Los rituales no cambian. El Partido Revolucionario Institucional lanzó la convocatoria para que se inscriban quienes aspiren a la dirigencia del partido, y todos saben que es una pantomima. Cuando el presidente de la República es priista, esa decisión es unipersonal, vertical y autócrata. La designación del mandatario Enrique Peña Nieto, en este caso, es más que nominativa. Se juega en ella estabilidad política y la sucesión presidencial.
El presidente trató de evitar el desbordamiento y las calenturas sucesorias dentro del PRI, pero no fue fácil. El actual líder, César Camacho, por ejemplo, dijo en una entrevista con Pablo Hiriart publicada en El Financiero el primero de julio, que el próximo dirigente del partido no podría postularse como candidato presidencial. Su declaración no era un mensaje transmitido a nombre de Peña Nieto, pero llevaba destinatario, Manlio Fabio Beltrones el único que públicamente dijo querer presidir su partido. ¿De dónde salía ese mensaje?
Las redes de Camacho no son con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, con quien Beltrones no tiene la relación más tersa dentro del gabinete. Sus enlaces son los neomexiquenses, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, y el jefe de la Oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño, con quien acuerda el líder del PRI. Nuño había sido mencionado en la prensa como un contendiente para dirigir el partido, pero los mensajes donde se autodescalificaba llegaron muy temprano el miércoles.
El director de Milenio, Carlos Marín, escribió en su columna diaria que aunque “estatutariamente es elegible”, es improbable que “se apunte” como uno de los contendientes. Poco después lo confirmó Camacho. Nuño, dijo el líder del PRI, “no ha levantado la mano”. El presidente, que siempre tuvo dudas de soltar a Nuño, por lo funcional que le es en Los Pinos y porque considera, de acuerdo a personas con quienes lo ha platicado, que no está aún listo para ir a la calle por sí solo, guardó a su alter ego.
Una vez resguardado, desde la misma oficina se dieron instrucciones de filtrar a la prensa que Beltrones iría al PRI. En el partido fueron más prudentes y mantuvieron los plazos estatutarios. Beltrones se registraría para participar en la contienda que, según esperan, sea de un solo candidato. Es decir, la designación habría caído en favor de Beltrones. Si no hay un cambio de señal a las que se emitieron este miércoles, Peña Nieto habrá hecho algo que rompe con la endogamia de la actual casa presidencial: optar por quien, sin ser de su equipo, le pude dar mejores resultados.
En este espacio se apuntó el 7 de julio que la ecuación de Beltrones había cambiado por la forma como estaban procesando en Los Pinos los resultados de las elecciones un mes antes. Nuño, dijo un líder del PRI, le hizo creer al presidente que los resultados eran un referéndum de sus reformas. La realidad era muy diferente. El PRI perdió 2 millones de votos y dejó de gobernar a 10 millones de mexicanos. El voto priista fue ligeramente superior al 13% del padrón, y si no hubo mayor daño fue debido al diseño de la campaña tricolor –donde escondieron a Peña Nieto-, y a malas estrategias de campañas de la oposición, que no trasladaron los negativos del presidente al PRI. Haber ganado la mayoría en el Congreso, fue importante pero no es suficiente. La experiencia de su primera Legislatura es que hubo iniciativas que caminaron bien en San Lázaro, que se atoraron en el Senado.
La fuga de Joaquín El Chapo Guzmán volvió a torcer la ecuación. La evasión del criminal colocó a Peña Nieto en la peor crisis política del sexenio, donde su jefe de política interna, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, ha tenido que hacer a un lado su aspiración para 2018 y buscar la recaptura de El Chapo, para salvarse él y al presidente. El otro alfil, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, también está tocado. La forma como diseñó la reforma energética resultó fallida por no ajustar sus reglas ante el cambio en el mercado petrolero, un incremento de 2 millones de pobres que cayeron de las clases medias, como consecuencia, en parte de la reforma fiscal, y una economía en declive.
El presidente no tiene opciones reales hoy en día para sucesión presidencial. La decisión del PRI es crucial, porque de ello depende cómo enfrenta dos riesgos: que no le arrebaten la candidatura los priistas, o que lleve al PRI a la derrota. Si Beltrones es ratificado como candidato único, el presidente habrá tomado una decisión tan estratégica como lo fue escoger a Eruviel Ávila como su sucesor en el Estado de México. A la triada presidencial no les gustará el arribo de Beltrones, porque en automático se convierte en un potencial candidato a la Presidencia.
Pero si Peña Nieto confirma que es Beltrones al que quiere en el PRI, habrá entendido que para llegar sano al 2018, tiene que pasar la frontera del 2016, cuando se pondrán en juego 12 gubernaturas, y que la endogamia presidencial en la que ha vivido su sexenio, no le alcanza para salir victorioso en el mediano o en el pargo plazo. Beltrones no es la solución mágica a sus problemas, pero parece ser lo mejor que tiene a la mano. Del 2018 se entenderá después.
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