jueves, 4 de junio de 2015

Jorge Zepeda Patterson - Machos y Machetes

Los ciudadanos pueden perdonar la deshonestidad en un gobernante, pero nunca la debilidad. Es una frase cínica pero de otra manera no se explica el afán de los italianos para votar a favor de Berlusconi o de los mexicanos para regresar al PRI al poder. No fueron elegidos por su trayectoria moral ni porque alguien hubiese creído que se habían enmendado. Lo fueron por la presunción de fuerza que emana de ellos, la sensación de que con buenos o malos oficios sabrán hacer la tarea.

Por ello es tan preocupante que el gobierno de México haya cedido al chantaje de la CNTE, la fracción radical del gremio de maestros, al suprimir las pruebas de evaluación del magisterio, columna vertebral de la reforma social más importante de Peña Nieto.









La reforma intentaba enmendar una de las trabas fundamentales para el desarrollo económico y social del país; esto es, la deplorable calidad en la educación, muy por debajo de la media de los países en vías de desarrollo. Los ingentes presupuestos que el país ha destinado a este propósito han desaparecido en el hoyo negro de un gremio secuestrado por la mafia sindical.

Tan grave como es, las consecuencias políticas son aun mayores. Al ceder al chantaje de los maestros, el gobierno de Peña Nieto pasa el mensaje a los distintos grupos de poder que con la debida presión pueden echar abajo las reformas que lesionen sus cotos de poder. Ello es alarmante porque las reformas fueron presentadas como algo necesario para modernizar al país, destrabándolo de los monopolios e intereses creados que paralizaban la vida social y económica.

La única posibilidad de llevar a cabo tales reforma residía en la presunción de que existía un árbitro con la fuerza suficiente para imponerse a los diversos jugadores en aras del interés común. Pero obligar al árbitro a que retire una tarjeta amarilla constituye el camino más rápido para que el resto de los protagonistas se subleve contra los fallos que les son adversos. En otras palabras, al recular en su reforma educativa por la presión gremial, el gobierno podría estar dando el tiro de gracia al resto de sus reformas.

Durante su administración Vicente Fox (2000-2006) se propuso dotar a la Ciudad de México de un nuevo y necesario aeropuerto en el ejido de San Salvador Atenco. Los estudios revelaron que el sitio era idóneo y la opinión pública aplaudió la iniciativa presidencial. Pero la torpeza política para negociar con algunos cientos de ejidatarios provocó movimientos de protesta que terminaron por dejar a una metrópoli de 18 millones sin el puerto aéreo que necesitaba. El incidente fue interpretado como una expresión de la falta de oficio de los nuevos gobernantes.

Se suponía que los priistas tenían en su ADN lo que los panistas nunca pudieron adquirir, y que los ciudadanos habían votado su regreso a Los Pinos para que ejercieran su oficio político. Pero lo que los macheteros de Atenco le hicieron a Fox es justamente lo que la CNTE le ha hecho a Peña Nieto.

Al señalar lo anterior no estoy abogando por una respuesta represiva. No se trata de ver quién es más macho ni que el asunto se resuelva a punta de machetes. Estoy apelando, más bien, al ejercicio de la política entendida como el arte de conciliar en aras del bien común los intereses contradictorios de la sociedad. Además de la ley, el Estado posee una batería de instrumentos que el político profesional puede y debe utilizar para buscar el beneficio de las mayorías sin pisar los derechos de las minorías.

Nadie suponía que los priistas se caracterizarían por su honestidad, pero sí por su oficio. Lo sucedido esta semana demuestra que no es así. Urge enmendarlo.

Twitter @jorgezepedap



Leído en http://internacional.elpais.com/internacional/2015/06/03/actualidad/1433358866_244949.html



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