Cuidadoso, el papa Francisco explicó a la prensa que lo acompaña en su gira por Cuba y Estados Unidos por qué se saltó México: “Fue un poco casual, porque pensaba entrar en los Estados Unidos por México, (por) Ciudad Juárez”, dijo Francisco. “Pero ir a México sin ir a la Guadalupana hubiera sido una bofetada”. Fueron palabras cuidadosas y diplomáticas que, a la vez, fueron medias verdades. El Papa escondió elegantemente la confrontación que tiene desde el año pasado con el Gobierno mexicano. La realidad es que cuando se concluyó el programa de la gira, México estaba excluido. El crimen de los normalistas de Ayotzinapa en Iguala fue la causa.
La visita a México había sido negociada por la entonces subsecretaria de Gobernación para Asuntos Religiosos, Paloma Guillén, y el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin. Francisco llegaría a la Ciudad de México y oficiaría una misa en Ciudad Juárez, donde se referiría a la inmigración. De ahí, por tierra, cruzaría el puente internacional para entrar a Estados Unidos por El Paso. En ese entonces aún no sucedía el crimen contra los normalistas. Pero después del 26 de septiembre, el Papa pidió ir a la Normal de Ayotzinapa, para oficiar una misa para los familiares de las víctimas. Imposible. Sin misa por los normalistas, esbozaron, no habría visita. “Esos viejitos no entienden nada”, reaccionó un colaborador del presidente Enrique Peña Nieto en ese momento. Quien no entendía, en realidad, era el equipo en Los Pinos.
En la plática que tuvo el Papa este martes con los periodistas que viajan con él, Francisco dijo que cuando el 17 de diciembre pasado se anunció la conclusión del proceso reservado de negociaciones entre cubanos y estadunidenses, donde el Vaticano jugó un papel central como facilitador, reflexionó: “Voy a entrar a Estados Unidos por Cuba, y la elegí por este motivo”. Para entonces, ya había una ruptura con el Gobierno mexicano. La jerarquía había tomado partido en el tema de Ayotzinapa.
El 22 de diciembre, Christophe Pierre, el nuncio apostólico, que es equivalente al cargo de embajador, ofició la misa de Navidad en la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, donde afirmó: “La iglesia camina con ustedes. Lo peor cuando uno sufre es sentirse solo. Yo sé que ustedes no están abandonados. ¡Estamos con ustedes! ¡También el Papa está con ustedes!”. No fue casual la toma de posición en el Vaticano. En sucesivos viajes a Roma, los prelados mexicanos hablaron en la sede pontificia sobre lo que estaba sucediendo en Iguala y en varias partes del país, donde los sacerdotes estaban siendo extorsionados por el crimen organizado sin que tuvieran respuesta y apoyo del Gobierno federal. Peor aún, el Presidente nunca se había dado tiempo para hablar en privado con la jerarquía eclesiástica; en Los Pinos nunca les dieron cita.
La posición del Vaticano no debía haber sido una sorpresa. El 4 de noviembre, la Arquidiócesis de México dio a conocer la carta que habían enviado a “los familiares de los que perdieron la vida y los desaparecidos de Ayotzinapa”, que decía de arranque: “No dejen que les arrebaten la esperanza que todos los seres humanos necesitamos para superar nuestros sufrimientos. La esperanza empuja a seguir luchando, a seguir viviendo con dignidad, a seguir trabajando por un mundo mejor”. Era preámbulo de lo que venía.
La primera secuela en Roma de lo que estaba pensando el Vaticano sobre el Gobierno del presidente Peña Nieto y crimen en Iguala, fueron dos artículos críticos del Gobierno mexicano por la desaparición de los 43 normalistas, publicados en L’ Osservatore Romano, el órgano oficial de la Iglesia católica.
Pese a los desencuentros, el papa Francisco siguió enviando señales al Gobierno mexicano. El 4 de enero de 2015, nombró cardenal al arzobispo de Morelia –la diócesis nunca había tenido un cardenal–, Alberto Suárez Inda, quien a principio de febrero habló en una conferencia de prensa en Roma de la “manipulación” de los padres de los normalistas y de los intentos de “insurrección”. Su lenguaje era insólitamente duro para un prelado, pero diáfano para lo que quería transmitir el Vaticano. “Percibo que hay una cierta manipulación y una cierta tendencia política, de intereses que se aprovechan del dolor de los padres de familia para provocar insurrecciones”, afirmó Suárez Inda.
El Vaticano estaba con los padres de los normalistas, pero no con los intereses políticos detrás de esa causa.
En este espacio se mencionó en febrero cómo varias organizaciones carólicas habían jugado un papel central en la lucha contra las desapariciones forzadas, y que algunos de sus cabezas, viejos luchadores por la defensa de las garantías individuales, estaban muy activos en el caso de Ayotzinapa.
Uno de los mencionados fue Emilio álvarez icaza, secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, promotor del Grupo de Expertos Independientes que recientemente dio a conocer un informe sobre el crimen en Iguala, que desmanteló la versión oficial de la PGR sobre lo que sucedió con los normalistas de Ayotzinapa.
El Gobierno nunca leyó los mensajes del Vaticano, ni tomó en cuenta a sus representantes en México. Pudieron ser aliados importantes en Iguala y freno para los católicos con agenda política en Ayotzinapa, pero menospreciaron a sus representantes e ignoraron sus esfuerzos. ¿Alguien se sorprende? No debería. Éste es un capítulo más en la historia del sexenio peñista.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx / twitter: @rivapa
Leído en
http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/ayotzinapa-la-causa-del-vaticano-1443080043
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