miércoles, 13 de mayo de 2015

Rafael Loret de Mola - Mal presentimiento

Esta columna no es apta para quienes temen al futuro y prefieren no enterarse del día y hora del nacimiento, mucho menos del sexo, de sus hijos; o, peor aún, no se animan a tenerlos porque consideran, no sin razón, que traerán a su bebito (a) a sufrir sin remedio en este mundo de lágrimas.

Hay quienes, por ejemplo, se plantean los días por venir al observar las tragedias matrimoniales de sus padres –no hay pleitos de mayor calibre que entre cónyuges por nimiedades tan absurdas que luego ni siquiera se recuerdan-, o las guerras, cada vez más cruentas y prolongadas, ya no sólo entre naciones sino entre las grandes multinacionales del delito con ramificaciones tan elevadas como controvertidas.

Bueno, pues les diré a los valientes quienes se han animado a pasar a este segundo párrafo, que los pronósticos son bastante devastadores.









De vez en cuando, La CIA –por sus fueros se considera con derecho a espiar a todas las naciones de la tierra para preservar su seguridad, dicen, del odio generalizado hacia los estadounidenses-, publica una especie de cuadernillo en donde traza no sólo los nuevos círculos del mal –terroristas, narcotraficantes, secuestradores, perturbados seriales-, sino los posibles destinos, efectos de las políticas de otros países con mayor presencia e influencia entre algunos sectores de la población estadounidense; digamos, los mexicanos estamos bajo el microscopio no sólo por la geografía, tan cercana como diría Don Porfirio, sino, sobre todo, por la creciente oleada de emigrantes, con o sin muro de la ignominia de por medio, dispuestos a vadear todos los obstáculos con tal de aventurarse en busca de alguna oportunidad de empleo.

Fíjense, aunque las remesas a México han disminuido no dejan de estar por arriba de los veintidós mil millones de dólares y se elevan como la primera fuente de ingresos más importante para el país.

Eso significa, nada menos, que el trabajo clandestino y la desesperación pueden bastante más que las trampas para bestias instaladas a través de la frontera más transitada en el mundo.

Pues bien, de acuerdo a un reciente estudio de George Friedman, convertido en uno de los mayores bestseller del New York Times, “Los Próximos Cien Años” –Océano, 2013; odio hacerle publicidad a esta casa editora, represora de críticos mexicanos, pero la cita es inevitable-, no habrá manera de evitar, en 2050, “una guerra de dimensiones globales” aun cuando Estados Unidos mantendrá su hegemonía.

Lo lamentable es que, en algún momento, cualquiera, volveremos a los terrenos de la guerra fría entre los vecinos norteños y Rusia, ya recuperada “su antigua área de influencia” aun cuando no se vuelva a integrar la Unión Soviética.

En esta circunstancia, y ante las amenazas del gigante asiático, China, Japón abandonará su tradicional pacifismo actual –bastante reciente cabría exponer-, “para asumir una política más agresiva” acaso en busca de la preponderancia dentro de su continente y hacia fuera.

Lo más interesante de la cuestión tiene que ver con nuestro país. De acuerdo a Friedman “a finales del siglo XXI –por fortuna los mayores de sesenta estamos muy lejos de esa fecha-, México emergerá como una gran potencia económica hasta convertirse en una seria amenaza para los estadounidenses. Ambos países estarán al borde de una confrontación militar”.

Si bien, México ha sido invadido tres veces por los Estados Unidos, considerando la lacerante “expedición punitiva”, a cambio de una sola incursión mexicana a suelo norteamericano, esto es cuan el gran guerrillero Francisco Villa llegó a Columbus y le dio una revolcada a quienes pretendían cobrarle de más por las armas entregadas, los saldos son bastante infortunados para nuestra causa.

Una especie de 3-1 para decirlo en términos futboleros y con la anulación de otro gol, el del Álamo, por fuera de lugar: Esto es, cuando ocurrió aquella batalla con la que tanto nos denigran en Texas, esta región pertenecía todavía a México y el denostado general Santa Anna pretendía defenderla de los nacionalistas texanos.

