martes, 17 de marzo de 2015

Tepozteco - Contestando a Alexjandro

CONTESTANDO A ALEXJANDRO.
POR TEPOZTECO.

Empezaré con sus palabras:

 “7.- Finalmente, eso de su “conocimiento científico” del diseño divino termina por explicarlo todo. Las 15 páginas de respuesta a Sarmiento me parecen pocas, en función de su incapacidad para presentar una idea de manera concisa. Todos sabemos que Tepoz confunde cantidad con calidad. Se lo han señalado diversos foristas pero la terquedad es a
prueba de todo.
El “diseño divino” es irrebatible porque así son las convicciones religiosas. Los dogmas no admiten dudas.
Ahora entiendo el por qué tanta cerrazón”.

En este inciso 7 (último que me resta contestar), nuevamente, sin darse cuenta (lo extraño sería que sí supiera), demuestra su total ignorancia sobre un tema que pretende conocer y no ha logrado ni siquiera entender, a pesar de la breve explicación que expuse, recientemente, sobre el pensamiento científico actual en relación con la polémica sobre la existencia de Dios.







Consciente de la crítica que me espera de su parte y sabiendo, por experiencia, que el dicho: “a buen entendedor, pocas palabras”, está muy lejano de poder aplicarse en su caso, me extenderé sobre este particular para demostrar, sin lugar a dudas, quién tiene la mente cerrada a nuevas explicaciones, opina sobre algo que desconoce totalmente (como si supiera) y expresa, por consiguiente, conclusiones absurdas: como “diseño divino” (una perla inapreciable si con ella pretendemos describir la filosofía del diseño inteligente), quedando, por consiguiente, en un completo ridículo, como espero, estará de acuerdo, si es que logra entender todo lo siguiente:

Hace muchos años, cuando los primeros científicos empezaron a demostrar los errores difundidos por la iglesia sobre la conformación del Universo, la posición de la Tierra en el mismo, su antigüedad, etc., entre la mayoría de los que continuaron por ese camino empezó a generalizarse la idea de que también debía ser errónea la creencia de un Dios, creador de todas las cosas y que, con el avance de la ciencia, se podría demostrar el origen natural de todo lo existente.

Durante todo ese tiempo, era solamente cuestión de fe, el creer o no creer en Dios pues, ninguno de los dos bandos podía demostrar el tener la razón. Entre los ateos se encontraban muchos de los científicos, quienes suponían que, con nuevos descubrimientos, se iría demostrando el origen natural del Universo y de la vida.
A pesar de que esta situación ha cambiado drásticamente, también desde hace muchos años, con el avance de la ciencia, actualmente, muchas personas siguen aferradas tan solo a su fe, de lo uno o de lo otro, amparadas en su completa ignorancia sobre todo lo descubierto hasta la fecha. Ese es su triste caso, sus conocimientos sobre los argumentos utilizados en pro o en contra están completamente obsoletos aunque, solamente, algunos cientos de años.

Al irse conociendo más sobre los principios que rigen la creación y evolución del Universo, y el origen de la vida, con apoyo en las nuevas ciencias que fueron surgiendo al acumularse nuevos conocimientos, como son la cosmología, astroquímica, astrobiología, astrofísica de partículas, bioquímica y la biología molecular, entre varias otras; empezaron a surgir indicios claros de que, algunos fenómenos no podrían nunca explicarse por un origen natural, en consecuencia, necesariamente, eran debidos a la intervención de algo externo. De cualquier manera, todavía una gran parte de los hombres de ciencia continúa con la idea del origen natural, por lo tanto y hasta la fecha, se han generado continuas discusiones entre los dos bandos, cuyos argumentos ya no tienen nada que ver con la fe  ni con los “dogmas”, sino con el análisis de los fenómenos  y su explicación científica.

