El mono pensante en la antinaturaleza
Ignoramos hoy por hoy si entre millones de monos que han tenido que huir de selvas alguno ha tenido cierta mutación en la mente que le otorgue la capacidad pensante del humano.
Pero el hombre que limpia ventanas en el piso 83 del edificio tiene la certeza de que hay un ejemplar así en el vecindario. Lo ha visto saliendo de varios apartamentos con comida robada. Incluso alguna vez le ha compartido a ingerir un pollo con champagne. El simio es hábil y elige diferentes apartamentos para que no resulte en exceso notoria la desaparición de la comida. Al hombre le simpatiza la amistad del animalito y no lo denuncia aún en riesgo de lo culpen a él. Si lo despidieran tendrían sus empleadores que conseguir un latino valiente como él y la mayoría de éstos ya tienen empleo.
Transcurren días de Brooklyn. Días que son más largos que en el resto del planeta. El hombre advierte que su amigo el simio está triste. Lo lleva al zoológico y lo cuela para llevarlo a la jaula donde viven sus iguales pues supone que el compañero padece soledad. Pero el primate reacciona con deseperación al ver presos a su especie. Implementan la fuga. Regresan a la selva. Casi todos viven felices pero algunos changos extrañan Brooklyn.
No soy de aquí ni soy de allá
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