miércoles, 18 de noviembre de 2015

Rafael Loret de Mola - Penumbras oficiales

Mientras los debates camarales concentran la atención en la posibilidad de legalizar la marihuana –no con “g”, por favor-, favoreciendo con ello a la nueva aristocracia de la que forman parte destacada los V, la pareja ex presidencial, el país pierde soberanía e identidad con el Acuerdo –o Tratado- de Asociación Transpacífico. México, como nunca antes, está a la deriva y ya no depende de sí mismo para observar el futuro ni con miras a forjar su destino. Como nación estamos en jaque frente a las grandes potencias del orbe.

Por cierto, en México señalamos como acuerdo lo que para Estados Unidos es un “tratado”. La diferencia no es poca: Un acuerdo se basa en la relación con otros países basado en el mutuo consentimiento y con obligaciones marginales; puede incluso considerarse como un acto de amistad y nada más, esto es sin protocolos mayores para su eventual cumplimiento y con facilidades para salirse del mismo sin sanciones de ninguna clase.









En cambio, un “tratado”, como lo imponen los congresistas estadounidenses aunque los mexicanos disimulen de modo desvergonzado, implica el cumplimiento cabal de obligaciones y las consecuentes sanciones por incumplimiento en un rango mucho más elevado y con límites y derechos perfectamente establecidos. Esto es: Al firmarlo un gobierno se compromete a no desviarse del rumbo establecido ni cuando ocurra una alternancia de partidos o un cambio sustantivo en la estructura gubernamental. La diferencia es, por tanto, tan grande como la ignorancia de los legisladores sobre las diferencias entre un mero acuerdo y un tratado... pese a que el de Libre Comercio de América del Norte ya tuvo efectos, no muy favorables, en nuestro territorio. Bien se haría en evaluar sumas y derroteros en esta hora de incertidumbre.

En fin, el “Tratado Transpacífico” obliga a los signatarios a someterse a reglas que rebasan a las normativas locales, incluyendo a la Constitución, para favorecer a los grandes consorcios –tienen que serlo para participar en la rebatiña de las concesiones-, y no a los intereses generales, ni siquiera a los empresarios cuyas posibilidades no sean macro y no integren el muy selecto grupo de los grandes multimillonarios, por lo general avocados a tres rubros fundamentales: la minería, las comunicaciones –en maridaje con el poder público- y la cerveza, las grandes fuentes de la riqueza amoral.

De esta manera, el pretendido tratado –impuesto por los financieros de Wall Strett-, no concede mayores posibilidades ni intervenciones a los pequeños y medianos inversionistas y acoge a los grandes, cuando menos con liquidez superior a los mil millones de dólares –el mínimo para ocupar un sitio dentro del listado del semanario Forbes en donde se excluye, sospechosamente, a los presidentes y ex mandatarios con fortunas superiores-, y capacidad para cumplir los requisitos para hincarle el diente a las naciones subdesarrolladas con ganancias triplicadas de inmediato y la consiguiente depauperación de las regiones circundantes al Pacífico, en Estados Unidos, Canadá y Asia fundamentalmente si bien excluyendo a China, la gran adversaria contemporánea de las potencias de occidente.

En la misma línea se estima que los agricultores al sur de nuestra frontera norte perderán competitividad al entrar, de lleno, los productos estadounidenses a un mercado saqueado y paralizado precisamente por la constante emigración de los más necesitados quienes, de hecho, mantienen la estabilidad en el medio rural gracias a las remesas enviadas a su país de origen y que, en el caso de los mexicanos, ya son la primera fuente de ingresos desde el exterior superando, con muy amplio margen, al devaluado petróleo otrora llamado el “oro negro” y cuya recuperación se estima para el 2020...de no haber un colapso intermedio. Los expertos aseguran que dentro de un lustro la mezcla del crudo mexicano podría valer noventa dólares por barril, casi el triple de su cotización actual. En optimismo nadie le gana a los especuladores aunque éstos, siempre, se cubren las espaldas.

