jueves, 25 de junio de 2015

Eduardo Ruiz Healy - Deshonestidad

En su libro Fraud Auditing and Forensic Accounting, editado por John Wiley & Sons en julio de 2010, Tommie W. Singleton y Aaron J. Singleton analizan diversas razones por las que algunas personas cometen el delito de fraude, definido éste como “una acción que resulta contraria a la verdad y a la rectitud. El fraude se comete en perjuicio contra otra persona o contra una organización (como el Estado o una empresa)”. Sinónimos de fraude son estafa, timo, simulación, chantaje, defraudación, contrabando, robo, substracción, usurpación, entre otros. Es un delito usualmente penado por la ley que se comete con una alta frecuencia alrededor del mundo.

Los autores aseguran que el fraude “es causado principalmente por factores externos al individuo: factores económicos, competitivos, sociales y políticos, y controles débiles”. Pero de inmediato se preguntan: “¿Y que con el individuo? ¿Hay personas que tienden a cometer un fraude más que otras? Y, si éste es el caso, ¿es esa una causa más seria para cometer un fraude que los factores ambientales internos y externos que hemos comentado? Los datos que nos proporcionan la criminología y sociología parecerían sugerirlo”.








Los Singleton afirman que se han realizado investigaciones por medio de las cuales se le ha preguntado a los empleados de una empresa si son o no honestos en el trabajo. Los resultados son sorprendentes: “40 por ciento dice que no robaría, 30 por ciento dice que sí lo haría, y 30 por ciento dice que probablemente robaría”.

Sobre este tema de qué tan honesta o no es la gente, los mismos autores, en otro libro que escribieron junto con G. Jack Bologna y Robert J. Lindquist, intitulado The Accountants Handbook of Fraud and Commercial Crime (Wiley & Sons, NY, 1993), presentan otro estudio en donde concluyen que 20 por ciento de la población de cualquier lugar es siempre deshonesta, otro 20 por ciento es siempre honesta y 60 por ciento actúa honesta o deshonestamente según sean las circunstancias que se presenten.

En un interesante artículo intitulado The Dishonesty of Honest People: A Theory of Self-Concept Maintenance, publicado en el Journal of Marketing Research en diciembre de 2008, los académicos Nina Mazar, On Amir y Dan Ariel afirman que “A las personas les gusta pensar que son honestas. Sin embargo, la deshonestidad paga _ y muchas veces paga bien. ¿Cómo resuelven las personas esta tensión? Esta investigación muestra que las personas actúan con la suficiente deshonestidad para lucrar pero con la suficiente honestidad para engañarse a sí mismos sobre su propia integridad. Un poco de deshonestidad proporciona el sabor del lucro sin echar a perder una autoimagen positiva. Dos mecanismos permiten tal mantenimiento de la autoimagen: la falta de atención a los estándares morales y la maleabilidad de las categoría. Seis experimentos apoyan la teoría del mantenimiento de la autoimagen de los autores y ofrecen aplicaciones prácticas para prevenir la deshonestidad en la vida cotidiana”.

Por lo anterior tenía razón el presidente Enrique Peña Nieto cuando el martes pasado afirmó que la corrupción, es decir la deshonestidad, es un problema que “más que aparejado a una cultura, lo está a una condición, a la condición humana”. Al decirlo sólo corroboró lo que indican diversos estudios serios realizados durante los últimos 20 a 25 años.

Los dos libros mencionados pueden adquirirse en amazon.com. El artículo de Mazar, Amir y Ariel puede leerse en people.duke.edu/~dandan/Papers/PI/Dishonest_JMR.pdf



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Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=315184




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