Estos descubrimientos dividieron el pensamiento científico en los grupos que mencioné en un escrito anterior.  Uno de ellos sigue sosteniendo el origen natural, otro relaciona la ciencia con la religión, otro más sostiene la necesidad de la existencia de un Dios, con argumentos puramente científicos, independientemente de cualquier creencia religiosa y, por último, otro grupo utiliza varios ejemplos para demostrar que no es posible admitir un proceso evolutivo aleatorio de prueba y error, sino que, forzosamente, se trata de un diseño inteligente, sin especificar quien lo pudo haber hecho
En un esfuerzo para tratar de que entienda los motivos que han llevado a algunos científicos a las conclusiones anteriores (completamente ajenos a los “dogmas”), le pondré algunos ejemplos, con las fuentes a las cuales podría consultar, si tuviera los conocimientos previos necesarios para comprenderlas.

La teoría aceptada actualmente sobre el origen del Universo es la del Big Bang, según la cual, se originó en un punto y se fue expandiendo (y lo sigue haciendo), generando todo lo conocido.  Dicha teoría tiene cierta semejanza con su  ignorancia sobre este tema pues: utilizando tan solo dos palabras: “diseño divino”, para referirse al Diseño Inteligente, logra exhibirla en toda su magnitud.
Existen varios libros en donde se describe, con suficiente amplitud, el origen y a evolución del Universo, de acuerdo con la teoría del Big Bang; uno de ellos, escrito por dos autores, no creyentes: Neil de Grasse Tyson y Donald Goldsmith, “Origins. Fourteen BillionYears of Cosmic Evolution”. Inicia su descripción de la siguiente manera:

“Hace unos 14 miles de millones de años (billones, para los americanos), al principio del tiempo, de todo el espacio, de toda la materia y de toda la energía, el Universo conocido cabía en la punta de un alfiler. El Universo era entonces tan caliente que las cuatro fuerzas de la naturaleza  que, colectivamente, lo describen, estaban fundidas en una sola. Cuando el Universo alcanzaba 10 elevado a la 50 potencia grados, y justo a los 10 elevado a la -43 potencia segundos de antigüedad (en el tiempo anterior  todas nuestras teorías sobre la materia y el espacio pierden su significado) se formaban espontáneamente “hoyos negros”, desaparecían y se formaban nuevamente, con parte de la energía contenida en el campo de fuerza unificado. En estas condiciones extremas, en las que se admite una física especulativa, la estructura del espacio y del tiempo se curvó severamente. Durante esta época, los fenómenos descritos por Einstein en su teoría general de la relatividad (la teoría moderna de la gravedad) y la mecánica cuántica (descripción de la materia en las escalas muy pequeñas) eran indistinguibles.

Conforme el Universo se fue expandiendo y enfriando, la gravedad se separó de las demás fuerzas. Un poco después, la fuerza nuclear “fuerte” y la “electro-débil” se separaron entre si; en un evento acompañado de una enorme liberación de la energía almacenada, que indujo un rápido  incremento en el tamaño del Universo: 10 elevado a la 50 potencia. Este rápido incremento se conoce como la “época de la inflación”; se estiraron y alisaron la materia y la energía, de tal manera que, cualquier variación en densidad entre una parte del Universo y la siguiente se volvió menor a una parte en cien mil.

Continuando hacia adelante, con la parte de la física ya confirmada en el laboratorio, el Universo estaba suficientemente caliente para que los fotones, espontáneamente, convirtieran su energía en pares de partículas de materia y antimateria, que inmediatamente se aniquilaban entre si, retornando la energía a los fotones. Por razones desconocidas, esta simetría entre materia y antimateria se “rompió” antes de la separación entre las fuerzas, lo cual dejó un pequeño exceso de materia sobre la anti-materia. Dicha asimetría era muy insignificante pero crucial para la evolución futura del Universo: por cada mil millones de partículas de antimateria, nacieron mil millones más uno de partículas de materia.