Los hechos, sin embargo, no son un buen presagio. Nos amenaza la paulatina devaluación del dólar, lo que incrementará la potencialidad del norte porque comprar en México será como recorrer un tianguis de gangas con el gobierno en calidad de intermediario para abaratar cuanto pueda los productos, sobre todo agrícolas, generados aquí incluso aquellos derivados de la consumación del tratado de marras y cuyos mayores beneficios, desde luego, no se quedarán en México. Mayor dependencia y menores rendijas para hacer valer cuanto hacemos.

A cambio de todo ello, ¿nuestro gobierno ha tratado de elaborar políticas compensatorias para evitar la debacle en el campo y la industria? Pues no. La venta es total y no puede siquiera formarse siquiera alguna burbuja protectora para que las consecuencias no lleguen en cascada sino paulatina y lentamente; digo, cuando menos así podríamos prepararnos un poco para soportar el tsunami que se avizora con olas multimillonarias en la perspectiva. Por supuesto, no le pregunten a los Juniors de la nueva hornada –la hija de Beltrones, el hijo de Gamboa-, sobre el asunto porque insistirán, con sus dóciles criterios, en que la globalización es tan sana como las intenciones de expansión por parte de la poderosa vecina. Nunca ven más allá de sus propias narices pero cobran estipendios como si de verdad supieran ejercer sus responsabilidades primarias.

Pasa el mal olor por sendas Cámaras, avaladas por un Ejecutivo banal y una Suprema Corte en donde los sueldos voladores son tan altos como las exhalaciones del Popocatépetl, nuestro querido Don Goyo que en cualquier momento revienta y hace valer la leyenda del soldado enamorado acaso ya cansado de atestiguar, entre sus nieves, la desvergüenza inaudita de la clase gobernante. ¡Ay si el grito feroz de Cuitláhuac aún sonara! ¡Ay, si el carácter impertérrito de Don Benito todavía se escuchara por las sendas y veredas por donde mantuvo la dignidad de la República contra el acecho de los ambiciosos franceses sin escrúpulos! ¡Ay, si los gritos libertarios de Morelos volvieran a surgir de las entrañas del México doliente!

Y no hemos mencionado a Villa, Zapata, Carranza, Madero, quienes vencieron a la dictadura para luego observar cómo se engendraba otra a través de todas las laderas y rincones de la patria herida. Los fanatismos continúan en la corriente de los incondicionales que sólo observan virtudes en sus iconos y revienten contra las ideas de otros; y el presidencialismo autoritario, fusionado con la partidocracia, es el mayor cacicazgo nacional como bien le dijo el hidalguense Manuel Sánchez Vite a Echeverría, cuando éste le reclamó por sus heredades:

--El único cacique en el país está en Los Pinos, señor presidente. Y pudo salir de allí con vida aunque tocado por la enfermedad epiléptica que lo llevó a la tumba. Lo subrayo para insistir en la vacuidad de quienes, como avestruces, esconden las caras en cuanto se les habla de la necesidad de transformar al sistema político mexicano y aducen que tal osadía puede costarles las vidas. No, señores. Éste es tan sólo un pretexto para eludir nuestros propios deberes ante la descomposición general de la clase política y la escenografía de la mayor corrupción de cuantas tengamos memoria a través de casi medio siglo de teclear con la fuerza de las voces a las que damos continuidad en estos espacios.

Claro, no siempre es así. Si recordamos, de nuevo, el caso del ahora infamado Belisario Domínguez, el gran chiapaneco que murió en olor a santidad republicana, torturado y asesinado por la espalda a seguimiento de órdenes del alcohólico victoriano “el chacal” huerta, entonces deberíamos preocuparnos pero no tanto como para claudicar en la lucha y dejar magras herencias a las nuevas generaciones cuyo repudio no soportaremos, ni en esta ni en otra existencia si creemos en ella. De allí la sentencia sobre vivir con dignidad antes de morir en vida.

En fin, a doce días de que se cumpla el tercer año del peñismo, las penumbras rodean a la administración federal y las conciencias nos inquietan cada día reclamando nuestro valor y nuestra entrega.

E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com



Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/penumbras-oficiales-1447827782





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