El desarrollador inmobiliario y casinero Donald Trump se lanzó en pos de la candidatura del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos sabiendo de antemano que no tiene las más mínimas posibilidades de obtenerla. El neoyorquino será muchas cosas, pero de tonto no tiene ni un pelo, a pesar de que su peculiar peinado permita suponer que no es muy inteligente.
El discurso que pronunció el martes pasado al anunciar su aspiración presidencial fue diseñado para atraer la mayor atención de los medios de comunicación estadunidenses y vaya que logró su objetivo. Sus palabras obviamente iban dirigidas a una minoría conformada por personas de bajo nivel educativo y económico que creen que el origen de todos los males que aquejan a su país son los “extranjeros” que dentro y fuera de sus fronteras atentan cotidianamente contra el estilo de vida estadunidense, el famoso American way of life que, según ellos, merecen por designio divino.
El discurso del multimillonario que se jacta, y con toda razón, de ser muy rico, iba dirigido a la población que lo ha seguido durante 14 años a través de sus exitosos reality shows The Apprentice y The Celebrity Apprentice, o que ha leído alguno de sus casi 20 libros sobre cómo volverse rico y exitoso, o jugado alguno de sus juegos de mesa o video, o adquirido algunos de los muchos productos que llevan su apellido como marca.
El discurso del empresario iba dirigido a los millones de hombres y mujeres que vieron sus reality shows, los cuales tuvieron una audiencia máxima de 28.1 millones de personas en su primera temporada (2003-04), número que se redujo a 6.1 millones en la temporada más reciente que concluyó el 16 de febrero de este año.
Para mí, lo que realmente busca Trump mediante esta candidatura es revitalizar su imagen para asegurar que su siguiente reality show sea más exitoso que el que concluyó en febrero pasado, que su nuevo libro sea un bestseller, que su próximo videojuego rompa récords de ventas, que para su siguiente proyecto inmobiliario tenga más poder político. Finalmente, que su inmenso ego sea recompensado cuando la revista Forbes lo incluya dentro de las 10 celebridades más poderosas del mundo (en 2006 ocupó el lugar 12 de la lista).
El hombre del extraño peinado sabe, porque es un individuo muy pragmático, que sus probabilidades de obtener la candidatura presidencial por el Partido Republicano son mínimas, por no decir nulas. Podrá ser extravagante, racista y bocón pero, repito, de tonto no tiene ni un pelo.
La casa de apuestas irlandesa, Paddy Power, tal vez la más influyente del mundo, le da los siguientes momios a los 12 republicanos que hasta este momento se han lanzado en busca de la candidatura presidencial de su partido: Jeb Bush: 2/1; Marco Rubio: 10/3; Rand Paul: 9/1; Ben Carson: 14/1; Ted Cruz: 18/1; Mike Huckabee: 25/1; Rick Perry: 25/1; Carly Fiorina: 33/1; Donald Trump: 33/1; Rick Santorum: 33/1. Hasta el momento, Paddy Power no ha incluido en su selección de precandidatos a Lindsey Graham y George Pataki, pero otras casas de apuestas les conceden mínimas posibilidades de triunfo, similares a las que tienen Trump, Fiorina y Santorum.
Los momios están en su contra y esto lo sabe bien el casinero Trump. Repito: mediante su precandidatura busca hacer negocios y ganar más notoriedad. Eso es todo. No tendremos que pagar su muro.
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