Al continuar enfriándose el Universo, la fuerza electro-débil se dividió en fuerza electromagnética y fuerza nuclear débil, completándose las cuatro fuerzas conocidas de la naturaleza. Al ir disminuyendo la energía los pares de partículas de materia y antimateria ya no podían crearse espontáneamente por parte de los fotones existentes. Todos los pares de partículas de materia y antimateria restantes se aniquilaron entre si, dejando un Universo con una partícula de materia ordinaria por cada mil millones de fotones y nada de antimateria. Si la asimetría entre materia y antimateria no hubiera existido, el Universo en expansión estaría compuesto, para siempre, por luz y nada más. Posteriormente,  aproximadamente en un periodo de tres minutos, la materia se convirtió en protones y neutrones, muchos de los cuales se combinaron para formar los núcleos de los átomos más simples. Mientras tanto los electrones libres dispersos entre los fotones crearon una sopa opaca de materia y energía.

Aunque, en el libro, continúa la descripción detallada de todos los cambios experimentados posteriormente en el Universo (incluyendo varios aspectos no explicados hasta la fecha), hasta llegar a su situación actual, para los fines de mi explicación, llegaré solo hasta el punto donde los electrones libres, al ser atraídos por los núcleos existentes, empezaron a formar los átomos más ligeros: hidrógeno, helio y litio y, posteriormente, todos los demás.

Hasta aquí, todo lo expuesto, con algunos detalles adicionales o diferentes, es aceptado por los científicos de todas las ideologías antes mencionadas.

A continuación reproduzco un párrafo de este libro, en el cual, quienes lo escribieron empiezan a reflejar su propio punto de vista, parodiando al Génesis: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra”: Según ellos:
 “En el principio estaba la física. La física describe como la materia, la energía, el espacio y el tiempo se comportan e interactúan entre si. La interacción de estos caracteres en nuestro drama cósmico abarca todos los fenómenos biológicos y químicos. Por consiguiente todo lo fundamental y familiar  a nosotros empieza y se mantiene debido a las leyes de la física”.

Si leyéramos con atención los párrafos anteriores, no es verdad que en un principio estuviera la física. Ellos mismos especifican que en el tiempo anterior a  10 elevado a la potencia -43 segundos de antigüedad (un lapso de tiempo tan pequeño que es muy difícil de imaginar): “todas nuestras teorías sobre la materia y el espacio pierden su significado”.

Todos los eventos anteriores  a ese tiempo carecen de explicación científica y entran en el campo de la metafísica y la filosofía, los cuales, trascienden las fronteras de esta ciencia aunque, posteriormente, será necesario incursionar un poco en los mismos.

La física, efectivamente, describe cómo se  comportan e interactúan la materia, la energía, el espacio y el tiempo, los fenómenos químicos y biológicos corresponden a otras ciencias. El poder describir actualmente la gran mayoría de los fenómenos físicos es el fruto de la investigación y la experimentación de los hombres de ciencia quienes, en el transcurso de los años, han ido adquiriendo cada vez más conocimientos sobre los mismos y los han expresado, en general, matemáticamente, en las denominadas como leyes físicas. Es evidente que las leyes que gobiernan el funcionamiento del Universo (y de todo los demás), necesariamente, ya existían en su principio, de otra manera, no podría haber evolucionado de acuerdo con las mismas

La primera gran pregunta que se han hecho, quienes se han dedicado al estudio de dichos fenómenos es: ¿Cómo se generaron las leyes de la física? En ninguna parte de la descripción del origen del Universo existe ningún indicio o explicación al respecto, y no es concebible que las partículas elementales, que era todo lo que existía en un principio, hayan diseñado las leyes que las gobiernan.

Esta es tan solo una de las grandes discrepancias entre los científicos que sostienen el origen natural de todo lo existente y los que aseguran la necesidad de un factor externo para explicarlo; algunos de ellos (los no creyentes), sencillamente (tal como lo hacen los autores de este libro), eluden cualquier explicación al respecto y dan por un hecho su existencia, como parte del proceso de evolución del Universo. Posición muy conveniente y completamente absurda para cualquier persona medianamente inteligente.