Ello significa que no hubo invasión alguna, como presentan los distorsionadores que no historiadores de allá, sino una intención d preservar parte de nuestro territorio de los abusos del norte que acabaron por anexarse, con el tiempo, la mitad de nuestro territorio. Y ésta es una verdad incontrovertible.

De ser como apunta Friedman, cobran más sentido la presencia reciente y los discursos de Barack Obama en la Ciudad de México hace unos días.

En el Museo de Antropología, por ejemplo, no se sabía si el llamado a los jóvenes era para superarse, en serio, o para resignarse a ser testaferros de la gran potencia moviendo fichas de manera inteligente.

El hecho es que hasta la letra del Himno Nacional cambió en una pésima interpretación de la alegoría cantada que tanto nos estremece. Y eso podría tener su significado d considerar cuanto se dice, en el himno norteamericano, en donde se habla de ser la tierra de los valientes... como supone Obama deben ser nuestros jóvenes si desean, en serio, aspirar al éxito profesional y personal en los próximos años.

El mensaje podría tener, analizado así, un doble fondo que dista mucho de los suaves conceptos de Kennedy, por ejemplo, quien se “ganó” a los mexicanos con las sonrisas de Jacqueline.

El hecho es que si Friedman, y con él The New Tork Times, ya se percataron del potencial productivo de nuestro México tal es motivo de alarma y de preocupación y no tanto de bienaventuranza.

Acuérdense los amables lectores de la amarga sentencia de la millonaria Teresa de Kerry, esposa del actual secretario de Estado de la Unión Americana: “ya basta de hacer guerras por el petróleo”, dijo en resumidas cuentas dirigiendo la mirada a las invasiones al Medio Oriente que conllevaban y conllevan la ambición de aumentar las reservas de la gran potencia sin disponer de las propias, las mayores del mundo, listas a ser utilizadas cuando las de los demás se extingan.

¿Hacia dónde nos quieren llevar? Es obvio: A la dependencia total, no como consecuencia de un exceso de precauciones sino, más bien, siguiendo un guión perfectamente orquestado para eliminar a los adversarios de los Estados Unidos con la simpleza de los recursos naturales por ellos abatidos y, además, impidiendo desarrollar técnicas, como la eléctrica, que hace tiempo hubieran podido sustituir al uso indiscriminado de energéticos.

Por ello, claro, en los Estados Unidos están seguros de conservar su hegemonía, cuando menos, a lo largo de la presente centuria, considerando los pormenores a presentarse.

Y entre éstos cobra relevancia nuestro país por consecuencia de sus recursos naturales; esto es: La riqueza del subsuelo, una de las mayores del mundo -¿será por eso que también contamos con el mayor multimillonario del planeta?-, nos presenta como una potencia al mediano plazo, para el fin de este siglo, si no siguen pasando por Los Pinos los mayores predadores de cuantos son conocidos hasta hoy.

Cada sexenio es una alerta roja encendida contra el bienestar de los mexicanos.

Lo malo del asunto es que, en el siglo pasado, también otro que se creía visionario, Adolfo Hitler, puso el ojo sobre México y sentenció:

--Si México tuviera administradores alemanes y no corruptos...¡sería la mayor potencia mundial!

Para fortuna nuestra, cuando intentó atacar por nuestro país al mayor de los “aliados”, esto es Estados Unidos, ya estaba casi devastado y no tuvo fuerzas ni ejército para proceder a la epopeya; pero le pasó por la mente, augurando que México sería una potencia a finales del siglo XX.

Pero olvidó dos cosas: La odiosa cercanía con los Estados Unidos y la triunfante especulación de los capitales del exterior que se olvidaron de hacer producir nuestros recursos, salvo los energéticos, depauperándonos.

Por eso estamos situados en este amargo punto y no vemos cuando podremos salir del aislamiento.



Web: http://www.trinchera.mx

E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com



Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/mal-presentimiento-1431498490

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