciones de 2006, los deja decir cosas como la siguiente a propósito del voto perredista a favor de esa ley: “[votaron así] porque son libres [...] Además, por lo general a mí no me consultan”. Así, la entrevistadora emplea dos raseros: con unos se muestra como periodista, con otros como “compañera de ruta”. ¿Con quiénes sí y con quiénes no? Sí con los que son afines a su ideología.
Fuentes:
- Entrevista al escritor y periodista Marco Levario Turcott:
- Entrevista a Carmen Aristegui en 1995:
- Resumen del libro “Los Salinas. Retratos de los cachorros del poder” de Alberto Tavira:
- Crítica a la obra “Transición” de Carmen Aristegui y Ricardo Trabulsi:
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