Cuando el presidente reconoció, varios
meses después, lo que han dicho en todos los tonos posibles muchos
mexicanos: que el país vive una crisis de credibilidad y confianza, lo
que hizo en realidad fue entonar un ‘mea culpa’ con el que aceptó la
responsabilidad en el desánimo social provocado por la falta de logros
en su administración, la inseguridad y violencia reflejada en casos como
la tragedia de Ayotzinapa, y las sospechas de corrupción que han tocado
a su círculo cercano.
Antes de partir a Londres, y ante la
prensa extranjera, Enrique Peña Nieto confirmó lo que días antes dijeron
sus asesores y voceros, desde el jefe de la Oficina de la Presidencia,
Aurelio Nuño, hasta el presidente del PRI, César Camacho, quienes
admitieron la “crisis de credibilidad” y el “hartazgo social”, que ya
era evidente con el derrumbe de la popularidad presidencial y de la
intención del voto del partido oficial.
“Hoy hay, sin duda, una sensación de
incredulidad y desconfianza (…) Ha habido una pérdida de confianza y
esto ha demostrado suspicacia y dudas”, dijo Peña Nieto. Pero a
diferencia de sus asesores, en concreto de Aurelio Nuño, quien, en tono
soberbio dijo que “no vamos a ceder aunque la plaza pública pida sangre y
espectáculo ni a saciar el gusto de los articulistas”, el presidente
habló de “reconsiderar” el rumbo de su administración.
El presidente habló de cambios en su
gabinete, aunque no concretó cuáles ni en qué momento; pero después de
una declaración como la que hizo, donde reconoce que “aún estamos a
tiempo de dar resultados”, la lógica política y la más elemental
congruencia, diría que el siguiente paso de Peña Nieto tendría que ser
un “golpe de timón”. Y eso pasa, necesariamente, por lo que ha negado y
resistido el cinismo y el autismo que rodea al presidente: un rediseño
total de su equipo y un cambio de fondo en su estrategia de gobierno.
Si el presidente habla de “dar
resultados” es claro que la falta de éstos, en ámbitos como el económico
y el social, fue lo que llevó a su administración a una de las peores
crisis que se recuerden antes de la mitad de un sexenio. Falta de
crecimiento económico, irrupciones sociales en varios estados,
inseguridad y violencia del narcotráfico y sospechas de corrupción que
tocan directamente a la casa presidencial, no se resolverán con cambios
“de maquillaje” ni con demagogia discursiva.
El viernes, a su regreso de Londres,
Peña Nieto tendrá la primera oportunidad de mostrar que tan honesto fue
su ‘mea culpa’. Ese día se vence el plazo para que su director de
Comunicación Social, David López, hoy candidato a diputado plurinominal
del PRI, presente su renuncia. Las versiones que se escuchan es que el
cargo podría asumirlo el actual vocero presidencial, Eduardo Sánchez, lo
que sería confirmar el poder y la influencia de Aurelio Nuño, o que el
presidente podría optar por comunicadores de mayor experiencia y
trayectoria como José Carreño Carlón, actual director del Fondo de
Cultura Económica, u Otto Granados Roldán, actual embajador en Chile,
ambos exvoceros de Carlos Salinas de Gortari.
La comunicación ha sido una de las
muchas fallas del gobierno peñista y, aunque no es la más grave, de la
decisión que tome el presidente en esa área se verá si realmente habrá
“cambio de rumbo”. Ese sería apenas un primer paso, el otro sería saber
si sigue habiendo “intocables” e “inamovibles” en su gobierno como el
polémico Luis Videgaray, el renunciante Miguel Osorio Chong y el
soberbio Aurelio Nuño. ¿Qué sigue después del ‘mea culpa’?
NOTAS INDISCRETAS
Que tan fuertes estarán los intereses
que rodean a la próxima privatización de los ingenios que a un
particular, que se presentó ante el FEESA para buscar un acuerdo en el
que le paguen una compensación por el embargo dictado a su favor por un
juez de los terrenos donde se asienta el ingenio Plan de San Luis, el
director Corporativo y Jurídico del organismo, José Manuel Razo, le
respondió con una amenaza: “Si llegas a promover un trámite contra la
venta te haremos caer todo el peso del estado en tu contra”, dijo el
funcionario al particular que se atrevió a reclamar lo que le
corresponde conforme a derecho. ¿Esa será la tónica con la que Carlos
Rello venderá los 9 ingenios en manos del gobierno?…Los dados mandan
Serpiente. Caída libre.
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