Cuauhtémoc Blanco fue un futbolista inusitado. Su cuerpo encorvado y corto cuello no parecían ofrecer los atributos necesarios para un atleta. Nunca fue un jugador elegante. Era individualista y se metía en pleitos innecesarios. Su pose de flechador tras anotar era considerada insultante por jugadores y públicos rivales. Tenía, en cambio, una gran imaginación, el don de sorprender y la capacidad de reinventarse constantemente, incluso cuando a los 42 todavía estaba activo en el futbol profesional.
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