La Suprema Corte de Justicia de la Nación concedió ayer un amparo a cuatro mexicanos para que siembren mariguana para consumo personal, sin incluir su comercio, suministro o distribución. El proyecto aprobado por cuatro de los cinco ministros que integran la Primera Sala señala, entre otras cosas, que los argumentos contra el consumo de la mariguana “no pueden considerarse como razones válidas para intervenir el derecho al libre desarrollo de la personalidad”.
Al respecto, los días 11, 12 y 13 de noviembre del año pasado transcribí en este espacio el artículo intitulado Un Argumento Moral contra la Guerra de las Drogas, escrito por Julian Savulescu y Bennett Foddy y publicado semanas antes en el blog Practical Ethics de la Universidad de Oxford, Inglaterra. .
Savulescu es fundador y director del Centro Uehiro para la Ética Práctica en la Universidad de Oxford y ex editor del Journal of Medical Ethics. Foddy es un investigador especializado en bioética, ética médica y neuroética en el Jesus College de la Universidad de Oxford.
Así justificaron su argumento moral ambos académicos para pedir el fin de la guerra contra las drogas:
“Rara vez escuchamos un argumento moral en favor de la liberalización de las leyes que rigen el consumo de las drogas. Esto es un error. Aunque los expertos nos han dicho una y otra vez que las cosas estarían mejor sin la guerra contra las drogas, los políticos han ignorado esta asesoría experta porque los votantes no quieren que se suavicen las leyes antidrogas. Y los votantes quieren esto no porque piensan que saben más que los expertos, sino porque tienen objeciones morales al uso de las drogas. Hay un debate moral oculto detrás de la guerra contra las drogas que parece que nunca podemos hacer público.
“Las primeras prohibiciones contra las drogas tenían una justificación moral, en lugar de una razón práctica. Comenzó con la prohibición estadounidense al consumo del opio, la cual fue motivada principalmente por una objeción moral a que la gente blanca fumara en los fumaderos administrados por chinos. Esto comenzó un movimiento a favor de la prohibición en Estados Unidos.
“La principal razón para que drogas como el alcohol y la cafeína sean legales, mientras que la cocaína y la MDMA no lo sean, es que éstas últimas son calificadas como ‘adictivas’. Es cierto que la adicción perjudica al adicto, pero la autodestrucción no justifica la prohibición de una substancia.
“Las personas que consumen drogas no sufren de una enfermedad y no necesariamente experimentan alguna caída patológica de su fuerza de voluntad. Al consumir drogas pueden ser imprudentes o irracionales pero, a fin de cuentas, todos lo somos cotidianamente cuando consumimos comida que nos perjudica, participamos en deportes riesgosos, fumamos, bebemos alcohol o apostamos.
“Los adictos pueden darle un mayor valor al placer, o a la excitación, o al escapar de la realidad, pero sus adicciones no son muy diferentes a los deseos que todos sentimos por realizar actividades placenteras. Las personas se vuelven ‘adictas’ al juego, a los videojuegos, al Internet, al ejercicio, al sexo, a las zanahorias, al azúcar y al agua. Estas sustancias o actividades no ‘secuestran’ el cerebro — proporcionan placer utilizando los mismos circuitos cerebrales que las drogas. Cada actividad placentera es ‘adictiva’.
“Si cada comportamiento placentero puede ser adictivo no puede haber razón alguna para suponer que los placeres que otorga el consumo de drogas son menos importantes que los placeres que proporcionan el vino y la buena comida, el alpinismo y el futbol, o navegar por el Internet. Cada una de estas cosas es placentera y, por tanto, cada uno es adictivo y cada uno puede ser perjudicial si se hace en exceso. Pero todos tenemos el derecho de satisfacernos con los placeres que consideramos valiosos, aunque cada uno de estos placeres nos ponga en riesgo de sufrir adicciones o problemas similares a las adicciones como son el alcoholismo, el uso patológico de Internet, la adicción sexual, el trastorno alimenticio del atracón y muchas otros.
“El derecho a perseguir el placer justifica la legalización de la drogas, mientras que la adicción y autodestrucción no nos dan buenas razones para prohibirlas. Esa es la esencia de un sólido argumento moral contra la guerra contra las drogas.
“Por el momento, la droga que podemos obtener con la mayor libertad es una de las más adictivas, una que contribuye a generar un comportamiento violento, una que produce daños crónicos a la salud, y el peor síndrome de abstinencia de todas las drogas: el alcohol”.
Lo que publiqué durante esos tres días puede leerse íntegramente en ruizhealytimes.com.
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Leído en
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