México es un país cada vez más polarizado, y como nunca antes avanza el desacuerdo sobre la ruta trazada por el Presidente de la República. El momento de tensión que se vivió en 2005 por el intento del presidente Vicente Fox para desaforar al jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, y el conflicto posterior a la elección presidencial en 2006, están muy lejos del estado que se vive en este primer medio de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. En aquellos conflictos con Fox y Felipe Calderón, le tensión se concentraba en acciones específicas con un actor único. Hoy, el desacuerdo es por una visión de país y, sobretodo, por un estilo de gobernar.
El enrarecimiento social durante la primera mitad del sexenio Peña Nieto ha ido creciendo. El mejor reflejo es la encuesta trimestral de Buendía&Laredo sobre aprobación presidencial, la única que incluye preguntas intermedias para evitar respuestas en blanco y negro. No sólo frasea si aprueba o no la gestión del presidente, sino que añade la opción “ni aprueba” y “ni desaprueba”. Este matiz no es menor. A través de él se mide la polarización de la sociedad.
En la serie, Buendía&Laredo tiene tres cruces entre aprobación y desaprobación en febrero, mayo y agosto de 2014. Desde entonces, la tendencia ha sido negativa para el Presidente. La última encuesta tiene una aprobación de 45 por ciento contra 46 por ciento de desaprobación; en mayo estaba, respectivamente, 40 contra 53; en febrero 40 contra 53; en noviembre del año pasado, 41 contra 50. Pero las respuestas de “ni aprueba”, “ni desaprueba”, han crecido de manera significativa. Al iniciar el sexenio ese grupo representaba al 14 por ciento de los mexicanos. En esta primera parte del gobierno, se redujo a la mitad, siete por ciento.
Lo que refleja esa tendencia es resultado de un creciente sentimiento de frustración, impotencia, inconformidad, molestia, ira o decepción. Esto aporta luces al bajo nivel de aprobación de Peña Nieto de 35 por ciento, que muestra que lo único que tiene en este momento el presidente detrás de él es la coalición de priistas (el voto duro del PRI puede ubicarse entre 28 y 32 por ciento de la población) con algunos otros grupos, como podrían ser verdes y aliancistas. El problema del presidente es que aún dentro de los priistas, el acuerdo de gobierno está cayendo.
La encuesta muestra que fue entre los priistas en donde más cayó la aprobación presidencial, de 87 por ciento en febrero de 2013, a 60 por ciento en esta última muestra. Es decir, se redujo 27 puntos entre los suyos, muy superior a la caída en la aprobación entre otros sectores políticos: dos puntos entre panistas, tres puntos entre perredistas, y 10 puntos entre independientes.
No están claras cuáles serían las razones del descontento priista, o la desilusión entre ellos, pero una variable general variables es por la economía y la percepción de corrupción que los afectó durante la última elección federal, y la reciente fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán, que argumentar sobre la percepción de falta de liderazgo presidencial y ausencia de autocrítica del presidente. A ello se le añade la idea de que no toma decisiones ni tiene un rumbo claro de gobierno, que se aprecia al caer Peña Nieto en prácticamente todos sus atributos. En política social, donde reconocen los encuestados un mejor trabajo, cayó 30 por ciento en la primera mitad de su administración. Las reformas, que alcanzaron un 40 por ciento de aprobación en marzo de 2014, se desplomaron a 18 por ciento en un año y medio. La seguridad se mantuvo prácticamente en el mismo nivel de seis por ciento del inicio de su gestión, cuando estaba en siete por ciento. El manejo de la economía, que arrancó con seis por ciento, se encuentra en cuatro por ciento. La crisis de Ayotzinapa lo tumbó de 10 por ciento de aprobación en octubre, a cuatro por ciento.
La falta de autocrítica ha sido insistentemente cuestionado en La República de las Opiniones, por el hecho de no haber incluido en los cambios a sus secretarios de Gobernación y Hacienda, los pilares de su gobierno, responsables de los temas que más lo han hecho tambalear. En su mensaje a la Nación este miércoles, reconoció el mal ánimo en el país, pero como un recuento nada más. Pero sería reduccionista limitar a ello la molestia extendida en el país.
El mensaje, por lo que sugiere Buendía&Laredo, también contribuyó fuertemente al desgaste. Cuando la encuesta preguntó qué es “lo peor que ha hecho” Peña Nieto, el 11 por ciento respondió que las reformas. El eje discursivo presidencial es precisamente el de las reformas y sus beneficios. No hay ningún tema que tenga tanto rechazo como el de las reformas. No le importa insistir en un tema que es crecientemente antipopular, y lo volvió a repetir en su mensaje del miércoles, sin voltear para atrás. Tampoco atajó las angustias. Su retórica cupular no escucha lo que gritan las calles.
El presidente siempre ha dicho que no gobierna de acuerdo con las encuestas. Pero ignorar el creciente desacuerdo sobre su gestión es una equivocación. Casi siete de cada 10 mexicanos están en desacuerdo de cómo gobierna, a lo que se añade la toma de posición en su contra: 50 por ciento más que hace tres años, entre los que le daban el beneficio de la duda. La polarización no ayuda a nadie, comenzando por él. Mantenerse en la ruta del voy derecho no me quito, al paso que va, terminará sin apoyo, sin fuerza y sin nada más que ofrecer.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
Leído en
http://www.vanguardia.com.mx/columnas-unpaispolarizado-2371678.html
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