jueves, 3 de marzo de 2016

Dan T - El tornillo de Duarte

A Javier Duarte se le perdió un tornillo. O es eso o, simplemente, ya no sabe qué hacer con la Gubernatura de Veracruz. Vaya, no es que alguna vez lo haya sabido, pero hasta hace unos meses, como que tenía más idea. Hoy, definitivamente, el priista no sólo perdió el rumbo, sino también la brújula, el mapa y hasta el GPS.

Al Gobernador veracruzano se le acumulan los problemas, pero no porque tenga mala suerte, sino porque él mismo cavó con la pala de la ineptitud el hoyo en el que hoy se encuentra. No sólo no pudo traer la paz a su estado sino que, para colmo, permitió que se incrementara la violencia, la criminalidad y, lo peor, la impunidad. A eso hay que sumarle que ha endeudado como nadie a Veracruz, al grado de hipotecar el futuro de sus gobernados, que tendrán que pagar durante muchos años la deuda que les va a dejar su iracundo Gobernador.









Lo peor de todo lo que está pasando en Veracruz es que el gobernador Duarte está actuando de manera desesperada. Sus arrebatos revelan no sólo su carácter pendenciero y autoritario, sino su propia impotencia para que las cosas sucedan como a él le gustaría. Lo mismo se pelea con Miguel Ángel Yunes, el candidato del PAN; que con Héctor Yunes, el candidato del PRI, con la prensa, con la Universidad Veracruzana, con líderes empresariales, conciudadanos que le reclaman y hasta con otros gobernadores. Si no se ha peleado con su sombra, es porque la panza se la tapa. Ahí es donde uno se pregunta: ¿cómo diablos alguien tan inestable puede ser un gobernante? Habría que hacerles a todos los candidatos un examen.

A propósito de locos, me cuentan que el otro día Javier Duarte estaba tan desesperado por los problemas, que decidió salir a manejar él solo, sin la compañía de sus guaruras. Quería recorrer y reconocer las calles de Xalapa, como cuando no era famoso ni poderoso. Iba andando sin prisa, como reencontrándose consigo mismo, cuando, de pronto, ¡pum!, cayó en hoyo y se le ponchó la llanta... justo frente al manicomio. Y ahí sentada en la barda del hospital estaba un loquito mirando todo lo que el Gobernador hacía.

Duarte bajó del auto, sacó la llanta de refacción, puso el gato, subió el auto, quitó las tuercas de la llanta y justo cuando iba a colocar el reemplazo, sin querer pateó las tuercas y las cuatro fueron a dar a la coladera. Debe haber sido del drenaje profundo, porque se tardó un buen rato en escucharse el ¡plop!, ¡plop!, ¡plop!, ¡plop!, de las tuercas cayendo al agua.

–¡Carajo! ¿Y ahora qué voy a hacer? ¿Cómo me voy a ir si no puedo asegurar la llanta por no tener tuercas? –reclamó al aire Duarte, como si así pudiera resolverse el problema. Entonces escuchó una voz: ¡era el loquito de la barda!

-Oiga, góber.

-¿Qué quieres?

-Yo le puedo ayudar.

-¿Y tú cómo me vas a ayudar si eres un loco encerrado en el manicomio y yo soy el gobernador de Veracruz? A ver, dime: ¿Cómo le hago para fijar la llanta de refacción y poderme largar de aquí? A ver, ándale, quiero ver. ¿No que muy salsa? -Muy fácil, mi góber. Quítele a cada una de las otras tres llantas una tuerca y se las pone a ésta. Así cada una de las llantas tendrá tres tuercas y podrá llegar sano y salvo a su destino.

-¡Ah, caray! ¡Es cierto! No lo puedo creer. ¿Cómo es que siendo tan inteligente y teniendo esa mente tan brillante, estás encerrado en el manicomio.

-Mire, mi góber, lo que pasa es que yo estoy aquí por loco... ¡no por pendejo!



Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/el-tornillo-de-duarte-1456993556



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