lunes, 9 de marzo de 2015

Salvador García Soto - Cacarear las reformas

La instrucción del presidente Enrique Peña Nieto a su gabinete, de salir a “cacarear” sus reformas estructurales e informar “los avances en su implementación”, no es otra cosa que el intento del gobierno federal por recomponer su desastrosa agenda de comunicación —tras la salida de David López y el control total que tomó Aurelio Nuño de esa área— y retomar el discurso oficial que se vio abruptamente interrumpido desde el 26 de septiembre de 2014, fecha en que secuestraron y mataron a 43 normalistas de Ayotzinapa.

Justo cuando ocurrió esa tragedia, que se convirtió en un escándalo internacional, que puso en entredicho al gobierno mexicano y su capacidad para brindar seguridad y justicia a sus habitantes, la administración de Peña Nieto estaba en plena “luna de miel” por la aprobación de las leyes secundarias de sus reformas estructurales y se dedicaba a promover, con una fuerte campaña publicitaria, “los beneficios” económicos y el supuesto bienestar que las nuevas leyes traerían con anuncios espectaculares como el del nuevo aeropuerto de la ciudad de México, obra faraónica con la que la imagen presidencial comenzaba a repuntar en la última semana de septiembre del año pasado.








Pero la terca realidad de la violencia del narcotráfico, la corrupción y la ausencia de legalidad que priva en buena parte del país, la misma que el gobierno peñista había dejado de lado, emocionado y embebido como estaba en su propaganda de que “estamos moviendo a México”, se hizo presente en Iguala y convirtió a los 43 jóvenes normalistas masacrados en la ignominia que nos recordó que un país tan complejo como este no se gobierna sólo por spots y que la realidad, por más optimista que se pinte en la propaganda oficial, no puede cambiarse ni manipularse. Dos meses después, cuando el horror de Ayotzinapa ya era uno de los temas más recordados por los mexicanos como ejemplo de violencia y descomposición, llegó el escándalo de la Casa Blanca de Las Lomas de la esposa del presidente y los niveles de credibilidad y confianza del gobierno se fueron por los suelos.
A ese punto es a donde pretende volver Peña Nieto con la orden difundida ayer por la presidencia para que los secretarios de Estado salgan a partir de esta semana a “divulgar los avances en la implementación de las reformas aprobadas durante la actual administración”. Veremos desfilar a los titulares de las dependencias involucradas en las principales reformas hablando de “acciones” y de programas para aterrizar reformas como la energética, de telecomunicaciones, laboral y hasta la fiscal.
Y aquí surge una interrogante: ¿Qué va a informar Luis Videgaray sobre “beneficios” o “avances” de la cuestionada y repudiada reforma fiscal? ¿Va a decir que su reforma disminuyó el consumo en el país y está afectando a toda clase de empresas, desde las pequeñas, hasta las medianas y las más grandes que se quejan de las nuevas cargas impositivas y la eliminación de deducciones golpearon y debilitaron al mercado interno? ¿Dirá que la mayoría de los contribuyentes están más que molestos con el incremento en sus impuestos y la disminución de su poder adquisitivo? ¿Hablará Videgaray del repudio que provoca entre los empresarios de todo el país el actual esquema fiscal que además se impuso como obligatorio por el resto del sexenio? ¿Dirá que su reforma fiscal ha sido uno de los factores que han desacelerado la economía del país y ha contribuido a que por segundo año consecutivo estén cayendo las expectativas de crecimiento y el panorama futuro se vea pesimista?
Tal vez pueda entenderse que algunos secretarios, como el de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, o el de Comunicaciones, Gerardo Ruiz Esparza, tendrán “avances” que informar y que hablarán de importantes inversiones que están en marcha aunque sus beneficios todavía tardarán en sentirse para la mayoría de los mexicanos; o que aun Emilio Chuayffet, con todo y su debilidad y tibieza, para enfrentar casos como el de la CNTE en Oaxaca, Guerrero y Michoacán, pueda hablar de algunos logros iniciales de la reforma educativa, incluso que Alfonso Navarrete pueda exaltar los beneficios del nuevo marco laboral; pero el doctor Videgaray, el funcionario más repudiado del gabinete, el que tiene a la economía del país al borde permanente de la recesión y a empresarios, trabajadores, profesionistas, amas de casa y empleados con un pie en el cuello y al borde de la asfixia, ¿qué puede cacarear de su nefasta reforma?




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