Un muchacho se graduó con honores como ingeniero agrónomo. Con título en mano, regresa al rancho donde nació para enseñarles cómo hacer verdaderamente productiva la tierra con todo lo aprendido en la universidad de la gran ciudad. En cuanto llegó, corrió a buscar a su viejo padre que reparaba el tractor.
–Padre, mira, la verdad es que trabajas con unos métodos demasiado anticuados. Por eso tu producción es tan baja y no ganas lo que podrías estar ganando.
–¿Ah, sí? ¡No me digas!
–Sí, sí, padre, tú no sabes nada de las nuevas tecnologías para sembrar, de las semillas modificadas genéticamente, de los fertilizantes biotecnológicos, de la cosecha automatizada. Pero yo te voy a enseñar, querido padre.
–¿Ah, sí? ¡No me diga, señor ingeniero!
–De verdad, padre. Yo sé que no me crees, pero tienes que entender que los tiempos han cambiado y que todo lo moderno lo he aprendido en la universidad. Por ejemplo, estoy seguro que no sacas ni 10 kilos de manzanas de cada uno de esos árboles.
–Pues, mira, hijo, debo reconocer que en eso tienes razón: no saco ni 10 kilos de manzanas, porque son naranjos. ¡Pendejo!
México es el país de los genios. No importa cuánto planees algo, qué tanto te empeñes en cuidar los detalles ni cuánto dinero inviertas en lograrlo: siempre habrá alguien que vendrá a decirte cómo hacer las cosas. Aunque no sepan, ellos te dirán cómo hacerlo. Alguna vez mi padre puso una cantina –por suerte en esa época yo todavía no aprendía a tomar– y una de las cosas por las que la cerró fue, precisamente, porque cada amigo que la visitaba, invariablemente, tenía una gran, magnífica, extraordinaria idea para mejorar el lugar. Al principio mi papá los escuchaba atento. Con el paso de las semanas, ya sólo sonreía, pero sólo pensaba para sus adentros: “Si tanto sabes de cantinas, ¿¿¿por qué no pones la tuya???”.
Me acordé de esto porque Andrés Manuel López Obrador acaba de salir con la novedad de que tiene una mejor propuesta para el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. Nadie le preguntó, a nadie le importa, no se va a hacer. Pero ya tiene su propio proyecto.
Según “El Peje”, lo que debemos hacer en lugar de construir un nuevo aeropuerto con más pistas, mejor diseñado y más funcional, debemos mantener parchado el que ya tenemos y quitarle a la Fuerza Aérea el que usa en Santa Lucía, Estado de México. El viejo sería para vuelos locales y el nuevo para internacionales. Y si tienes conexión entre uno y otro, hay de dos: o le corres o te chingas y no viajas.
Lo mejor del asunto es que López Obrador está pidiendo que lo reciba. ¡Enrique Peña! ¿Para qué? Pues para presentarle al Presidente su proyecto de aeropuerto para el DF. ¿Pues no que se habían ido al diablo las instituciones? ¿A poco AMLO ya reconoce a Peña como presidente?
No sé tú, pero sospecho que, una vez más, a AMLO le van a dar el avión.
Flores
Entra un viejito en una florería y le dice a la encargada:
–Señorita, por favor, quiero enviar dos docenas de melametes.
–¿Melametes?
–Bueno, pero sólo porque me lo pide.
Nunca falta el que se quiere pasar de vivo, sobre todo en México. Ayer leía la historia de un empresario mexicano que tiene tanta lana que se compró un Ferrari, pero es tan corriente el señor que lo trae ¡con placas piratas!
El tipo se anda paseando por París, Roma y Barcelona en un bellísimo Ferrari rojo con placas de Golf. Eso comprueba que aun teniendo dinero se puede ser miserable.
Leído en
http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/darle-el-avion-a-amlo-1446712916
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