Escogí esta discrepancia por su importancia y porque en un libro, muy popular, en el cual, Stephen W. Hawking,  describe la manera en que ha ido aumentando la comprensión del Universo: A Brief Historry of Time (Una Breve Historia del Tiempo), publicado en 1988, considera a las leyes físicas como una creación de Dios:

“La ciencia ha descubierto un conjunto de leyes que, dentro de los límites impuestos por el principio de incertidumbre, nos explican cómo evolucionó el Universo con el tiempo, si conociéramos su estado en cualquier momento. Estas leyes pueden haber sido originalmente decretadas por Dios pero, aparentemente, desde entonces, él ha dejado que el Universo evolucione de acuerdo con ellas, sin su intervención”.

Cualquiera que haya leído el libro de este brillante científico, el más destacado entre los vivientes, reconocerá que expone sus conocimientos con sencillez, sin alardear de los mismos y de que se trata de un creyente,  por sus diversas alusiones a Dios en varias partes del mismo y, sobre todo, por su párrafo final:
“Sin embargo, si descubrimos una teoría completa, sería con el tiempo entendible, en principio, por cualquiera, no solo por unos pocos científicos. Entonces, todos, filósofos, científicos y la gente ordinaria, serían capaces de participar en la discusión de la pregunta del por qué el Universo y nosotros existimos. Si encontráramos su respuesta, sería el último triunfo del razonamiento humano, porque entonces comprenderíamos la mente de Dios”.

Ese libro se convirtió rápidamente en un gran éxito. En mayo de 1995 entró en la lista de The Sunday Times entre los más vendidos, durante 237 semanas, y batió el récord de 184 semanas. Esta hazaña está registrada en el Libro de Guiness de los Récords de 1998. Hasta el año 2002 se habían vendido 9 millones de ejemplares, desconozco la cantidad en el presente. Desde luego, podría asegurar, con suficiente certeza, que usted no lo leyó y, si acaso lo hubiera hecho, sin lugar a dudas (por lo que se desprende de sus palabras), no lo entendió, tal y como han confesado muchos de sus lectores.

La gran mayoría de los hombres de ciencia que se han destacado por sus contribuciones al avance de la ciencia han sido creyentes, entre ellos, el científico más distinguido de todos los tiempos, Albert Einstein, para quien  el hecho de que las leyes físicas pudieran expresarse matemáticamente era una constante fuente de admiración que provenía más allá del Universo físico, exponiendo al respecto: “Cualquiera que esté seriamente relacionado con la investigación de la ciencia estará convencido de que las leyes de la naturaleza manifiestan la existencia de un espíritu vastamente superior al de los hombres, y uno en cuya cara, nosotros, con nuestros modestos poderes, nos debemos sentir humildes”. No considero necesario seguir citando el pensamiento de más científicos sobre las leyes físicas, para no alargar todavía más este escrito.

Posteriormente, en 2010 (un poco más de 20 años después), Hawking escribió otro libro: The Grand Design (El Gran Diseño), en donde plantea argumentos sobre la creación de un Universo sin necesidad de la intervención de un Dios, en cuyas páginas presenta algunas expresiones incomprensibles en científico con sus conocimientos y trayectoria. Podrían parecer dos libros escritos por personas diferentes, tanto por sus argumentos como por la manera de expresarlos.

Debido a lo distinguido de su autor, este libro fue también fue un éxito  de ventas aunque, mucho menor que el anterior y generó, por su contenido, lógicamente, una gran polémica entre los hombres de ciencia, muchos de ellos, en desacuerdo con sus conclusiones, incluyendo entre ellos a algunos que habían sido sus más cercanos colaboradores. Naturalmente, fue recibido con grandes alabanzas por todos los no creyentes.

Con la finalidad de no alargar demasiado este escrito, por ser todavía bastante lo que me resta por exponer, continuaré en una segunda parte; la cual se iniciará con una breve descripción del contenido de este último libro y las opiniones que ha generado en  algunos de los científicos que lo han leído. Si fuera necesario, continuaré con una tercera parte pues, ya que me veo obligado a desarrollar este tema, considero necesario poderlo explicar suficientemente bien, con mi acostumbrada incapacidad para hacerlo en pocas palabras.

Un cordial saludo.

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