martes, 5 de mayo de 2015

Denise Maerker - Jalisco: un silencio que no augura nada bueno

El desafío del Cártel Jalisco Nueva Generación al Estado mexicano no tiene precedente, nunca antes un grupo criminal había derribado un helicóptero con un lanzagranadas, ni había emboscado a un convoy de policías con la intención de matarlos a todos, como lo hizo el pasado 6 de abril en el municipio de Mascota dejando un saldo de 15 policías muertos. (Las razones de este desafío frontal son por el momento incomprensibles, pero los hechos confirman que este grupo no teme la respuesta de las autoridades ni que sus acciones provoquen un aumento de la presencia federal en el territorio donde opera). Pero a pesar de este elemento nuevo y desconcertante, no hay que perder de vista que en sí mismo el fenómeno no es nuevo. No es la primera vez que un Estado está en manos de un grupo criminal ni que este grupo demuestra la capacidad de movilizar a decenas o cientos de personas de manera simultánea y concertada como ocurrió el pasado viernes 1 de mayo. Lo hizo en varias ocasiones la "Familia Michoacana" cuando intentaba evitar la detención o el abatimientos de uno de sus líderes, lo repitieron en su tiempo "Los Caballeros Templarios" instalando retenes o quemando camiones en municipios por todo Michoacán y en las mismas puertas de Morelia.







Entonces como ahora, esos hechos nos consternaron: ¿de dónde salía esa capacidad de acción?, ¿quiénes eran esos hombres que salían al llamado de un grupo criminal? Pero lo que parecía incomprensible desde el centro, luego supimos en el caso de Michoacán, que localmente era mucho más inteligible. En Tierra Caliente, en Tepalcatepec, en la Ruana, en Buenavista, los pobladores conocían a los que ponían los retenes, sabían quién era el líder de la plaza, quién cobraba las extorsiones, quienes llevaban la droga a los Estados Unidos. Supimos incluso de las reuniones que hubo entre los grupos criminales y los productores y habitantes locales. Nos han contado la promesa de Pax narca que cada nuevo grupo delincuencial les hacía: protegerlos de otros grupos y de la delincuencia común a cambio de dejarlos operar su negocio de trasiego de drogas.

Es muy probable que en Jalisco esté pasando lo mismo. Y que en las comunidades asentadas a lo largo de la carretera estatal 544 por donde es común ver pasar convoyes de hombres armados, donde cada señalización parece haber sido utilizada para practicar el tiro al blanco y donde emboscaron a los policías, los vecinos sepan todos los pormenores de quiénes son, a quién obedecen esos hombres y qué autoridades los protegen.

Es importante recordar Michoacán para que no se cometan los mismos errores. Durante el gobierno de Felipe Calderón, los policías federales de Genaro García Luna fueron enviados con decisión y en gran número a Michoacán a acabar con los malos, pero terminaron dando palos de ciego y alienándose a toda la población. Su desconocimiento y falta de información los convirtió en una fuerza hostil de ocupación. Si los Templarios hoy están desarticulados es porque el gobierno de Peña Nieto contó con la colaboración de los grupos de autodefensa. Y que no es una cuestión del número de efectivos, lo que se necesitan son aliados locales -empresarios, productores, vecinos- para ubicar y desmontar a la organización y a la red de protección y complicidad de las autoridades policiacas y políticas locales sin las cuales no podría operar un grupo como este.

En Michoacán los Templarios habían roto la Pax narca y muchos estaban desesperados por los robos y las vejaciones que padecían. Esa es la gran incógnita en Jalisco: ¿hay potenciales aliados locales? No se escucha a líderes locales desafiando al cártel ni a grupos manifestando abiertamente su inconformidad. ¿Es el miedo aún mayor que el agravio? Por lo pronto es un silencio que no augura nada bueno.



Leído en http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1111665.jalisco-un-silencio-que-no-augura-nada-bueno.html

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