jueves, 18 de junio de 2015

Jorge Zepeda Patterson - Cuenta regresiva

Si el sexenio fuera un cerro, lo que le espera a Enrique Peña Nieto es una larga y pronunciada bajada. El Presidente no ha cumplido aún tres años de los seis que estará en el poder (lo hará en diciembre próximo) pero en política la relatividad del tiempo podría haber inspirado a Einstein. Las elecciones de este 7 de junio constituyeron la mojonera política que marca la mitad de su período. Justamente por ello se les conoce como “las intermedias”.

No es casual que Margarita Zavala, esposa del exmandatario Felipe Calderón, haya anunciado su intención de convertirse en candidata presidencial apenas una semana después de estos comicios. Y como si hubiera sido una llamada de arranque, Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno de la capital, ha externado su propio interés (bajo el principio, yo supongo, de considerar que si no ha sido buen alcalde seguramente es porque está destinado a ser buen presidente). Por su parte, Marcelo Ebrard también exregente de la ciudad, Gustavo Madero, presidente del PAN, Rafael Moreno Valle, gobernador de Puebla, y un largo etcétera de políticos comienzan a colocarse en las posiciones más favorables para lanzarse en el momento propicio. Por no hablar de Andrés Manuel López Obrador, que ha estado y seguirá en campaña ininterrumpidamente.










En estricto sentido, lo que le espera a Peña Nieto es una meseta en la cima de la montaña que irá descendiendo de manera gradual hasta convertirse en descenso incómodo y eventualmente en caída libre. El espacio de operación que le ofrece la meseta en la que ahora se encuentra podría extenderse los próximos 12 meses si sabe administrarlo, pero después de eso la declinación del poder de Los Pinos será evidente.

Primero, porque el PRI tendrá que gobernar solo. Si a principios del sexenio el PAN y el PRD estaban dispuestos a firmar un pacto por México y apoyar con algunas condiciones las reformas del Presidente entrante, en la segunda mitad del sexenio no le concederán absolutamente nada. Por el momento asumirán una distancia prudente, conscientes de que a nadie conviene paralizar o estorbar más de lo indispensable a la administración pública. Pero en los últimos dos años del sexenio la batalla será despiadada. No sólo boicotearán cualquier medida del Ejecutivo que el PRI pueda enarbolar como un logro de cara a la campaña del 2018; también harán lo indecible para cobrar factura política a cualquier error de Peña Nieto y los suyos.

En la medida en que el PRI es el principal contendiente para las siguientes elecciones presidenciales, todos los candidatos arriba señalados, más los que habrán de acumularse en los próximos meses, harán precampaña a costa de los fallos reales o ficticios del Presidente y su equipo. En otras palabras, un escándalo como el de la Casa Blanca de la primera dama, terrible como fue, habría sido devastador en el último tercio del sexenio. Basta observar lo que acaba de suceder en Nuevo León; hasta dos meses antes de los comicios la candidata del PRI parecía destinada a convertirse en gobernadora con un amplio margen. Pero los escándalos de la riqueza acumulada por el mandatario estatal priista, Rodrigo Medina, y su familia, ofrecieron a Jaime Rodríguez, El Bronco, el impulso que necesitaba para desbarrancar al PRI.

Con todo, Peña Nieto mantendrá el apoyo de las filas priistas y sus partidos satélite por lo menos hasta fines de 2017 o principios de 2018. Una vez designado el candidato del partido oficial, ni siquiera eso. Muy probablemente, el abanderado del PRI tenga que desligarse del propio mandatario para mejorar su competitividad. Para entonces el poder del Presidente será más simbólico que real.

Cualquier cosa que Peña Nieto vaya a hacer con su Gobierno tendrá que hacerla en los próximos meses, después de eso, “presidente” se escribe con minúsculas.

@jorgezepedap



Leído en http://internacional.elpais.com/internacional/2015/06/17/actualidad/1434573220_802353.html





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