jueves, 17 de marzo de 2016

Raymundo Riva Palacio - Trompadas contra Trump

Oportunista, demagogo, racista, tonto, insensato, absurdo, falaz, y con un discurso que evoca la retórica de Adolfo Hitler y Benito Mussolini. Así es como el presidente Enrique Peña Nieto y cinco miembros de su gabinete se han referido al puntero por la candidatura republicana para la Casa Blanca. Tarde y atropellada la irrupción contra del empresario neoyorquino, que desde que perdió un juicio en Baja California y tuvo que pagar más de 7 millones de dólares a 100 millones por un fraude inmobiliario en Rosarito, decidió que la mexicana apestaba tanto como sus ciudadanos. No fue por una lentitud de reflejos; fue peor: se plegaron a una petición del Partido Republicano de no meterse en el proceso electoral.

Trump tomó a México como su eje de campaña –junto con China– desde que lanzó su candidatura presidencial en junio pasado, al afirmar: “Cuando México envía a su gente, no están mandando a los mejores. Están enviando gente que trae muchos problemas consigo, drogas, crimen. Son violadores”. En julio aumentó la visceralidad: “Los peores elementos en México son empujados a Estados Unidos por el Gobierno mexicano. Una tremenda enfermedad contagiosa está cayendo sobre la frontera”.









La primera respuesta vino cuatro días después en Texas. El entonces canciller José Antonio Meade dijo en una entrevista con The Dallas Morning News: “En la política no hay lugar para el prejuicio y la ignorancia plena. No contribuye cuando uno introduce racismo, prejuicios e ignorancia plena en una mezcla política. Pero pensamos que la reacción a esos comentarios ha sido positiva y sus puntos de vista no son la visión dominante”. El diagnóstico del Gobierno resultó equivocado, pero esa falla analítica los llevó a aceptar la petición del Partido Republicano. “Nos pidieron que ellos lidiarían con Trump”, recordó una fuente diplomática.

El gobierno de Peña Nieto accedió, pese a las señales desde Estados Unidos que decían lo contrario. Las primeras declaraciones de Trump contra los mexicanos provocaron una reacción aireada de cadenas de televisión que le cancelaron programas y numerosas empresas retiraron publicidad para no asociarse con él. Peña Nieto pagó con desgaste hacer caso a los líderes republicanos, y hasta septiembre, en las Naciones Unidas, dio un tímido paso adelante. “En todos los continentes, en todas las latitudes, los migrantes viven historias de riesgo, de rechazo, discriminación y abuso”, dijo. “Esas condiciones se agravan cuando por ignorancia, mala fe, racismo o mero oportunismo político, los inmigrantes y sus hijos son estigmatizados y responsabilizados de las dificultades propias de los países de destino”. Pero después de eso, de nuevo el silencio.

La cancillería mexicana volvió a equivocarse en el diagnóstico y optó por el mutis. El embajador en Washington Miguel Basáñez no se sobrepuso a la realidad que se vivía en Estados Unidos. La presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, Gabriela Cuevas, dice que Basáñez ha sido incapaz de servir como un enlace eficiente con sus contrapartes en el Capitolio, y no ha facilitado una comunicación directa y fluida entre legisladores de los dos países. Es decir, para el desafío actual, el enviado de Peña Nieto es una decepción.

Las elecciones primarias comenzaron en enero y Trump fue consolidando su liderazgo entre los aspirantes a la candidatura presidencial. El magnate obligó con su retórica incendiaria que el resto de los que luchan por la Casa Blanca se corran a la derecha en materia de migración y comercio, en un retroceso de casi un cuarto de siglo y tres gobiernos, dos demócratas y uno republicano. La incertidumbre sobre las perspectivas económicas en Estados Unidos han alimentado el espíritu proteccionista y las tentaciones de que, cualquiera que busque restarle apoyo político-electoral, tenga que asumir que los vientos del libre comercio están cambiando.

Si Trump no puede levantar un muro para frenar inmigrantes en la frontera con México, sí podría levantar uno comercial, como ha amenazado. Esa mera posibilidad, con una economía como la mexicana inserta en el aparato productivo estadunidense desde hace dos décadas, finalmente provocó la preocupación del Gobierno mexicano y una reacción en cascada. Los secretarios de Hacienda y Economía le han respondido a Trump en los últimos días descalificando sus argumentos. “No entiende de comercio”, dijo el secretario Ildefonso Guajardo, “su discurso es falto de verdad y falaz”. El secretario Luis Videgaray añadió que es “una insensatez” poner aranceles a los productos mexicanos, como dijo el precandidato.

Las palabras de los dos, ante el electorado estadunidense, no valen nada. La canciller Claudia Ruiz Massieu ya lo llamó “racista e ignorante”, y el presidente Peña Nieto comparó su retórica con la de Hitler y Mussolini. “Estas expresiones de retórica estridente sólo han llevado realmente a escenarios muy fatídicos dentro de la historia de la humanidad”, dijo en una entrevista reciente. Previamente Ruiz Massieu había dicho que el discurso de Trump afectaba la percepción de la relación bilateral con Estados Unidos; este lunes, Guajardo admitió que “el daño ya estaba hecho”.

Torpe, por tardía, la respuesta del Gobierno mexicano a Trump. Videgaray señaló el martes que sus últimas declaraciones eran una “oportunidad” para aclarar las cosas, dado que “se han construido muchos mitos basados en el miedo, en el enojo (y) en la desinformación”. Sólo le faltó decir que también en el silencio medroso del Gobierno peñista, que con su ausencia en el debate público limpió el camino para la lengua de Trump, que le sigue ganando electores.



Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/trompadas-contra-trump-1458209067



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