lunes, 25 de mayo de 2015

Jesús Silva-Herzog Márquez - Responsabilidad y conversaciones privadas

Circula desde hace un par de años una novela que imagina el retorno de Hitler a Berlín. Ha vuelto, se titula y en español la publica Seix Barral. La portada alemana que han repetido las ediciones en otras lenguas es perfecta: sobre un fondo blanco, el copete del dictador y las letras del título formando el bigote inconfundible. No he leído la novela pero la idea de genocida despertando en nuestro tiempo me sugiere una escena que podría ser esclarecedora. Saliendo de ver una película de Woody Allen, Adolfo Hitler toma su iphone y le llama a un amigo. Hitler, con voz suave y melosa, sin un solo improperio celebra con su amigo el genio del cineasta judío. La película es fantástica, le dice. El director muestra el maravilloso sentido del humor de ese pueblo talentoso, cuánto me he reído en el cine y cuánto me ha puesto a pensar. ¿Sabes qué decía uno de sus personajes? Decía que no creía en la otra vida pero que, por si las dudas, se iba a llevar una muda de calzones. Eso debí de haber empacado en mi bunker, aquella mañana del 45, dice entre risas. Hitler celebra en esa breve conversación la inteligencia, la chispa, la gracia del cine de Woody Allen. La verdad, concluye, es que el cine ario no ha producido nada que se le asemeje.



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