miércoles, 29 de abril de 2015

Raymundo Riva Palacio - Tango en la Cuauhtémoc

La delegación Cuauhtémoc está lejos de ser la más extensa de las 16 que existen en el Distrito Federal, y no aparece entre las cinco con mayor población. Pero es el primer campo de batalla por la candidatura presidencial de la izquierda en 2018, y donde el jefe político de Morena, Andrés Manuel López Obrador, olió la oportunidad de herir al PRD y arrebatarle votos y lealtades. No fue así en un principio, cuando Ricardo Monreal, agradecido eternamente con él por haber sido quien lo impulsó dentro del PRD –de no haber sido por López Obrador ni hubiera sido candidato en Zacatecas, ni gobernador-, aceptó ser candidato testimonial en la Cuauhtémoc. “Es para alcanzar el registro”, le explicó cuando Monreal sus dudas.

En enero Monreal tocaba apenas el 19% de las preferencias electorales, contra casi 30% de José Luis Muñoz Soria, que había encabezado esa delegación y era el candidato natural. Cuando Monreal apareció en escena, la dirigencia del PRD decidió ponerle enfrente a María Rojo. Aunque muy bien vista entre la gente, al interior del PRD provocó una fractura. El diputado local Agustín Torres, que tiene una de las dos grandes maquinarias políticas en la delegación, renunció al partido por lo que llamó “la imposición” de la actriz, y se incorporó a Morena. Muñoz Soria, bajo cuyo control está la otra maquinaria política, amenazó con irse al Partido del Trabajo.






Ante la posibilidad de que el PRD se quedara sin maquinarias electorales en la Cuauhtémoc, el secretario general del Gobierno del Distrito Federal, Héctor Serrano, operó para evitar la diáspora y una casi segura derrota. En 48 horas, pese a tener Rojo el aval del jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, deshizo lo acordado. Le ofreció a Muñoz Soria la candidatura delegacional y presionó a Torres para regresar al PRD. Las dos máquinas de votos volverían a ser perredistas. Serrano evitó el colapso del partido en esa demarcación.

La designación extraoficial de Rojo había desplomado las preferencias electorales del PRD a 15% por la salida de las clientelas perredistas detrás de Muñoz Soria, lo que ayudó a Monreal en cuestión de días. En dos semanas, punteaba las preferencias electorales con 23%, mientras el PRD, en medio de la contradicción pública y el zigzagueante cambio de rumbo que sugería una mala operación política de Los Chuchos, habían hundido a su partido a escasos seis puntos de preferencia electoral. El regreso de Muñoz Soria a la contienda logró recuperar poco más de 10 puntos de preferencia electoral al finalizar marzo, pero Monreal cabalgaba hacia arriba. A mediados de abril, Monreal superó el 25% de preferencia electoral mientras Muñoz Soria cayó a 13%. Lorena Osornio, la experredista que metió Serrano como “independiente” a la contienda, ya había rebasado al exdelegado, con 17% de preferencias, que marcaba claramente las tendencias: Monreal al alza, el desplome de Muñoz Soria, y Osornio, la segunda candidata de Serrano, con repunte importante.

Esta no es una elección como muchas otras en la ciudad de México o el país. El microcosmos electoral en la delegación Cuauhtémoc es un buen caso de estudio de cómo se está moviendo la izquierda en México, y lo que enfrentarán sus adversarios. Hasta hace unos 100 años, toda la ciudad de México quedaba dentro de esa delegación. Históricamente ahí se concentró el poder político, militar y religioso del país, que si bien se ha dispersado, tiene sus coordenadas. En ella se encuentran el Palacio Nacional y la jefatura de Gobierno del Distrito Federal; el Senado, instalaciones estratégicas en telecomunicaciones y eléctricas. También las sedes de Televisa y casi la mitad de los periódicos de circulación nacional, así como el PRI, el IMSS y el ISSSTE. Tenerla bajo su control, llevó a López Obrador del sueño a una posibilidad. No sólo hay poder político. La delegación Cuauhtémoc es la séptima economía del país y aporta el 4.6% del PIB nacional. Ahí se concentra el 40% de toda la infraestructura cultural de la ciudad de México y tiene una población flotante de 5 millones de personas. Lo que sucede y se dice ahí, tiene repercusión nacional.

La contienda se ha puesto complicada y sucia. En la segunda semana de abril, en las oficinas de Mancera, varios candidatos de Morena, encabezados por Monreal, acusaron a Serrano de estar entrometiéndose con ellos. Monreal se había negado a ir a su oficina a pedir permiso para competir. Serrano escuchó sin decir nada. Dos horas después de ese ríspido encuentro, Monreal fue fotografiado al entrar al sindicato de la policía capitalina, donde poco después entró también el defenestrado líder capitalino del PRI, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre. Las fotografías fueron entregadas a un periódico con el propósito de que insinuara una alianza política entre los dos—algo que no existió. De hecho fueron para asuntos distintos.

El PRD no puede permitirse perder la Cuauhtémoc a manos de Morena –la otra delegación altamente competida entre esos dos partidos es Iztapalapa-, y los recursos que en esa contienda se están empleando son los prolegómenos de la lucha por la Presidencia en 2018. Ni Serrano ni Monreal la jugarán. Serán sus jefes, esperan, Mancera y López Obrador. Ellos se verán, si les va bien, en la candidatura por el gobierno de la ciudad de México. El premio no será de consolación. La batalla, por supuesto, no es menor.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

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