Virgilio Andrade, secretario de la Función Pública, comenzó el camino hacia su infierno. Hace unos días declaró que este año dará a conocer si alguna de las empresas del Grupo Higa, propiedad de Juan Armando Hinojosa, uno de los hombres más cercanos al presidente Enrique Peña Nieto, recibió trato preferencial en la adjudicación de contratos que prueben si en la operación de compra y venta de la casa blanca existió un conflicto de interés. La investigación no tocará jurídicamente al presidente, porque aún si lo hubo, el responsable legal no sería él sino aquellos involucrados en las licitaciones. Esto, por supuesto, no resuelve el cáncer central que aqueja al presidente, el de la ilegitimidad, porque este es un tema eminentemente político.
Peña Nieto viene arrastrando el tema de la casa blanca desde la campaña presidencial, cuando su equipo de campaña fue alertado que en el primer debate presidencial en mayo de 2012, el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, iba a ventilarlo. Desde entonces sabía el entorno de Peña Nieto que la información la había dado el entonces jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, y que quien sacó la información confidencial de los archivos de la ciudad de México sobre la operación inmobiliaria, fue Héctor Serrano, que repitió como secretario de Gobierno. Peña Nieto iba preparado para responder. En el bolsillo de su saco llevaba copias de la documentación y del pago de impuestos de la casa blanca, apenas en construcción.
Pero López Obrador no dijo nada en ese debate ni en el segundo, en junio. Irónicamente, cuando hizo público la existencia de esa casa fue el 25 de julio, semanas después de la elección, durante un discurso cuyo video de dos minutos con 31 segundos subió @radioamlo a YouTube, donde invitaba a Peña Nieto a discutir en público sobre el dinero que tenían, sus bienes, cómo los habían obtenido, y quién compró votos y la elección presidencial. Se trata, dijo, de un intercambio de puntos de vista, no debate, porque señaló que tenía muchas cosas qué preguntar, como los viajes a Miami, la casa en Las Lomas donde vive, con un costo “aproximado de 30 millones de pesos”, y qué tenía que ver esta propiedad con Televisa.
Nunca supo el equipo de Peña Nieto porqué López Obrador no ventiló el tema en los debates presidenciales. El candidato de la izquierda tenía ideas generales de lo que había en la fortuna de su rival en ese entonces, pero no necesariamente el dato concreto. La señora Rivera, no Peña Nieto, era quien tenía el condominio en Miami, a donde viajaba regularmente en aviones proporcionados por Mario Vázquez Raña, presidente de la Organización Editorial Mexicana, fallecido recientemente. La casa donde está involucrada Televisa –valuada en 27millones de pesos- es de Rivera, sobre Paseo de las Palmas, en las Lomas de Chapultepec, y quería conectarla con una nueva casa construida en la parte posterior, sobre la calle Sierra Gorda.
Peña Nieto fue quien pidió a Hinojosa que la casa se pusiera a nombre de una de las empresas del Grupo Higa –Ingeniería Inmobiliaria del Centro-. Esa propiedad, llamada la casa blanca, fue motivo de la investigación del equipo de investigación de MVS Radio bajo el mando de la conductora Carmen Aristegui, con el respaldo de la plataforma de periodismo latinoamericano Connectas, vinculado a algunas de las organizaciones de periodismo de investigación más importantes del mundo, y el Internacional Center for Journalists, que tiene soporte financiero de las fundaciones Knight –involucrada hace años en promover la calidad del periodismo latinoamericano- y Gates.
Nadie prestó atención a López Obrador cuando mencionó las propiedades de Peña Nieto en 2012. Pero cuando la primera dama dio una entrevista de la revista ¡Hola!, publicada en mayo de 2013, el periodista Rafael Cabrera, intrigado por las fotografías, empezó una investigación de la casa privada de la pareja, que se publicó en noviembre pasado. Las fotografías que acompañaron la investigación pertenecían al render –imágenes digitales en tercera dimensión- del arquitecto del proyecto, Miguel Ángel Aragonés, que no es arquitecto titulado y que se peleó con Rivera antes de publicarse la investigación. Aragonés, que no construyó la casa, retiró las imágenes de su página web después de estallar el escándalo.
Estos detalles, que están fuera de las atribuciones de Andrade, conforman la línea de tiempo de uno de los golpes políticos más exitosos que se han dado en México. La ironía es que si Peña Nieto sabía que la información de la casa blanca estaba en las manos de sus adversarios, no buscara resolver el tema del conflicto del interés que ello implicaba y evitar que la percepción negativa lo arrollara. Ni le prestó atención ni hizo su cálculo político. Política y periodismo se convirtieron en su tsunami.
El secretario Andrade debe hacer el cálculo que no hizo su jefe, porque la casa blanca tiene un campo sembrado de víctimas. La primera dama está anulada como activo de la Presidencia; Hinojosa ha reducido en 50% su nómina por la cancelación de contratos. El trabajo de Andrade se limita a las licitaciones, no al contexto político que contamina el caso, pero podría minimizar el daño contra él si encuentra irregularidades y procede contra los responsables. Es decir, si la encomienda presidencial no es una pantomima y él, una pieza más de sacrificio.
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